Pasión por volar, pasión por la vida

Undécimo día: volando unas cuatro horas, desde Islandia a Kulusuk, en Groenlandia

El sábado 30 despegamos de Reikiavik a máximo peso  en una mañana soleada con buena previsión meteorológica en ruta y en destino.

Planificamos 5.000 pies para estar por debajo del nivel de hielo.

El vuelo fue suave, en una atmósfera laminar con ligero viento en cola, que nos permitió avistar en el 28 Oeste, precedida de un mar de hielo y de icebergs, la costa de Groenlandia.

A 40 NM del aeropuerto de Kulusuk entramos en contacto con la torre, que nos informó de que no había tráfico en la zona.

Iniciamos un suave descenso, para no enfriar los cilindros traseros del motor, hasta 800 pies, y disfrutar de la majestuosa naturaleza helada, durante las últimas millas de una aproximación para no olvidar, en un aire diáfano y un sol radiante, amplificado por la nieve y los azules turquesa.

Con viento suave del oeste hicimos una base corta a la pista 29, de grava grisácea, mimetizada con el agreste paisaje, y solo identificable por las sencillas luces de delimitación que permanecen las 24 horas encendidas, ya que es el único campo de aterrizaje operativo en 500 km (si no llegamos a entrar teníamos combustible para volver a Reykjavik de alternativo).

Fue construido por los americanos durante la guerra fría como parte de la red «Dew line», preventiva de una hipotética invasión Rusa y ahora gestionada por una empresa dependiente del gobierno de Groenlandia.

Estamos en Groenlandia, a un grado del Círculo Polar.  Sentimos que el verdadero viaje acaba de comenzar.

 

Nos hemos quedado en el Hotel Hilton 5 estrellas, llamado así irónicamente por lo espartano de estas instalaciones, dependientes del aeropuerto para dar servicio al personal estacional. Compartimos el barracón con dos empleados del servicio de información turística del aeropuerto.  Estamos encantados aquí, y Jacob, el jefe de torre, nos ha invitado a ver mañana el España – Italia (cuando escribimos la crónica hemos visto ya el partidazo). Bradt, técnico alemán de mantenimiento eléctrico del aeropuerto, nos ha invitado a visitar el alto donde los americanos tenían sus antenas y desde donde se observan unas espectaculares imágenes del océano de hielo y las agrestes montañas.

Allí, hemos brindado con Qubél por la belleza de estos paisajes.

 

Versión de este post en inglés :

http://winetoursmadrid.com/en/undecimo-dia-volando-unas-cuatro-horas-desde-islandia-a-kulusuk-en-groenlandia/

2 comentarios

  1. Dice ser Jose A. Fernández Iglesias

    Espero que las bajas temperaturas no hayan arruinado la degustación de tan estupendo vino.

    Salud!

    03 julio 2012 | 11:00

  2. Dice ser Clemente

    Desde ahora os habeis convertido en Admunsen y su ayudante…
    Pero ellos llevaban sacacorchos y viendo vuestra botella de Qubel cerrada, sospecho que se os olvidó en la bodega.
    jajaja…
    Hay que conseguir una bandera española que ondee en la Maule para celebrar que somos Campeones de Europa…otra vez y llevar ese mensaje allende los mares.
    Salut y Força
    CAMPEOOOOOONES!!!

    05 julio 2012 | 12:08

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