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La madre que pasa más tiempo con un muñeco que con su hija

¿Hay alguien por ahí? ¿Seguís todos de puente? Bueno, pues como quedaremos cuatro gatos vamos a empezar con una regresión a la infancia / adolescencia. ¿Os acordáis de los tamagotchis? Hubo un tiempo en el que no existía Internet de forma generalizada (SÍ, LO HUBO) y los niños llevaban estas maquinitas al colegio para cuidar a su bichejo virtual: había que darle de comer, jugar con él, respetar sus horas de sueño… y si no lo tratabas bien te salía tan cabronías que ni Supernanny te lo arreglaba.

Ahora la vida ha evolucionado, claro, y los tamagotchis no se llevan, pero han inventado cosas peores. Si no, que se lo digan a Ashleigh Kirby, una británica de 36 años que protagoniza ríos de tinta («si no que se lo digan a», «ríos de tinta»… estoy tirando de clásicos, ¿eh?) en la prensa de su país porque ha comprado un bebé realista que le ha costado más de 185 euros y con el que pasa, según dicen, más tiempo que con su verdadera hija.

Desde el embarazo psicológico de Ally McBeal y aquel mítico bebé bailón que salió durante un tiempo en al tele no se había visto cosa igual. Ha bautizado a la criatura como Finlay y se ha dejado un dineral en ropitas para su recién nacido. Nadie le diría nada, ni siquiera cuando la ven pasear a Finley en su carrito, si no fuera porque pasa atiende más al bebé falso que a su hija Becky, de 12 años.

Dicen los tabloides ingleses que Ashleigh compró el muñeco hace seis meses, después de romper con su pareja, y que ya ha encargado otra más… supongo que se sentirá sola con una hija de carne y hueso y otra criatura de plástico.

«Siempre pensé que faltaba algo en mi vida y cuando vi a estos bebés, supe rápidamente lo que era», cuenta nuestra pirada peculiar protagonista, que pensó en adoptar un niño pero no lo hizo porque es «muy vaga».

Si aún creéis que esto es normal, igual es el momento ideal para que sepáis que tiene una cuna en su habitación, un cochecito, un asiento especial para su coche y un armario lleno de ropa para la criatura. Además, le cambia el pañal con cierta asiduidad. Lo normal, vamos…

Por si fuera poco, tiene la cara de decir que le habría gustado conocer a un hombre con el que tener muchos hijos… aunque luego confirma que le da pereza adoptar un crío. También choca leer cómo habla de su instinto maternal antes de asegurar que los niños reales dan «demasiado trabajo».

¿Aún os parece normal? Bueno, pues asegura que cuando vio a Finlay por primera vez tuvo un vínculo «más fuerte» que cuando vio a su hija real, Becky, y la pobre niña de 12 años cuenta que ve rara la obsesión de su madre y que oculta a sus compañeros que tiene un hermano (¡NO ES PARA MENOS!).

La propia Becky dice que su madre no le dedica el tiempo que antiguamente solía dedicarle, pero aún así no piensa que Finlay sea el favorito. Ya veremos qué ocurre cuando llegue Summer, su hermanita de plástico, que está al caer.

PD: A lo mejor dentro de un año da en adopción a su hija porque no le puede dedicar ni un minuto.