¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Francia, en claves españolas

Ya estábamos en España acostumbrados a que, en las noches electorales, casi todos los partidos -salvo desastre estrepitoso- se presentaran como los ganadores. Ahora estamos viendo que nuestras formaciones políticas, y especialmente las dos nuevas, son capaces incluso de proclamarse los ganadores de unas elecciones fuera de España; por ejemplo, en las francesas de ayer.

Algunos dirigentes de Ciudadanos están celebrando la victoria y el paso a la segunda vuelta de Enmanuel Macron -y su probable triunfo holgado sobre Marine Le Pen el próximo 7 de mayo- como si fuera la prueba definitiva de la inminente llegada de Albert Rivera al Palacio de la Moncloa como presidente del Gobierno español. Y algunos de Podemos se congratulan del enorme y meritorio salto de Jean-Luc Mélenchon, que se ha convertido en el principal referente de la izquierda, dejando a los socialistas en posiciones residuales al triplicarlos en votos, como si el fenómeno fuera totalmente trasladable aquí, y con el mismo efecto en el campo socialista.

Es cierto que hay algunos paralelismos entre la situación política en Francia y la que tenemos en España. Pero también lo es que hay muchas diferencias. Aquí -por suerte- no tenemos, ni de lejos, un partido xenófobo de extrema derecha con la fuerza, implantación y transversalidad ideológica al captar apoyos electorales como los que muestra el Frente Nacional francés. Aquí tampoco tenemos -por desgracia- la fina pituitaria que muestran los votantes franceses ante la corrupción de sus políticos afines, sensibilidad que explica por qué François Fillon ha pasado en pocos meses de ser el casi seguro presidente galo a quedarse por debajo del 20% de los votos y no superar el corte de la primera vuelta.

Mención aparte merece, en los paralelismos y en las diferencias, el caso de los socialistas franceses. El hundimiento de su candidato, Benoît Hamon, recuerda demasiado a otros de nuestro entorno europeo, desde más lejanos en el tiempo, como el del Pasok en Grecia hasta recientes como el del PvdA holandés, que ha pasado en nada de gobernar -en alianza con la derecha- a ser sólo el séptimo partido en votos en las elecciones de hace poco más de un mes. En las urnas, Hamon no ha pagado tanto su anunciado giro a la izquierda como las políticas erradas de Hollande y la división interna en sus filas, en las que al perdedor frente al propio Hamon en las primarias, Manuel Valls, le faltó tiempo para anunciar… que votaría a Macron.

En resumen: abrazar desde la socialdemocracia las recetas liberales y traicionar a los que internamente han ganado procesos internos es tomar muchas papeletas para el desastre y el paso a la marginalidad. En el PSOE deberían tomar nota.

El día en que Zapatero cedió ante Rubalcaba y renunció a las primarias y a Chacón

Se ha especulado mucho estos últimos días, tras la muerte de Carmen Chacón: ¿Hubiera sido muy diferente la historia del PSOE durante estos últimos cinco años si en el 38º Congreso Federal del partido, celebrado en Sevilla en febrero de 2012, en vez de ganar Alfredo Pérez Rubalcaba lo hubiera hecho Chacón? Vayámonos un poco más atrás en el calendario, a casi un año antes. ¿Hubiera sido muy diferente la historia del PSOE y de España si en la primavera de 2011 Zapatero no hubiera sucumbido a las presiones y hubiera permitido, como había prometido antes, que su sucesión se decidiera en unas primarias?

La secuencia de hechos y los detalles de aquellos días son interesantes, porque encierran enseñanzas aún vigentes y debates internos no resueltos. (Te aconsejo que, si tienes tiempo e interés, abras los enlaces).

Sábado 2 de abril de 2011. Para sorpresa de muchos (no de todos), el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hace dos anuncios muy relevantes en el Comité Federal del PSOE. El primero, que no será candidato en las siguientes elecciones generales, previstas entonces para 2012. El segundo, que el cabeza de cartel socialista saldría de un proceso de primarias. Con el primer anuncio, Zapatero, muy deteriorados ya su reputación y su crédito político tras las controvertidas -incluso dentro del Gobierno- medidas ‘neoliberales’ que había tomado en mayo de 2010 frente a la crisis económica, cedía así a dos diferentes tipos de presiones internas: unas, de los que aspiraban a sucederle como líder del PSOE; otras, de presidentes autonómicos y alcaldes socialistas que temían pagar ellos los platos rotos de ZP en las elecciones autonómicas y municipales previstas para el 22 de mayo. Con la segunda decisión, se sacudía Zapatero -o eso creía él entonces- las presiones de su número dos en el Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, vicepresidente del Ejecutivo y ministro del Interior, y de su número dos en el partido, el vicesecretario general José Blanco, que le empujaban a designar a dedo a un sucesor: al propio Rubalcaba.

Domingo 22 de mayo de 2011, una semana después de que hayan comenzado las movilizaciones ciudadanas del 15-M contra la vieja política. El PSOE cae estrepitosamente derrotado en las elecciones autonómicas y municipales. En las municipales, que se celebran en toda España, el PP le saca casi 10 puntos porcentuales: 37,53% frente a 27,79%. Los socialistas pierden varios gobiernos autonómicos y grandes alcaldías. ‘Del bipartidismo al partido y medio’, titulé una entrada ya al día siguiente en este blog, en la que decía: «El PSOE entonó anoche el final de uno de sus ciclos históricos, el del zapaterismo. Aunque quizás no fue ayer cuando se produjo el final, quizás fue hace un año, cuando, acuciado por la crisis económica generalizada y por el acoso de los mercados financieros, el líder socialista y su Gobierno emprendieron un viraje de sus políticas económicas y sociales que su electorado no le han perdonado».

Lunes 23 de mayo de 2011. Zapatero comunica a la Comisión Ejecutiva del PSOE que ese mismo sábado, día 28, va a llevar al Comité Federal del partido una propuesta de calendario para las primarias que él mismo había anunciado en el anterior Comité Federal, el 2 de abril.

Martes 24 de mayo de 2011. Carmen Chacón, ministra de Defensa, se reúne con Zapatero y le confirma oficialmente lo que desde días atrás era un secreto a voces en muchos círculos políticos de Madrid: que se va a presentar a esas primarias del PSOE anunciadas en abril por ZP para elegir al candidato socialista a presidente del Gobierno y que quiere abrir un debate en profundidad sobre el partido y sus políticas. Pero ese mismo día, varios medios contamos que la dirigente catalana estaba siendo presionada para que no lo hiciera o para que aceptara unir fuerzas con Rubalcaba, como segunda suya. Esa tarde, el líder de los socialistas vascos y lehendakari, Patxi López, anuncia que va a proponer que en el Comité Federal previsto para el sábado 28, en principio para convocar las primarias, no se aprueben estas sino un congreso extraordinario del PSOE. El órdago es muy claro: si se hace así, Zapatero y su Ejecutiva caen en sus puestos en el partido, y el propio Gobierno queda desestabilizado.

Jueves 26 de mayo de 2011. A primera hora de la mañana, circula la especie –que recogemos varios medios en nuestras ediciones online- de que Rubalcaba y Blanco «retirarían los tanques que le han puesto en la puerta a Zapatero» -me autocito- «si a cambio Zapatero convence a Chacón de que anuncie que no será candidata y se va a unas primarias con un solo candidato: Rubalcaba». Ese mismo día, al final de la mañana, Chacón cede: anuncia casi entre lágrimas en una comparecencia en la sede central del PSOE que renuncia a ser candidata, al tiempo que denuncia, sin dar nombres, las maniobras internas que arriba se relatan. No habrá en el PSOE ni primarias ni «un debate ideológico sobre si volver o no a las esencias del partido o sobre por qué les dan la espalda los ciudadanos». La guerra interna la ha ganado Rubalcaba.

Lo que siguió es mucho más conocido. Las elecciones generales se celebraron finalmente en noviembre de 2011. El PSOE -sin debate interno, sin autocrítica, sin revisión de sus políticas y de su viraje de mayo de 2010 y con Rubalcaba de candidato sin pasar por primarias- sufre una derrota severa: pasa del 43,87% de los votos y 169 diputados al 28,73% y 110 escaños. Pocos meses después, en febrero de 2012, Rubalcaba salva su cabeza por muy poco en el 38º Congreso Federal del PSOE. Apoyado por la vieja guardia del partido -Felipe González, Alfonso Guerra, José Bono, Manuel Chaves…-, derrota a Carmen Chacón -a la que apoyaba la entonces estrella andaluza emergente Susana Díaz- por 487 votos a 465 de los delegados. Rubalcaba aguantó un par de años más, hasta la siguiente derrota electoral, la de las europeas de mayo de 2014, en las que el PSOE cae al 23% de los votos y emerge Podemos con casi el 8%.

Chacón hizo aquellos días algunas reflexiones en público muy reveladoras: los socialistas hemos «perdido la conexión con la realidad» y solo se recuperará «si demostramos un propósito sincero de rectificación de nuestras políticas, nos abrimos y escuchamos». Y cometió un error, quizás el mayor en su carrera: no presentarse a las primarias convocadas para la secretaría general, a las que finalmente acudieron Pedro Sánchez, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias.

Rectificación de las políticas, abrirse, escuchar… La asignatura del PSOE sigue pendiente.

La tregua de Chacón, una oportunidad para el PSOE

Todo el PSOE -sus militantes, sus cuadros medios, sus dirigentes orgánicos, sus altos cargos institucionales, sus tres candidatos a liderarlo…- debería aprovechar y ampliar la tregua que en su guerra interna se ha concedido tras la muerte de Carmen Chacón para abordar en serio y a fondo los graves problemas que tiene.

Desnortado y declinante desde sus últimos años en el Gobierno central, dividido, resquebrajado, con odios cainitas dentro, con un divorcio a garrotazos entre buena parte de sus bases y gran parte de su dirigencia, sin liderazgo claro, sin discurso reconocible para gran parte de la sociedad que durante décadas lo ha tenido como uno de sus principales referentes, estrechado su campo de juego por el nacimiento de nuevos y potentes partidos a su izquierda y a su derecha, inadaptado aún en el nuevo hábitat y la nueva sociedad de la postcrisis y la globalización… el PSOE corre un serio riesgo de irse en los próximos años hacia la irrelevancia. 

Las primarias y el congreso que afronta en las próximas semanas serán la clave. Hagan todos autocrítica, renuncien a ventajismos, proclamen y practiquen el juego limpio, debatan con altura de miras, acepten el resultado aun antes de conocerlo, aspiren a la unidad del día después. Por su bien, y por el conjunto de la sociedad.

La sorda batalla del censo en el PSOE

La batalla del censo es una de las claves de las primarias del PSOE. Y ya se está librando, hasta ahora con poco ruido en público, pero muchas nueces dentro.

El próximo viernes por la tarde, los secretarios de organización de todas las federaciones territoriales socialistas (una por cada comunidad autónoma) han sido convocados por el responsable de organización de la gestora, el andaluz Mario Jiménez, a una reunión que se presume larga. En ella, se prepararán diversos asuntos que se elevarán a la gestora, que los debatirá pocas horas después, en su reunión a primera hora del sábado 1 de abril previa al Comité Federal que convocará oficialmente las primarias para elección del secretario general -previsiblemente el 21 de mayo- y el congreso el 17 y 18 de junio.

El censo de militantes con derecho a voto será uno de los temas estrella de la reunión del viernes. El asunto llega rodeado de cierta polémica, y alguno de los asistentes ha pedido información al detalle de cómo estaba el censo a 1 de octubre -el día que cayó Pedro Sánchez como secretario general-, cómo está ahora y qué movimientos significativos se han producido en medio. Entre los movimientos significativos, algunas solicitudes masivas de afiliación detectadas en Jaén, Córdoba, Albacete, Madrid…

Las inscripciones en el PSOE no son automáticas. Todas las solicitudes acaban en la sede federal del partido, en la calle Ferraz de Madrid, donde la Secretaría de Organización hace algunas comprobaciones, examina si hay «objeciones» o «alegaciones» (de ambas cosas habla el Reglamento de Afiliados y Afiliadas socialista) y aprueba o deniega cada solicitud.

Dado que ahora, en la interinidad en la que vive el PSOE desde hace casi seis meses, no hay Secretaría de Organización, son el responsable de Organización de la gestora, Mario Jiménez, y su adjunta, la extremeña Asunción Godoy, quienes asumen esa delicada tarea. Y ahí se acelera la polémica: al equipo de Pedro Sánchez no le parece justo ni ecuánime ni neutral que esa función tan importante en un PSOE tan dividido esté en manos de una de las partes. Temen que barra para casa, la de Susana Díaz, ya que además de ser portavoz y responsable de comunicación y de organización de la gestora, Jiménez es portavoz del grupo socialista en el Parlamento de Andalucía. Días pasados, cuando se confirmó que Susana Díaz se presentaba a las primarias, desde el entorno de Sánchez se le pidió a Jiménez que dejara uno de sus dos cargos, por incompatibles.

El censo de militantes socialistas con derecho a voto en las primarias se cierra el próximo sábado por la mañana, cuando comience formalmente el Comité Federal del PSOE que las convoca. Pero no se hará público ese mismo día sino unos cuantos después, cuando las solicitudes de estas últimas semanas hayan pasado por el filtro de Jiménez. O de Godoy, si Jiménez dimite en la gestora (cosa harto improbable).

La gestora del PSOE ha de ser neutral y parecerlo

Censo fiable de afiliados con derecho a voto, financiación de las candidaturas, voto presencial o también telemático, mínimos y máximos de avales, reglamento general de las primarias… No le faltan tareas cruciales a la gestora del PSOE, que mañana se reúne con representantes de los tres precandidatos: Patxi López, Pedro Sánchez y Susana Díaz.

El órgano director interino del PSOE no llega a la cita ni a las semanas clave con los mejores antecedentes. Su gestión durante estos largos meses (estirados más allá de todo lo razonable; y atribuyéndose funciones que no le correspondían, puesto que la gestora es un órgano alegal que no figura en los Estatutos del PSOE) ha sido cuestionada tanto por las élites del partido que fueron víctimas del golpe de mano del 1 de octubre pasado como por gran parte de las bases.

No, al partido definitivo -las primarias y el congreso- no llega el árbitro impoluto, impecable, libre de toda sospecha.

Haría bien en tomarse ahora la delicada tarea del arbitraje como una oportunidad de redención, de lavar las manchas del reciente pasado, y no de echarse otras nuevas en el expediente. La gestora del PSOE ha de ser neutral y parecerlo. Tras el bochornoso espectáculo del otoño pasado, lo peor que le podría pasar ahora al Partido Socialista es que sus primarias olieran a juego sucio o a componenda por parte de alguno de los jugadores o por parte del árbitro.

La socialdemocracia, una especie en riesgo de extinción

Además del frenazo a medias al partido xenófobo de extrema derecha que lídera Geert Wilders (y digo a medias porque no ha ganado, pero ha seguido subiendo en votos –del 10,1% al 13,1%– y en escaños –de 15 a 20–, las elecciones holandesas han arrojado otra noticia que trasciende el ámbito nacional neerlandés y que supone un nuevo aviso a navegantes en otros países europeos: el hundimiento estrepitoso del partido socialdemócrata tradicional, que allí se llama Partij van de Arbeid, Partido del Trabajo (PvdA), que ha sido durante décadas el hegemónico en la izquierda y que ha gobernado en diversos periodos.

Ayer se derrumbó. Queda séptimo en la tabla. ¡Séptimo! Pasa del 24,8% de los votos al 5,7%. Cae de 38 a solo 9 escaños. Nueve, no es una errata.

¿Qué le ha hecho a su electorado la socialdemocracia holandesa para que le pase esa enorme factura? Entre otras cosas, entrar estos años atrás en el Gobierno liberal de derechas de Mark Rutte, el primer ministro saliente y probablemente entrante, y llevar en él nada menos que el Ministerio de Finanzas, el que ha aplicado duras medidas de austeridad genuinamente liberales, nada socialdemócratas.

Un hundimiento similar le pasó en Grecia al Pasok que pactó con la derecha y un fenómeno parecido, pero con muchos menos daños electorales, por ahora, le empezó a pasar al PSOE desde que Zapatero tomó en mayo de 2010 medidas nada socialdemócratas y le puede pasar mucho más en breve si su nuevo líder o lideresa no corrige el rumbo que le dio la gestora cuando propició con su abstención el nuevo mandato de Rajoy. Una reciente encuesta, el domingo pasado de Metroscopia para El País, colocaba al PSOE tercero en voto estimado y cuarto en voto directo, lejísimos del PP y claramente por debajo de los dos partidos nue-vos: Podemos y Ciudadanos.

El hundimiento del PvdA en Holanda demuestra, una vez más, que la socialdemocracia clásica europea sigue desnortada y sin hallar su nuevo camino. La gran corriente política que durante largas décadas le ha dado a los países europeos algunos de sus mejores atributos no encuentra propuestas convincentes para la nueva sociedad que surge de la globalización, de la revolución tecnológica, de la gran crisis económica y de la indignación. Si no se da prisa en hallarlas, la socialdemocracia será en breve una especie en riesgo de extinción en algunos hábitats.

Un PSOE casi en estado de coma

Además del dato general de estimación de voto que le adjudica al PSOE, que es paupérrimo -tercero, con solo el 19%, a la misma distancia de Podemos que ventaja sobre Ciudadanos, dos puntos y medio en ambos casos-, la encuesta de Metroscopia que publica El País tiene algunos otros datos muy preocupantes para el PSOE.

Uno de ellos es la intención directa de voto. El PSOE solo es cuarto, con el 12,7%, casi duplicado por el PP (20,2%), muy descolgado respecto a Podemos (17,9%) y ampliamente superado por Ciudadanos (14%).

El otro dato muy inquietante tanto para los barones del golpe de mano de octubre pasado contra Pedro Sánchez como para la gestora que ha decidido eternizarse en unas funciones que tendría que haberse autolimitado -en el calendario y en las atribuciones- es el de la satisfación de los votantes de cada uno de los cuatro grandes partidos con la labor parlamentaria que está realizando cada una de las formaciones. Todos tienen bastante contenta a su parroquia -al PP lo aprueba el 80% de sus votante y lo desaprueba el 18%; a Podemos, 71% a 26%; a Ciudadanos, 83% a 14%- salvo el PSOE, que pierde entre sus partidarios: el 46% de sus votantes lo aprueba frente al 51% que lo desaprueba. Los datos, tan contundentes, desmienten la teoría del PSOE oficial de que con su gestión de «oposición responsable» -apoyar al Gobierno en algunos temas y votar en contra en otros- recuperarían el favor de su electorado.

Hay otro epígrafe de la encuesta que, por desgracia, esta vacío para el PSOE. Es el de la valoración de líderes políticos. Se ofrecen resultados sobre Mariano Rajoy, Pablo Iglesias y Albert Rivera, y no los hay sobre ningún dirigente del PSOE. Ni el presidente de la gestora, Javier Fernández, ni los candidatos a las primarias ya anunciados Pedro Sánchez y Patxi López ni la probable candidata Susana Díaz han sido sometidos al escrutinio de los entrevistados por Metroscopia (y si lo han sido, no se han publicado los resultados). Una pena, porque quizás investigando sobre los diferentes proyectos de liderazgos que ahora tiene el PSOE se podría realizar un mejor diagnóstico de qué le pasa al partido socialista, a qué le atribuyen sus votantes y el público en general su estado casi de coma y si se atisba alguien en el horizonte capaz de sacarle de ese agujero.

Llámame caradura y sigue dándome pan

El mismo día en que el juez Eloy Velasco, que instruye el caso Púnica, interroga al que fue consejero de Transportes de Esperanza Aguirre y acelera su investigación porque ha encontrado nuevos y graves indicios de financiación ilegal del PP de Madrid…

y solo un día después en que uno de los tesoreros históricos del partido, Naseiro -sospechoso en su día de corrupción-, deje en evidencia de corrupción a otro de los tesoreros recientes, Bárcenas…

y solo dos días después de que el presidente de Murcia (PP) haya tenido que comparecer ante un juez imputado en cuatro graves delitos de corrupción y siga sin dimitir…

y solo tres días de, y cuatro días de, y cinco días de…

… Mariano Rajoy amenaza en el Congreso de los Diputados con meter en vía muerta la comisión parlamentaria de investigación sobre «la presunta financiación ilegal del PP» que acordó con Albert Rivera en el pacto que le permitió al líder del Partido Popular seguir de presidente del Gobierno.

Rivera y su partido, Ciudadanos, tuvieron un cierto éxito electoral tanto en las elecciones municipales y autonómicas de 2015 como en las generales de 2015 y de 2016 gracias, entre otras razones, a que enarbolaron la bandera de la regeneración, de limpiar a fondo la corrupción galopante que asolaba a los viejos partidos y de recuperar el prestigio de la política, de no hacer trampas, de cumplir la palabra dada…

Si Rivera no reacciona ahora de modo contundente a los desplantes que a diario le hace Rajoy -e incluso al modo en que alardean algunos en el PP de su incumplimiento del pacto-, el partido naranja y su líder se ponen en grave riesgo de perder gran parte de su caudal político y de reputación. Está bien decirle por gestos en el Congreso a Rajoy que es un caradura, pero Rivera ha de ir más allá, incluso más allá de impulsar con PSOE y Podemos la comisión de investigación que intenta bloquear el PP. Ha de acabar Rivera con el ‘llámame caradura, pero sigue dándome tus votos cuando los necesite’ a que le tiene sometido Rajoy.

El ninguneo a Ciudadanos y el desprecio a lo firmado -a la palabra dada y firmada- a que está llegando el PP ya no debería contestarlo el partido de Rivera solo con gestos y con algunas acciones puntuales. Si el socio PP sigue así, Rivera ha de cuestionarse el pacto en su conjunto.

Ciudadanos y Podemos, ante el espejo de la melancolía

Decía anoche en Salvados (La Sexta) el líder de Podemos, Pablo Iglesias, que apoyaría ahora -con algunas condiciones previas, lógicamente- una moción de censura con el PSOE para sacar a Mariano Rajoy del Gobierno.

Lleva varios días el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, amagando en público con romper su pacto en Murcia con el PP (que ya lo ha roto e incumplido, véase el segundo folio de este documento) e insinuando algunos de su entorno en privado que se podría incluso poner en cuestión el pacto de investidura de Rajoy, también por incumplimiento del PP nacional.

Los dos partidos hace apenas tres años emergentes tenían muy claro entonces, cuando emergían, que para cambiar realmente la vida pública y la política en España, y regenerarlas con garantías de que la corrupción se arrancara de raíz, era condición imprescindible sacar a Rajoy y al PP de Rajoy del mayor número de instituciones posible. Tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2015, y aliándose con el PSOE, tanto Ciudadanos como Podemos sacaron al PP de Rajoy de algunos gobiernos regionales y grandes ayuntamientos. Pero tras las elecciones generales, especialmente tras las del 20 de diciembre de 2015, ambos partidos -y ambos líderes- tuvieron en su mano lograr el objetivo principal, el de sacar a Rajoy de la Moncloa, que era parte nuclear de su fundación, de su emergencia y de su éxito electoral, y no lo hicieron.

En amplísimas capas de sus respectivos votantes, de los de Ciudadanos y de los de Podemos, aquel esfuerzo que resultó inútil ha generado una enorme melancolía. Quizás ahora Rivera e Iglesias, mirándose en el espejo retrovisor, también la sientan y por eso dicen lo que dicen. No debieran ni engañarse ni engañar a sus electorados: el objetivo ahora es remoto o directamente imposible.

¿Habrá pacto entre Pedro Sánchez y Patxi López?

Mas de 2.000 personas en Dos Hermanas (Sevilla) el pasado 28 de enero; unas 900 en Castellón el 1 de febrero; unas 1.000 en Zaragoza el 4 de febrero; unas 500 en Calasparra (Murcia) el 7 de febrero, unas 1.700 en Valladolid el pasado sábado, 18 de febrero, y unos 500 asistentes ayer abarrotando el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, más otros 700 que se quedaron fuera porque no cabían. El éxito de asistencia a los actos de Pedro Sánchez, en su precampaña para las primarias del PSOE, ha sorprendido no sólo en la gestora del PSOE -el mando que pese a ser interino va a acabar dirigiendo el partido durante 9 meses- y en el entorno de Susana Díaz -aún no declarada candidata-, sino también en el del otro precandidato proclamado, Patxi López.

López, que fue el primero que anunció que se presentaría a las primarias socialistas, está también de precampaña, pero con una asistencia a sus actos mucho menos numerosa. En el primero, en Fuenlabrada el pasado 27 de enero, unos 150 asistentes. En los últimos, el pasado viernes 17, en Granada, un centenar de asistentes; y el sábado 18, en Almería, medio centenar.

Es cierto que la asistencia a los mítines no es un indicador exacto de las fuerzas de cada cual, pero ya algunos de los dirigentes socialistas territoriales que fueron de Sánchez y se pasaron hace un mes a Patxi López empiezan a hablar en privado de la necesidad de un pacto entre ambos que impida «dividir el voto de izquierdas de los militantes» y entregarle la victoria a Susana Díaz. ¿Lo habrá? Tiempo para pensárselo y para negociarlo van a tener mucho los entornos de uno y de otro, pues las primarias no serán convocadas oficialmente hasta finales de marzo o primeros de abril.