Que a nadie le amarga un dulce es de todos sabido. Por eso cuando un adorable bebé saborea por primera vez un delicioso helado, uno ya se imagina cómo puede acabar la cata: ¡¡¡pringosa, pringosa!!!
Como no podía ser de otra forma, Cata murió (a la segunda, pero murió). Esta vez no hubo esa estupidez de los dos finales, donde nos habrían presentado a una Cata feliz y contenta con el Duque y veraneando con los niños en Benidorm. Se agradece, la verdad.
La muerte fue de lo más cutre (como la del Duque), para qué engañarnos. Toda esa agonía que hubo con Rafa se convirtió en bluf con el personaje de Amaia Salamanca. Se deshace de Mejía en un forcejeo de guardería y, como en un duelo del oeste, se disparan el uno al otro provocándose la muerte. Rápido y mal, que diría mi abuelo.
Atrás quedan la fuga del mexicano (ríete tú del jefe Wiggum), que Cata se reenamore del Duque cuando casi se había prometido con el policía, el montaje de MovieMaker del final del capítulo, en el que supongo que no quiso participar Miguel Ángel Silvestre y que no sepamos qué pasa con Pablo.
Definitivamente, Telecinco vuelve a demostrar su ineficacia para rematar las series. Si yo me encargara de hacerles las promociones, antes de este capítulo lo habría vendido como:
Si te gustó que Los Serrano fuera sólo un sueño…
Si lo flipaste con el forzado y rápido final de Yo soy Bea…
Si veías Un golpe de suerte y Mi gemela es hija única…
No te pierdas la muerte cutre de Cata en Sin tetas no hay paraíso.
Ayer me lo decía un amigo mío: «El guionista de la serie debe ser un tío la mar de rencoroso, porque cada vez que se va alguien de la serie lo matan». Toda la razón, la verdad. En Sin tetas… sólo saben matar a los personajes. ¡Van a ritmo de telenovela!
Esta temporada han muerto, entre otros, Mejía, Cata, el Moreno, la amante de Mejía, el padre de la amante de Mejía… el mundo del narcotráfico está fatal.