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El atraco más estúpido de la historia

Sé que a muchos les disgusta que utilice calificativos como «estúpido» y a otros tantos les enfarrusca que emplee términos como «el más XXX de la historia». No obstante creo que la ocasión lo merece; en cualquier caso, os dejo que echéis un vistazo a la historia y luego me decís si me he excedido, según vuestra opinión, al poner el titular.

El jueves, siete ladrones armados y enmascarados asaltaban, a plena luz del día, un camión que se disponía a entrar en una sucursal del banco Credicoop, en Buenos Aires (Argentina, tierra de Gaby, nuestra corresponsal becaria). Se fueron pitando, como alma que lleva el demonio, a bordo de un vehículo que tenían preparado para la ocasión. Parece un golpe perfecto, ¿verdad? Logran huir con varias bolsas recién sacadas de un camión que se disponía a entrar al banco. ¡Ajá! «¡Millonarios!» se les oiría decir a bordo de ese vehículo.

Bueno, aquí viene la pega. El problema (para los ladrones) está en que el camión que habían asaltado no era de dinero, sino de… ¡¡¡¡CORRESPONDENCIA!!!! Sí, muchachos, esos siete ladrones no se llevaron ni un peso del banco. Eso sí, si son aficionados a las promociones de los bancos, a los embargos y a los de ábrase una nueva cuenta corriente han dado el golpe perfecto.

Quizás penséis que estamos hablando de unos granujas de medio pelo, al más puro estilo de una película de Woody Allen, pero no. Esta gente lo tenía bien preparado todo: el coche era igual al de un gerente de la sucursal, llegaron a la hora que solía llegar él… y qué demonios, iban con máscaras y armas (aunque se fueron sin dar un solo tiro, a Dios gracias). La clave fue, simplemente, que no supieron distinguir un camión de dinero con uno de cartas.

Porque claro, suponemos que se querían llevar el dinero y hemos descartado, por completo, que sean unos ladrones epistolares. Mira que si en vez de ladrones son cotillas y nosotros aquí rajando de ellos… Me imagino a los siete, antes del golpe, repartiéndose el botín:

(Ladrón 1) – Yo me quedo con todas las cartas que ofrezcan buenas oportunidades para una hipoteca.

(Ladrón 2) – Jajajaja, pues entonces te vas a quedar dos o tres.

(Ladrón 3) – Pues yo quiero las que agradecen «tu fidelidad»…

Para colmo de males, los gángsters no tenían otra opción que llevarse las sacas de las cartas, porque el camión del dinero había llegado momentos antes y los billetes estaban ya a buen recaudo. Estas cosas nunca le pasaban a los chicos de Parker Lewis nunca pierde, porque antes de algo importante siempre hacían aquello de: «Sincronicemos relojes».

PD: Es un buen momento para recordar un antiguo post que también parecía inspirado en una película de Allen… «El robo se va al garete porque el ladrón tenía mala letra».