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¿Por qué los japoneses meten sus cabezas en cajas de cartón?

caja_cinepUna nueva tendencia (otra más) está invadiendo las redes sociales de Japón: muchos usuarios están subiendo imágenes con sus cabezas dentro de cajas de cartón. ¿Para qué? Dormir sin que nadie les moleste. Tener una experiencia sensorial en absoluta oscuridad. Paliar los dolores de una pertinaz migraña. Pues no. Simplemente se quieren ahorrar los yenes que cuesta una entrada de cine. ¡¡¡No entiendo nada!!!

El curioso sistema de sala de proyección en casa se llama damboru eiga (cine de caja de cartón), y une la última tecnología (móvil o tablet) con el bricolaje. Como diría Kristian Pielhoff (el presentador eterno de Bricomanía: «Bricoladores… Hacemos un agujerito, un poco de cinta americana y ya tenemos un Kursaal en cualquier rincón de nuestro hogar. Fácil y sencillo«. Lee el resto de la entrada »

Paul murió de cáncer, pero su familia lo lleva a todas partes


BecConsejo: «Parece estúpido, pero no está de más decirlo. Si quieres recordar algo, apúntalo, por Dios»

Hace casi una semana me llegaba al correo una historia «triste, dulce y divertida a la vez». Piolola me contaba que en Inglaterra una mujer decidió hacer un muñeco de cartón a tamaño real de su marido, muerto repentinamente a causa de un cáncer, y lo llevaba allá donde iba.

Es de estas historias que no dejan indiferente a nadie. De hecho, no espero que haya acuerdo en los comentarios (donde, ya os advierto, nos quedan cuatro días de seguir aguantando el spam… y hasta aquí puedo leer). Habrá quienes crean que es un detalle de amor inigualable y una forma de enfrentarse a las adversidades. En el otro bando dirán que la mujer debe intentar afrontar que su marido ha muerto, que eso sólo puede hacerle daño a sus dos hijos y que eso que ahora parece un guiño a la vida a la larga se convertirá en un problema (¿van a estar toda la vida así?)

En cualquier caso, os cuento algún detalle más de la historia, para que juzguéis vosotros. Paul Challis murió de cáncer a los 38 años, unas semanas después de haberle sido diagnosticados dos tumores cerebrales. Dejó viuda a María, de 36 años, y huérfanos a Jack (siete años) y Molly (nueve años).

Con motivo de su funeral hicieron, a partir de una foto de Paul (con una botella de cava), una versión a escala real (1,80 metros de alto) del fallecido, pero María no supo, pudo, ni quiso desprenderse de la imagen tras la ceremonia.

Poco después tuvieron la ocurrencia de llevarlo a una boda, de disfrazarlo de Papá Noel en Navidad y de Drácula en Halloween, así que se comportan como si aún estuviera ahí, según publica la prensa británica.

Yo no soy quién para decir cómo debe afrontar una familia el dolor de una pérdida tan grande, y como no soy quién no lo haré. Es obvio que, al margen de la tragedia, la historia tiene tintes de humor negro y es, cuando menos, chocante. No sé si ella será capaz de encontrar otra vez el amor, no sé si sus hijos crecerán como el resto de niños, no sé si es lo que él habría querido, perdurar incluso después de muerto.

El caso es que está hecho. Yo, probablemente, no lo haría. ¿Vosotros?

PD: Gracias de nuevo, Piolola, por el enlace.

Hoy hace un año…

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