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¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Tal noche como hoy

En muchas zonas de España, el día de Santiago pasa por ser el más caluroso del año. Cuando llega la noche tórrida, la noche de Santiago, en los pueblos, y aun en algunos barrios en las ciudades, muchos vecinos toman la fresca o celebran pequeñas fiestas. «Fue la noche de Santiago y casi por compromiso».

La casada infiel es uno de los poemas más conocidos y celebrados de Federico García Lorca. Algunas de sus explosiones poéticas están entre las antológicas de la literatura castellana: «Se apagaron los faroles / y se encendieron los grillos»; «Toqué sus pechos dormidos, / y se me abrieron de pronto / como ramos de jacintos»; «Sus muslos se me escapaban / como peces sorprendidos, / la mitad llenos de lumbre, / la mitad llenos de frío»; «Sucia de besos y arena»… Y algunos de sus versos son tan populares como algunos fragmentos del Quijote o del Tenorio: «Yo me quite la corbata. / Ella se quitó el vestido. / Yo el cinturón con revólver. / Ella sus cuatro corpiños». «No quiero decir, por hombre, / las cosas que ella me dijo». «Y no quise enamorarme / porque teniendo marido / me dijo que era mozuela / cuando la llevaba al río»…

Aquí va el romance completo. Disfrútalo lentamente, verso a verso. Está lleno de pequeñas joyas:

LA CASADA INFIELl

Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago

y casi por compromiso.

Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas

toqué sus pechos dormidos,

y se me abrieron de pronto

como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua

me sonaba en el oído,

como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas

los árboles han crecido,

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quite la corbata.

Ella se quitó el vestido.

Yo el cinturón con revólver.

Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montando en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.

No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena,

yo me la llevé del río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.

Como un gitano legítimo.

Le regalé un costurero

grande, de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río.

Si buscas en Internet, encontrarás muchos análisis literarios sobre el poema. Aquí va uno.