En pleno debate sobre si a la crisis económica le queda aún mucho trecho en España, sobre la mayor o menor incapacidad del Gobierno de Zapatero para capearla, sobre si el propio ZP está ya agotado como político… es descorazonador ver que la alternativa, el PP, es un partido con terribles desgarros internos, con un líder tan débil que no cree en él ni su propio electorado (según muestran una tras otra todas las encuestas) y con tres ejemplos de Gobierno, de ejercicio del poder, poco ejemplares, nada edificantes:
– el de Alberto Ruiz-Gallardón en el Ayuntamiento de Madrid, con una deuda estratosférica y unos impuestos tan duros a los ciudadanos que desmontan día tras día lo que dicen Rajoy y Cristóbal Montoro en el Congreso para afearle a Zapatero su subida de impuestos.
– el de Francisco Camps en la Comunidad Valenciana, metido con mucho más que cuatro trajes en los engranajes de la red corrupta de Correa y El Bigotes.
– el de Esperanza Aguirre en Madrid, descrito con mucho detalle por su propio compañero de partido Manuel Cobo, vicealcalde de Madrid.
El último Barómetro del Cis, conocido el lunes pasado, decía que «la clase política, los partidos políticos» ya es, para los españoles, el cuarto problema que más preocupa, sólo superado por «el paro», «los problemas de índole económica» y «la inmigración», y por encima de «el terrorismo, ETA». A comienzos de año, los políticos eran nuestro séptimo problema, ahora son el cuarto, van a llegar al podio en breve.