El levantamiento, ayer, de un tercio del sumario que se instruye en el TSJ de Madrid sobre el caso Gürtel o Correa ha sacudido los cimientos del PP. Como se sospechaba por los intentos desesperados de las últimas semanas de la dirección del partido por desacreditar a jueces, fiscales y policías, no eran casos aislados de corrupción de algunos dirigentes lo que había detrás de la trama de Correa y el Bigotes: era, o es, una corrupción generalizada, amplísima, de la que se nutrían no sólo garajes, armarios y cuentas corrientes de bastantes altos cargos populares sino también las arcas del propio partido. Por si hubiera alguna duda sobre a qué se dedicaba la red de corruptores y corrompidos, el máximo dirigente, Francisco Correa, había dado instrucciones a sus ayudantes para que le llamaran Don Vito, el nombre del capo del libro y la película El Padrino.
Otro don, don Mariano Rajoy, pidió ayer en público «indiferencia» y «olvido» sobre estos asuntos, sin nombrarlos. No creo que le vayan a hacer mucho caso ni los jueces ni los fiscales ni la Policía ni la prensa ni la opinión pública… ni una parte de su propio partido. Porque una doña, atención, doña Esperanza Aguirre, lamentaba también ayer que se haya levantado sólo una parte del secreto del sumario, luego ha pedido lo contrario que su jefe político, ha pedido más atención y más luz y más taquígrafos, y ninguna indiferencia y ningún olvido.
¿Por qué? ¿Qué hay en la parte aún secreta del sumario? ¿Algún «lío morrocotudo» de Don Vito que perjudica mucho a don Mariano, rival de doña Esperanza en la lucha por el poder en el PP que se libra desde hace año y medio? Aguirre está salpicada (muchísimo: un ex consejero suyo y varios diputados autonómicos suyos y varios ex alcaldes suyos están ya imputados y bajo fianza), y Aznar y Fraga y Cascos y Camps… ¿Quiere Aguirre que el propio Rajoy resulte cuanto antes salpicado más directamente aún que lo que ya le salpicó el tesorero, Bárcenas?
Los partidarios de Aguirre en la lucha del poder en el PP, y sus medios de comunicación afines, andan estos días recordando una y otra vez que doña Esperanza tomó medidas, cortó cabezas, destituyó de inmediato a aquellos de los suyos que habían hecho negocios con Don Vito, que ella había afrontado sus responsabilidades, en suma, mientras que otros (léase Camps, léase Rajoy) no lo habían hecho. Consideran estos tratadistas que aquellas decisiones de Aguirre la dejaron limpia, y que la inacción de Rajoy y lo que esconde aún el sumario lo manchan y lo debilitan, lo convierten en una pieza que aún se puede abatir.
En una película basada en prácticas de la mafia, la trama seguiría quizás así: en dos telediarios, algún detalle nuevo del sumario abofetearía directamente a Don Mariano. En tres telediarios, algún dirigente de segundo nivel y no significado en el pulso marianistas-aguirristas visitaría al líder y le diría con voz ronca: «No es nada personal, amigo. Traigo un recado de los chicos… Creen que es mejor que lo dejes». Y en cuatro telediarios se convocaría un congreso extraordinario del PP al que llegaría como caballo blanco, como gran tabla de salvación del partido, Doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma.
Pero eso pasaría en el cine, y esto es la vida real.