¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Semana Santa a fecha fija

Tenemos estados laicos o no confesionales en prácticamente todo Occidente, pero muchas de nuestras fiestas y, en consecuencia, de nuestros calendarios laborales y de otros asuntos vitales, se basan aún hoy en celebraciones religiosas. Algunas de estas, además, cambian de fechas cada año, son fiestas móviles, como la Semana Santa, con lo que su repercusión es aún mayor sobre la vida cotidiana, sea laboral, escolar o económica.
La Semana Santa de este año es una de las más tempranas de nuestra vida. No tanto como en 2008, cuando tuvimos el primer trimestre del año, laboral y escolar, más corto de la historia. Desde el día de Reyes al domingo de Ramos solo transcurrieron 70 días naturales, frente a los 109 días de 2007 o los 92 de 2006. Este año, 77 días: un trimestre de dos meses y medio.
Las fechas de la Semana Santa, y con ella muchas otras fiestas móviles (carnaval, el Corpus…), están directamente relacionadas con las fases de la luna. En el Concilio de Nicea, en el año 325, la Iglesia decidió que la Pascua de Resurrección se celebraría siempre el primer domingo después de la primera Luna llena posterior al equinoccio de primavera. Este se produce cuando el día y la noche duran exactamente lo mismo. En 2008, el 21, viernes, fue el equinoccio y hubo Luna llena, y el 23 fue Pascua. Este año, el 20 de marzo el equinoccio, la primera Luna llena es hoy, día 27, y por eso el próximo domingo, 31, es Pascua de Resurrección.
La Semana Santa temprana tiene consecuencias de todo tipo. El primer trimestre es muy corto, y el segundo trimestre muy largo, y una y otra cosa repercuten en los asuntos más diversos, desde el rendimiento escolar o el laboral hasta el aumento del estrés o de las depresiones del común de la gente. Pero hay partes relevantes de la población, sectores económicos completos, para los que la altura del calendario en que caiga la Semana Santa es aún más importante, decisivo. Por ejemplo, el turismo. Una Semana Santa a finales de marzo mueve mucho menos dinero en todo -viajes, hoteles, apartamentos, restaurantes… ¡empleo!- que a primeros o a mediados de abril. Como el turismo, otros sectores vinculados y otras actividades con un alto grado de estacionalidad. La construcción, por ejemplo.
¿Tiene lógica, así las cosas, que sigamos para la Semana Santa con un calendario decidido hace casi 1.700, en una sociedad que no se parecía nada a la actual? Convendría cambiarlo, ¿pero quién puede hacerlo? Una organización supranacional. ¿La UE, que no es capaz de gestionar bien ni un invento tan reciente como el euro? ¿La ONU, cuyos Estados miembro se rigen por calendarios muy diferentes?
¿Y la inventora de la Semana Santa, la Iglesia, ahora que tiene al frente a un nuevo papa, parece que reformista? ¿Podría el papa Francisco impulsar una nueva Semana Santa, desvinculada del calendario lunar y a semana fija, la segunda o la tercera de abril, que corrija las consecuencias negativas de la actual?

Muchas preguntas para el papa

Los primeros pasos del nuevo papa apuntan bien. Signos de austeridad, ninguna ostentación: ni cruces de oro ni capas de armiño ni limusinas. Llamamiento a los cardenales para que su comportamiento sea «irreprochable». Y ese «tengamos el coraje de caminar», que es como decir no a las posiciones inamovibles. Da incluso la impresión de que Francisco tiene poco ego. ¡No parece argentino! Y el nombre adoptado: ha llegado al poder eclesial el jesuita franciscano, esperemos que con lo mejor de dos de las órdenes religiosas más relevantes en la historia de la Iglesia.
Tras las palabras y los gestos simbólicos, ahora debieran venir los hechos. ¿Se atreverá Bergoglio?
¿Denunciará la pobreza también en Europa, la brecha social, la dictadura de los capitales sobre las personas? ¿Se acercará a las víctimas de los recortes sociales, como en Argentina se acercó a los cartoneros? ¿Limpiará a fondo y para siempre el pozo podrido del Instituto para las Obras de Religión, el llamado Banco Vaticano? ¿Sacará de la Curia a las parece que abundantes manzanas podridas? ¿Denunciará y castigará a los pederastas? ¿Se atreverá a no condenar los anticonceptivos, o a los católicos divorciados? ¿Y a reconsiderar el celibato de los curas? ¿Repartirá los bienes de la Iglesia con los pobres, como le pide su Evangelio? ¿Acabara con 2000 años de discriminación de la mujer? ¿Hará incluso una reforma electoral que acabe con la ultima monarquía absoluta que queda en el planeta, la suya, para convertirla en una organización un poco democrática? ¿Respetará las leyes de los hombres, de los Estados, sin pretender imponerlos su ley divina?
¿O es pedir peras al olmo?

La tarde-noche del nuevo papa, en 14 tuits

Cuatro papables y medio

Ouellet, Sandri, Scola, Ravasi. Son los papables más citados, los candidatos que entran en el cónclave con más posibilidades. “Cualquier otro sería una cierta sorpresa”, me dice un obispo español que trabajó unos años en la Curia.
El canadiense Marc Ouellet (68 años) tiene casi don de lenguas: habla francés, inglés, portugués, italiano, alemán… y español. Fue profesor de teología y rector de un seminario en Colombia. Ya es poderoso, como prefecto de la Congregación para los Obispos, donde se los nombra.
El argentino Leonardo Sandri (69), de padres italianos, “conoce bien las dos orillas”, la europea y la americana. Fue la voz de Juan Pablo II durante sus últimos días, y quien anunció su muerte.
El italiano Angelo Scola (71), arzobispo de Milán, miembro del movimiento ultraconservador Comunión y Liberación, amigo de Benedicto XVI. Son casi maestro y discípulo.
El también italiano Gianfranco Ravasi (70), algo así como el ministro de Cultura de Vaticano, ha escrito muchos libros y artículos periodísticos, protagonizado programas de televisión y tuitea… en latín.
¿Y los españoles?, pregunto. “Los pilla mayores. Salvo a Cañizares [67], muchos años en Roma, bien considerado allí”.

El cónclave ya habrá comenzado

La Iglesia, el Vaticano, el Papado… son una poderosa máquina de poder, la más experimentada y exitosa de la historia de la Humanidad. Lleva casi 2.000 años funcionando a pleno rendimiento. Poder espiritual y, sobre todo, no nos engañemos, poder temporal sobre un imperio que se extiende no solo a su comunidad de fieles en todo el mundo sino también en los mundos de los demás, de los no creyentes católicos, a los que muchas veces imponen sus propios criterios sin disimulo. No hay que irse lejos para encontrar ejemplos. Véase España, la de Rajoy y la Zapatero.
La máquina ha experimentado ahora una anomalía. El maquinista principal, que tiene en su ADN la obligación de llevar los mandos hasta su último suspiro, ha anunciado que lo deja sin esperar al final biológico. Pero no renuncia ipso facto, como en una muerte repentina, sino que lo hace a 17 días vista. En casos anteriores, al morir el maquinista, los aspirantes tenían muy pocos días de lo que llaman «sede vacante» para buscar un sucesor. Ahora no, ahora tienen varias semanas. ¡Qué no hablarán, discutirán, negociarán y pactarán antes de reunirse físicamente en cónclave en marzo los 120 cardenales electores!
«Cónclave» viene del latín «cum clavis», que significa bajo llave, porque encerrados en la Capilla Sixtina, tras fallecer un papa, decidían los cardenales quién sería el sucesor. Pero ahora el cónclave ya habrá comenzado -y más en estos tiempos de la comunicación instantánea-. Las escaramuzas y las estrategias seguramente arrancaron ayer mismo, las internas entre los 120 y las externas para lanzar nombres hacia la opinión pública; unos para promocionarlos, otros para quemarlos cuanto antes y algunos incluso para tapar a los tapados o al tapado.
Habrá muchas fumatas negras, pero no las harán visibles hacia el exterior, hasta la fumata blanca final de marzo.

La Iglesia, como en la Edad Media

Ando ya a ratos perdidos leyendo mucho sobre Castilla en la Baja Edad Media, para escribir la segunda parte de La nación inventada, que ya lleva 5 ediciones. Si Ignacio y yo cumplimos los plazos que nos ha dado Península, esa segunda parte llegará a las librerías en primavera del próximo año. Anoche, leyendo Dominar y controlar en Castilla, del hispanista francés Denis Menjot (Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, 2003), me encontré esta cita:

«La Iglesia controla el tiempo: el tiempo de la historia, mediante su concepción del mundo desde la Creación hasta el Juicio Final; el tiempo anual, por medio del calendario; el tiempo del trabajo, ritmado por el tañido de las campanas desde época merovingia; el tiempo del amor y la continencia, regulado por prohibiciones; el tiempo festivo, fijado por la liturgia; el tiempo de la paz y de la tregua de Dios impuestas a los caballeros. La Iglesia controla también el espacio, como se observa en la gran estabilidad que mantienen los límites de las circunscripciones eclesiásticas. Afirma su control sobre las estructuras familiares imponiendo un modelo matrimonial basado en cuatro obligaciones: el consentimiento mutuo entre cónyuges, la indisolubilidad de la unión, la monogamia y la exogamia. Sacraliza la guerra inventando para los poderosos la «ideología de la espada». Toma a su cargo la asistencia a través del sistema de hospitales que gestiona, y la enseñanza, que dispensa en las escuelas catedralicias y después en las universidades, detentando durante siglos el monopolio del saber. Controla las conciencias mediante la práctica de la confesión individual, que permite penetrarlas para orientar directamente las conductas; mediante la predicación, asumida principalmente por las órdenes mendicantes a partir del siglo XIII; y también mediante las representaciones artísticas que ella misma inspira, especialmente en los tímpanos de las catedrales, pues el gran arte es durante la Edad Media un arte sacro. Y presta también consejo a los poderosos, que se rodean de clérigos».

Menjot habla de hace 600 ó 700 años, pero muchas de las cosas que cuenta apenas han cambiado. Hoy es festivo en parte de España por una idea diríamos que marquetiniana que se le ocurrió a una religiosa belga en 1208, a comienzos del siglo XIII. Y hoy nos desayunamos en los periódicos con que la Iglesia, la española, no sólo controla aún gran parte del tiempo de la vida, sino que no quiere dejar de controlar el tiempo de la muerte.

Los dioses vuelven, el laicismo retrocede

Los dioses y las religiones vuelven a la carga, el laicismo retrocede. No sé en la sociedad, al menos en la política. El Tea Party de Estados Unidos reunió el sábado pasado a miles de personas en el Lincoln Memorial de Washington para proclamar que «América ha comenzado a volver a mirar a Dios»; el presidente libio, Muammar el Gaddafi, dijo ayer domingo en Roma que «el Islam debería convertirse en la religión de toda Europa», y hoy lunes nos enteramos por Público de que el Gobierno renuncia a promover la Ley de Libertad Religiosa porque no es el momento oportuno para hacerlo…

«La Iglesia española pide perdón por su apoyo al franquismo»

«La Iglesia vasca pide perdón por su silencio ante un crimen franquista», titulan hoy muchos periódicos. Es verdad, pero es una petición de perdón un tanto interesada, porque las víctimas de aquel crimen franquista eran parte de la Iglesia, eran 14 sacerdotes nacionalistas vascos que fueron fusilados entre 1936 y 1937 por las tropas de Franco.

La ceremonia en la que la Iglesia vasca pidió ese peculiar perdón tuvo lugar ayer en la catedral de Vitoria, con la asistencia de los obispos de Bilbao (Ricardo Blázquez), de San Sebastián (Juan María Uriarte) y de la propia Vitoria (Miguel Asurmendi), que aparecen en las fotos con rostros compungidos. ¡Arrepentidos los quiere el Señor! Quizás sea un arrepentimiento sincero y completo, y ahora los tres prelados lleven a la Conferencia Episcopal Española, de la que son miembros, una iniciativa por la que la Iglesia española en su conjunto pida perdón por su silencio ante todos los crímenes franquistas -fuesen quienes fuesen las víctimas-, por su complicidad con Franco, por haberse constituido durante décadas en la coartada moral de un régimen injusto e inmoral.

«La Iglesia española pide perdón por su apoyo al franquismo». ¿Podremos algún día publicar este titular los periódicos?

Tenía razón la Iglesia con lo del lince

(Añado una nota a este post, casi cuatro horas después de publicarlo: los párrafos en cursiva no son míos, de Arsenio Escolar, sino, como decía abajo desde el principio, de Eloy Moreno. Lo digo porque algunos comentaristas que se han fijado poco me dirigen críticas y halagos que no me corresponden).

«Hace un tiempo la Iglesia católica lanzó una campaña en la que se decía que se protegía más al lince ibérico que a los niños, pues saben una cosa, tenían razón. Y es que vivimos en una sociedad en la que los menores suelen estar desprotegidos y faltos de cariño. Afortunadamente, existen instituciones eclesiásticas que se encargan de darles el amor y la educación que necesitan.

Un ejemplo a seguir son algunos orfanatos y escuelas irlandesas donde a ningún niño le faltaba el cariño de un cura. Allí los religiosos, en lugar de dar clases colectivas e impersonales, de esas que suelen desmotivar al alumnado, aplicaban lo que se suele llamar atención personalizada.

Buscaban lugares más íntimos para mimarlos y abrazarlos, quizás también para desnudarlos y demostrarles que dios nos ha hecho a su imagen y semejanza. Se dejaban de libros y clases teóricas para pasar a la práctica, que es lo que de verdad vale en la vida. Y en esa intimidad les explicaban las razones por las que dios prohíbe el condón: ¿Verdad niño que el sabor no es el mismo?»·

Así arranca «Tenían razón con lo del lince», uno de los últimos post de Eloy Moreno, autor de terceraopinion.net «Sólo escribo los domingos y lo único que pretendo con cada post es remover conciencias. No soy ni de izquierdas ni de derechas, ni todo lo contrario. Me gusta criticar lo que a mi entender está mal, lo haga quien lo haga», me ha dicho Eloy en un correo.

Os invito a leerlo, una vez por semana.

La Iglesia reivindica su memoria y se opone a la de los otros

Alfredo Grimaldos, que acaba de publicar el libro La Iglesia en España 1977-2008 (Península), entrevistado en Público.

«La Iglesia, como siempre, quiere imponer sus símbolos. (…) En el fondo subyace su intención de intervenir en todos los órdenes de la vida. Tuvieron un período de distanciamiento táctico del franquismo en los últimos años del dictador. No quisieron hundirse con el Régimen, pero la Iglesia fue un pilar fundamental del franquismo. Hoy, sigue teniendo las esencias de lo que fue, de ahí su batalla por seguir santificando a sus mártires y oponiéndose frontalmente a la recuperación de los restos de los republicanos. Reivindican su memoria y se oponen a la de los otros, como ha dicho Rouco.

(…)

Ellos se entregaron con armas y bagajes al bando franquista, bendijeron la cruzada y, durante 40 años, recibieron una cantidad enorme de privilegios en materia de educación y desde el punto de vista financiero. Marcaron la pauta moral y política del régimen en grandísima medida, y ahora, 70 años después del final de la Guerra Civil, no quieren renunciar a esos privilegios.

(…)

La Iglesia se ha beneficiado enormemente de la falsa Transición que se ha vivido en este país. Una transición fallida, dulcificada y supuestamente modélica, pero que logró perpetuar muchos de los tics del franquismo. Primero, por los pactos de la Moncloa; después, con la Constitución y esa alusión específica a la Iglesia católica; y luego, los insólitos y denunciables acuerdos con la Santa Sede. En aquella época era algo normal, pues los gobiernos de Adolfo Suárez estaban plagados de personajes cercanos a la Iglesia. Pero es que los gobiernos socialistas han incrementado las prebendas de la Iglesia católica, incluso más que los de derechas. Lo último ha sido el zapaterazo, que les incrementa la financiación pública a cambio de nada».

(…)

[Rouco] es un nacional-católico ultraderechista que ha convertido a la Iglesia española en el eje del neofranquismo.

(…)

Tras la sorpresiva pérdida del Gobierno después del 11-M, hubo un momento de parálisis en el seno del PP. Entonces, los obispos decidieron ponerse en cabeza del pelotón. De hecho, la Iglesia ha sido la que ha conseguido vertebrar otra vez todo el movimiento de derecha y extrema derecha. También a través de su emisora. Lo de la Cope es terrible. La Iglesia católica se ha convertido en un elemento político de primer orden, beligerante, como lo fue durante la República».

La entrevista completa, aquí.