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Despiden a una profesora que intentó sobornar a una alumna

Los profesores rara vez son como en la televisión, eso lo sabe cualquiera que haya pisado un colegio, un instituto o una universidad (si has estudiado periodismo… no, la cafetería de la universidad no vale como «universidad»). Yo, por ejemplo, guardo gratos recuerdos de muchos de ellos… de Domingo, por ejemplo, que enseñaba (bueno, lo intentaba) ecuaciones con «estos son del Real Madrid y estos del Barça». Un mes después y con una clase llena de zotes, lo mandaron a dar clase de gimnasia a niños pequeños. ¡GIMNASIA! ¡Si parecía Alfredo Landa con chándal! También guardo un grato recuerdo de José Vicente, que se hacía poner el «don» por delante para que diera la impresión de que era un señor de fiar y a quien todos mirábamos con asco porque se pensaba que te podía dar collejas como en los viejos tiempos en los que en la tele echaban El Parte en vez del Telediario.

Los profesores no son como en la televisión, es evidente, no hay un director como Belding (Salvados por la Campana), ni un profesor suplente como el señor Bergstrom (Los Simpsons). Eso sí, lo que tampoco me había encontrado hasta el momento es una profesora que intentara sobornar a una alumna (alumnos chantajeando a profesores sí, en el instituto casi a diario), como nuestra protagonista de hoyBernadette Camacho.

Bernadette es profesora en Nueva York y cuentan que tiene algo de temperamento. Bueno, algo… el suficiente como para gritar a toda una clase «¡TENÉIS LA CABEZA EN EL CULO!» (con perdón por lo de cabeza) y algunos insultos más, después de lo cual los jefes de la escuela decidieron abrir una investigación sobre su forma de enseñar.

Aquí es donde Bernadette se vio con el agua al cuello, se dio cuenta de que a poco que prosperara la cosa iba a ser multada o despedida del Hillcrest High School. Además, el encargado de realizar el informe se llamaba Richard Condon y, qué queréis que os diga, a mí con ese apellido no me inspiraría confianza.

No estaba equivocada. A la buena de Bernadette le abrieron un expediente disciplinario por mal comportamiento, pero antes de ser juzgada hizo un movimiento desesperado: le dijo a una alumna que le pondría buenas notas si testificaba a su favor. Soborno, lo llaman en mi pueblo. Trajes, lo llama El Bigotes.

Durante cinco días, Berna (ya hay confianza, después de tantos párrafos) llamó a la muchacha insistiéndole en que aceptara el acuerdo, según la prensa estadounidense. La joven no aceptó y ella le dio las gracias «por hacer mi vida peor», según el informe del señor Condon. Ese soborno le costó el despido.

Hay gente que nace para dar clase, y Berna es una de ellas. En diez años de carrera acumulaba quejas por agresiones físicas y verbales. En 2010, incluso, la cosa se le fue de las manos y pagó una multa después de montar un cirio en el colegio. Además, acudió a clases de manejo de la ira… que no le han valido de nada, como podemos comprobar.

¿Qué podía hacer Berna llegado a este punto? Parece un callejón sin salida, pero a la señora Camacho aún le quedaba una bala en la recámara: había visto suficientes ruedas de prensa de Mourinho y entrevistas a exjugadores rusos del Racing de Santander como para no saberlo… y culpó al traductor (bueno, más o menos). Dijo que el problema era que sus estudiantes eran bilingües, con el castellano como primera lengua, y que los insultos fueron algo así como un malentendido fruto de su mal español. Imagino que la escena sería algo así:

Bueno, luego dijo que había estudiantes rebeldes, gente con necesidades especiales… e incluso admitió haberles llamado «pequeños demonios» y haber dicho «no tengo la cabeza en el culo». Esto es como cuando yo digo barbaridades, las tacho, y al lado pongo una frase moderada. No hay quien se lo crea.

PD: Vamos, que al final va a resultar que dijo cáspita, rayos y retruécanos y la gente lleva diez años montando una conspiración contra ella. Ya, y Domingo daba gimnasia a los niños pequeños porque había tocado techo en el mundo de las matemáticas, no te jode no te joroba.