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Nos toca ya otro premio Nobel

«El Nobel que no pudo ser», titularon ayer algunos periódicos sus obituarios sobre Miguel Delibes. No, ya no será premio Nobel, nunca se da el premio a autores fallecidos.

Delibes fue un eterno candidato al Nobel. La última, hace apenas dos meses, cuando la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) se lo propuso a la Academia Sueca junto al argentino Ernesto Sábato y al nicaragüense Ernesto Cardenal.

El Nobel, la verdad, no ha hecho mucha justicia a la literatura española. Nos ha dado cinco, en 110 años de historia del premio: José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977) y Camilo José Cela (1989). ¿Son éstos los cinco escritores más importantes de la literatura española en el último 110 años? Yo quitaría de la lista a tres, Echegaray, Benavente y Cela, y añadiría a Galdós, a Valle Inclán, a Baroja, a Antonio Machado, a Lorca, a Cernuda, al propio Delibes…

Lo de Echegaray fue un escándalo en su tiempo. No es un literato ni de segunda fila, quizás de tercera o de cuarta. Fue más importante como científico o como político que como escritor. Cuando le dieron el Nobel, los entonces jóvenes de la Generación del 98 protestaron con una cacelorada creo que a la puerta de su propia casa. Uno de los más críticos con él era Valle Inclán. Dicen que, años después, cuando Echegaray ya tenía una calle con su nombre en Madrid, Valle escribió desde Galicia una carta a un amigo suyo que vivía en ella y puso en el sobre, en la dirección: «Calle del Viejo Idiota, número tal». La carta llegó a su destino, y Valle lo contó diciendo que de ahí se deducía el buen criterio literario que tenían los carteros madrileños, muy superior al de los miembros de la Academia Sueca.

Si a Galdós le hubieran dado el Nobel (pudo ganarlo, los suecos pidieron un año un nombre al Gobierno español, y el Gobierno, insensato, preferió dar el de Menéndez Pelayo), probablemente los del 98 también hubieran protestado. Sobre todo Valle, que a Galdós le llamaba «Don Benito el Garbancero». Pero Galdós, aunque le doliera a Valle, era un escritor de primerísima fila, nuestro Balzac, nuestro Eça de Queiroz, nuestro Dostoievski, nuestro Dickens.

Benavente fue de gloria efímera. No ha perdurado gran cosa. Supuso un revulsivo al teatro de su tiempo, pero visto en la distancia muy inferior al que fue Valle con sus Luces de bohemia o sus Divinas palabras.

Cela, en mi opinión, mereció el Nobel por sus obras de los años cuarenta, sus primeras obras, y mereció que se lo quitaran por todo lo que escribió después.

Juan Ramón Jiménez y Aleixandre son incontestables, son dos grandes de la poesía. Quizás la Academia Sueca premió también con ellos a otros dos grandes que no tuvieron galardón porque murieron demasiado pronto, Machado y Lorca, sobre todo el segundo.

El último Nobel de literatura que le dieron a un español fue en 1989. Ya tocaría otro, esta década quizás. Pero muertos Torrente y Delibes, nos quedan pocos nombres con trayectoria y prestigio suficiente para alcanzarlo: Ferlosio, Matute, Gamoneda…