¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Francia, en claves españolas

Ya estábamos en España acostumbrados a que, en las noches electorales, casi todos los partidos -salvo desastre estrepitoso- se presentaran como los ganadores. Ahora estamos viendo que nuestras formaciones políticas, y especialmente las dos nuevas, son capaces incluso de proclamarse los ganadores de unas elecciones fuera de España; por ejemplo, en las francesas de ayer.

Algunos dirigentes de Ciudadanos están celebrando la victoria y el paso a la segunda vuelta de Enmanuel Macron -y su probable triunfo holgado sobre Marine Le Pen el próximo 7 de mayo- como si fuera la prueba definitiva de la inminente llegada de Albert Rivera al Palacio de la Moncloa como presidente del Gobierno español. Y algunos de Podemos se congratulan del enorme y meritorio salto de Jean-Luc Mélenchon, que se ha convertido en el principal referente de la izquierda, dejando a los socialistas en posiciones residuales al triplicarlos en votos, como si el fenómeno fuera totalmente trasladable aquí, y con el mismo efecto en el campo socialista.

Es cierto que hay algunos paralelismos entre la situación política en Francia y la que tenemos en España. Pero también lo es que hay muchas diferencias. Aquí -por suerte- no tenemos, ni de lejos, un partido xenófobo de extrema derecha con la fuerza, implantación y transversalidad ideológica al captar apoyos electorales como los que muestra el Frente Nacional francés. Aquí tampoco tenemos -por desgracia- la fina pituitaria que muestran los votantes franceses ante la corrupción de sus políticos afines, sensibilidad que explica por qué François Fillon ha pasado en pocos meses de ser el casi seguro presidente galo a quedarse por debajo del 20% de los votos y no superar el corte de la primera vuelta.

Mención aparte merece, en los paralelismos y en las diferencias, el caso de los socialistas franceses. El hundimiento de su candidato, Benoît Hamon, recuerda demasiado a otros de nuestro entorno europeo, desde más lejanos en el tiempo, como el del Pasok en Grecia hasta recientes como el del PvdA holandés, que ha pasado en nada de gobernar -en alianza con la derecha- a ser sólo el séptimo partido en votos en las elecciones de hace poco más de un mes. En las urnas, Hamon no ha pagado tanto su anunciado giro a la izquierda como las políticas erradas de Hollande y la división interna en sus filas, en las que al perdedor frente al propio Hamon en las primarias, Manuel Valls, le faltó tiempo para anunciar… que votaría a Macron.

En resumen: abrazar desde la socialdemocracia las recetas liberales y traicionar a los que internamente han ganado procesos internos es tomar muchas papeletas para el desastre y el paso a la marginalidad. En el PSOE deberían tomar nota.

Un PSOE casi en estado de coma

Además del dato general de estimación de voto que le adjudica al PSOE, que es paupérrimo -tercero, con solo el 19%, a la misma distancia de Podemos que ventaja sobre Ciudadanos, dos puntos y medio en ambos casos-, la encuesta de Metroscopia que publica El País tiene algunos otros datos muy preocupantes para el PSOE.

Uno de ellos es la intención directa de voto. El PSOE solo es cuarto, con el 12,7%, casi duplicado por el PP (20,2%), muy descolgado respecto a Podemos (17,9%) y ampliamente superado por Ciudadanos (14%).

El otro dato muy inquietante tanto para los barones del golpe de mano de octubre pasado contra Pedro Sánchez como para la gestora que ha decidido eternizarse en unas funciones que tendría que haberse autolimitado -en el calendario y en las atribuciones- es el de la satisfación de los votantes de cada uno de los cuatro grandes partidos con la labor parlamentaria que está realizando cada una de las formaciones. Todos tienen bastante contenta a su parroquia -al PP lo aprueba el 80% de sus votante y lo desaprueba el 18%; a Podemos, 71% a 26%; a Ciudadanos, 83% a 14%- salvo el PSOE, que pierde entre sus partidarios: el 46% de sus votantes lo aprueba frente al 51% que lo desaprueba. Los datos, tan contundentes, desmienten la teoría del PSOE oficial de que con su gestión de «oposición responsable» -apoyar al Gobierno en algunos temas y votar en contra en otros- recuperarían el favor de su electorado.

Hay otro epígrafe de la encuesta que, por desgracia, esta vacío para el PSOE. Es el de la valoración de líderes políticos. Se ofrecen resultados sobre Mariano Rajoy, Pablo Iglesias y Albert Rivera, y no los hay sobre ningún dirigente del PSOE. Ni el presidente de la gestora, Javier Fernández, ni los candidatos a las primarias ya anunciados Pedro Sánchez y Patxi López ni la probable candidata Susana Díaz han sido sometidos al escrutinio de los entrevistados por Metroscopia (y si lo han sido, no se han publicado los resultados). Una pena, porque quizás investigando sobre los diferentes proyectos de liderazgos que ahora tiene el PSOE se podría realizar un mejor diagnóstico de qué le pasa al partido socialista, a qué le atribuyen sus votantes y el público en general su estado casi de coma y si se atisba alguien en el horizonte capaz de sacarle de ese agujero.

Llámame caradura y sigue dándome pan

El mismo día en que el juez Eloy Velasco, que instruye el caso Púnica, interroga al que fue consejero de Transportes de Esperanza Aguirre y acelera su investigación porque ha encontrado nuevos y graves indicios de financiación ilegal del PP de Madrid…

y solo un día después en que uno de los tesoreros históricos del partido, Naseiro -sospechoso en su día de corrupción-, deje en evidencia de corrupción a otro de los tesoreros recientes, Bárcenas…

y solo dos días después de que el presidente de Murcia (PP) haya tenido que comparecer ante un juez imputado en cuatro graves delitos de corrupción y siga sin dimitir…

y solo tres días de, y cuatro días de, y cinco días de…

… Mariano Rajoy amenaza en el Congreso de los Diputados con meter en vía muerta la comisión parlamentaria de investigación sobre «la presunta financiación ilegal del PP» que acordó con Albert Rivera en el pacto que le permitió al líder del Partido Popular seguir de presidente del Gobierno.

Rivera y su partido, Ciudadanos, tuvieron un cierto éxito electoral tanto en las elecciones municipales y autonómicas de 2015 como en las generales de 2015 y de 2016 gracias, entre otras razones, a que enarbolaron la bandera de la regeneración, de limpiar a fondo la corrupción galopante que asolaba a los viejos partidos y de recuperar el prestigio de la política, de no hacer trampas, de cumplir la palabra dada…

Si Rivera no reacciona ahora de modo contundente a los desplantes que a diario le hace Rajoy -e incluso al modo en que alardean algunos en el PP de su incumplimiento del pacto-, el partido naranja y su líder se ponen en grave riesgo de perder gran parte de su caudal político y de reputación. Está bien decirle por gestos en el Congreso a Rajoy que es un caradura, pero Rivera ha de ir más allá, incluso más allá de impulsar con PSOE y Podemos la comisión de investigación que intenta bloquear el PP. Ha de acabar Rivera con el ‘llámame caradura, pero sigue dándome tus votos cuando los necesite’ a que le tiene sometido Rajoy.

El ninguneo a Ciudadanos y el desprecio a lo firmado -a la palabra dada y firmada- a que está llegando el PP ya no debería contestarlo el partido de Rivera solo con gestos y con algunas acciones puntuales. Si el socio PP sigue así, Rivera ha de cuestionarse el pacto en su conjunto.

Ciudadanos y Podemos, ante el espejo de la melancolía

Decía anoche en Salvados (La Sexta) el líder de Podemos, Pablo Iglesias, que apoyaría ahora -con algunas condiciones previas, lógicamente- una moción de censura con el PSOE para sacar a Mariano Rajoy del Gobierno.

Lleva varios días el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, amagando en público con romper su pacto en Murcia con el PP (que ya lo ha roto e incumplido, véase el segundo folio de este documento) e insinuando algunos de su entorno en privado que se podría incluso poner en cuestión el pacto de investidura de Rajoy, también por incumplimiento del PP nacional.

Los dos partidos hace apenas tres años emergentes tenían muy claro entonces, cuando emergían, que para cambiar realmente la vida pública y la política en España, y regenerarlas con garantías de que la corrupción se arrancara de raíz, era condición imprescindible sacar a Rajoy y al PP de Rajoy del mayor número de instituciones posible. Tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2015, y aliándose con el PSOE, tanto Ciudadanos como Podemos sacaron al PP de Rajoy de algunos gobiernos regionales y grandes ayuntamientos. Pero tras las elecciones generales, especialmente tras las del 20 de diciembre de 2015, ambos partidos -y ambos líderes- tuvieron en su mano lograr el objetivo principal, el de sacar a Rajoy de la Moncloa, que era parte nuclear de su fundación, de su emergencia y de su éxito electoral, y no lo hicieron.

En amplísimas capas de sus respectivos votantes, de los de Ciudadanos y de los de Podemos, aquel esfuerzo que resultó inútil ha generado una enorme melancolía. Quizás ahora Rivera e Iglesias, mirándose en el espejo retrovisor, también la sientan y por eso dicen lo que dicen. No debieran ni engañarse ni engañar a sus electorados: el objetivo ahora es remoto o directamente imposible.

El PSOE, en manos de Rajoy

Lejos de calmar las agitadas aguas internas del PSOE, el anuncio de Javier Fernández, presidente de la gestora, de que el congreso del partido se celebrará «antes del verano» las ha revuelto aún más, sobre todo entre los críticos.

Ciudadanos hará su congreso el primer fin de semana de febrero de 2017. Tanto PP como Podemos, durante el fin de semana siguiente, el segundo de febrero. Y el PSOE, el partido más necesitado de una profunda puesta a punto de su proyecto -puesto que está sin lider, sin propuesta renovada a la sociedad española, con su élite dividida tras un golpe interno bordeando la legalidad, con una parte de la élite divorciada de las bases y con reciente competidores muy fuertes tanto a su derecha, Ciudadanos, como a su izquierda, Podemos- lo deja para «antes de verano», sin fecha ni concreción.

-Nuestro proceso de congresos no es solo por el nacional, el de febrero, sino por los autonómicos que vienes después y los provinciales más tarde, y tenemos que tener todo acabado antes del 3 de mayo -me dice un alto cargo interno del PP.

-¿Y por qué el 3 de mayo?

-Porque a partir de esa fecha, Rajoy puede disolver las Cortes y convocar elecciones. Es improbable que lo haga, pero tenemos que tener todo a punto en el partido por si acaso.

El PP, en suma, no quiere tener la casa sin organizar por si su propio líder, Rajoy, toma una decisión política tan relevante como es meternos a todos en un nuevo proceso electoral… y el que dice ser su principal opositor, el PSOE, se pone voluntariamente en manos de Rajoy, que si disuelve Cortes y convoca elecciones en mayo podría reducir a escombros el agrietado edificio del PSOE antes de que empezara la restauración.

¿Por qué aplaza a antes de verano el PSOE sus emergencias? ¿A qué responde esa estrategia de la gestora? ¿Qui prodest?

 

También entre los consumidores hay dos Españas

Buena noticia: el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) subió en noviembre, y bastante: 8,7 puntos (el indicador tiene en total 200) en solo un mes. Mala noticia: aun así, el Indicador no llega al aprobado.

Como os he comentado aquí en otras ocasiones, el ICC es un interesantísimo estudio, da mucha información sobre lo que podríamos llamar tono muscular de uno de los grandes pilares de nuestra economía: el consumo. Es un indicador mensual, lo elabora el CIS desde 2011, antes lo hacía el Instituto de Crédito Oficial. Está basado en unas 1.500 entrevistas (1.510 en el que se ha conocido hoy, realizadas entre el 15 y el 18 de noviembre; o sea, con Mariano Rajoy ya investido de nuevo presidente y anunciado su nuevo Gobierno).

Como os anticipaba antes, es un indicador de 200 puntos. Entre 0 y 100 puntos indica que los ciudadanos tiene una percepción desfavorable sobre cómo va la economía y el consumo; entre 100 y 200, una percepción favorable. Se compone, en realidad, de dos subindicadores: uno pregunta sobre la situación actual y otro sobre las expectativas para el futuro. Pues bien: el indicador general se ha situado en 99,4 puntos, al borde del aprobado; el Indicador de Situación Actual está en 88,25, muy por debajo del aprobado; y el Indicador de Expectativas muy por encima, en 110,2. Dicho de otro modo: los consumidores españoles ven mal las cosas a día de hoy, pero creen que van a mejorar bastante en el futuro.

Las tripas del ICC, como de muchos otros estudios del CIS, se pueden explorar en el sitio web del organismo oficial. Si hoy nos fijamos en los distintos consumidores en función de a quién votaron en las últimas elecciones generales, veremos que hay una profunda división de opiniones entre cómo ven las cosas los votantes de PP y Ciudadanos, por un lado, y los de PSOE y Unidos Podemos por otro.

Ahí van algunos detalles. La pregunta 3 dice así:

¿Considera Ud. que la situación económica actual de su hogar es mejor o peor que hace seis meses?

En el total de los entrevistados, el 12,5% responde que mejor, el 52,8% que igual y el 24,4% que peor. Pero hay grandes diferencias respecto a esas medias si miramos por votantes. Entre los votantes del PP, los que dicen que es mejor suben al 15,8% y los que lo ven peor bajan al 18,4%; y entre los de Ciudadanos, también más optimistas, aunque no tanto: el 13,1% contesta que mejor y el 20,0% que peor. En el otro lado del arco ideológico sale un retrato menos risueño: sólo el 6,8% de los votantes del PSOE y el 8,7% de los de Unidos Podemos dicen que en su hogar la situación es mejor, y el 26,4% de los del PSOE y el 29,5% de los de Unidos Podemos creen que están peor.

Otras pregunta, la 7, dice así:

¿Considera Ud. que la situación en España para encontrar/mejorar un puesto de trabajo es mejor o peor que hace seis meses?

Las diferencias son aún más profundas. En el total de los entrevistados, el 23,2% responde que mejor, el 39,4% que igual y el 33,5% que peor. Por votantes, entre los del PP son el 41,5% los que contestan que mejor, y solo el 20,1% que peor. Entre los de Ciudadanos también más optimismo, pero no tanto: 28,5% dice que mejor y 22,3% que peor. Al otro lado, sólo el 12,4% de los del PSOE y el 14,1% de los de Unidos Podemos contestan que mejor, mientras que un altísimo 47%, en ambos casos, dice que peor.

Una pregunta más para completar el cuadro. La 8, que dice así:

En definitiva y teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿considera Ud. que la situación actual de la economía española es mejor o peor que hace seis meses?

En las medias totales, el 23,4% cree que mejor, el 38,7% que igual y el 35,6% que peor. Por votantes, gran diferencia entre los de PP (41,9% mejor y 21,4% peor) y los de Ciudadanos (32,3% mejor y 23,1% peor), por un lado, y los de PSOE (15,0% mejor y 43,6% peor) y Unidos Podemos (9,4% mejor y 49,7% peor), por otro.

En conclusión, también en esto hay dos Españas, o al menos dos maneras de ver la situación económica y del consumo muy diferentes.

Las izquierdas en plural y la derecha en singular

La expresión «las izquierdas» está empezando a sustituir en nuestro lenguaje cotidiano a la tradicional de «la izquierda».

¿Hay más de una izquierda? Pues sí, hay unas cuantas. Hay varias izquierdas de ámbito territorial no estatal y autónomas, desde Compromís a Anova, y hay otras también territoriales y asociadas a fuerzas de ámbito estatal: mareas, confluencias, etc.

Incluso en las organizaciones de ámbito estatal, ninguna es monolítica, homogénea. Lo sabíamos de Podemos y sus varias almas, también lo sabíamos de IU… y ahora empezamos a sospecharlo del PSOE (si es que sigue en «la izquierda», entre «las izquierdas»). No es unívoco el Partido Socialista, no es homogéneo, no es uniforme… El PSOE del Pedro Sánchez, que liberado del peso de la secretaría general y del escaño habla como si fuera libre, parece muy diferente al PSOE de la gestora, al de los barones levantiscos, al de Susana Díaz. Ahora están divididos, enfrentados, ¿acabarán incluso escindidos?

Y mientras la izquierda se atomiza y se centrifuga hasta acabar siendo «las izquierdas», ¿qué ocurre en el otro lado del arco ideológico, el de «las derechas»? Que no hay tal plural, que la tendencia en la derecha es centrípeta, y todo lo acerca a la gran masa central del Partido Popular, hasta el punto de capturar para su campo magnético todo asteroide, satélite e incuso planeta medio que se ponga a tiro, se llame Vox, se llame Ciudadanos, se llame incluso el PSOE menos de izquierda…

Creíamos hace apenas año y medio que el cambio político consistía a nivel estatal en que pasábamos del bipartidismo al tetrapartidismo, y ahora nos está entrando la certeza de que no, y la sospecha de si no estamos caminando hacia al modelo de casi partido único.

Será una legislatura complicada, pero el más resistente es Rajoy

El Mariano Rajoy del diálogo y la mano tendida del pasado miércoles se ha matizado a sí mismo en apenas tres días. Hoy se ha venido arriba y ha vuelto el Rajoy del no -ha pronunciado más veces esa palabra en su intervención de 10 minutos que el Pedro Sanchez del «no es no» en el último año en esa misma tribuna-, el Rajoy que les ha dicho al resto de grupos parlamentarios que no va a rectificar sus políticas del pasado y que no va a ceder «salvo en lo razonable», y lo razonable será solamente de nuevo aquello que decida el ya presidente del Gobierno que lo sea. Si el Ciudadanos de Albert Rivera del sí a Rajoy y el PSOE de la gestora que con su abstención ha permitido la investidura pensaban que iban a tener un papel crucial en la legislatura, quizás ya estén empezando a dudarlo.

La legislatura va a ser complicada para un Rajoy y un PP en minoría, sí, pero probablemente lo sea más para otros líderes y otras fuerzas. El poder desgasta mucho, en efecto, pero el no tenerlo y ser socio o semisocio del que lo tiene desgasta mucho más. No te beneficias de sus aciertos y te salpican sus errores. Será una legislatura muy complicada para Ciudadanos, abducido y satelitelizado por el PP en estos meses, y para el PSOE, dividido, roto, sin líder, sin proyecto y divorciado de su base militante, electoral y social. Sobre ambos, además, penderá una incertidumbre: si se pasan en sus exigencias o en su tira y afloja con Rajoy, este podrá a partir de mayo próximo disolver las Cámaras e ir de nuevo a elecciones, y las expectativas electorales de Ciudadanos y de PSOE no son nada halagüeñas.

Ha dicho Pablo Iglesias que este periodo que comienza es el del epílogo de Rajoy. Puede que sí, pero también puede que no y también puede que el epílogo sea larguísimo. Rajoy es un resistente. Una de sus más profundas convicciones vitales y políticas la plasmó en dos de sus vergonzosos sms, cuando le dijo a Bárcenas el «sé fuerte» y a la mujer de Bárcenas aquello de «al final la vida es resistir y que alguien te ayude».

¡Y tanto! En las elecciones del 20 de diciembre pasado, el PP perdía 3,6 millones de votos respecto a 2011 (pasaba de 10,86 millones cuatro años antes a 7,2 millones ese día) y uno de cada tres escaños, pues pasaba de 186 a 123. Rajoy parecía políticamente tocado, casi moribundo. Y no, ha sido fuerte, ha resistido, le han ayudado muchos en estos meses (el PP siempre, Ciudadanos bastante, hoy el PSOE, Podemos en marzo, la prensa afín al PP y alguna que no lo parecía también siempre…) y ahí está, de nuevo presidente del Gobierno a todos los efectos.

Pedro Sánchez, tocado, pero no le deis aún por hundido

 

Pedro Sánchez no era hoy candidato, pero esperaba que las urnas gallegas y vascas le confortaran algo en sus muchos líos internos y le revitaminaran para su intento de buscar esta semana un Gobierno alternativo al de Rajoy.

Esperaba que no se cumplieran los negros augurios de las encuestas. Que hubiera voto socialista oculto. Que algunas de las malas noticias no se produjeran. Pero no. Se han cumplido casi todas: derrumbe socialista en Euskadi, donde pasa a ser la cuarta fuerza y con poca ventaja sobre la quinta, el PP. Caída -aunque no tan dura- también en Galicia, donde En Marea Podemos le supera en votos y le empata en escaños. Y mientras, el PP de Mariano Rajoy renovando su mayoría absoluta gallega y salvando los muebles en el País Vasco.

¿Y está Sánchez definitivamente hundido? No lo creo. Sólo tocado. El desastre de hoy no es solo suyo. Es también de los dirigentes socialistas críticos, que de modo irresponsable se han pasado la campaña electoral pregonando la división interna. Es del conjunto del partido, que aún no ha encontrado su lugar en una sociedad española cambiante, con nuevas inquietudes y sensibilidades y partidos y liderazgos nuevos.

A propósito de los nuevos. A Ciudadanos le ha ido mal, y a Podemos regular: por debajo de las expectativas, sobre todo en Euskadi. Mal augurio para Albert Rivera y para Pablo Iglesias si hay nuevas elecciones generales… y quizás acicate para pactar con Pedro Sánchez y evitarlas.

 

Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera se la juegan este domingo

Ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias ni Albert Rivera se presentan como candidatos en las elecciones gallegas y vascas de este domingo, pero a los cuatro les van a afectar, y mucho, los resultados.

1. Mariano Rajoy. Si el PP en Galicia renueva su mayoría absoluta y si en Euskadi es la llave para que el PNV mantenga el Gobierno, Mariano Rajoy saldrá muy reforzado para intentar de nuevo la investidura como presidente del Gobierno o para unas hipotéticas terceras elecciones generales. Y al revés: si en Euskadi el PNV tiene más llaves disponibles (la socialista, por ejemplo) y, sobre todo, si pierde el PP la mayoría absoluta en Galicia y el Gobierno de la Xunta, en el PP se pueden extender algunas dudas sobre la figura de Rajoy.

2. Pedro Sánchez. Al PSOE le auguran la mayoría de las encuestas un panorama desolador para este domingo: en Euskadi, cuarto partido y muy cerca del quinto, el PP, y además sin ser llave única del PNV para gobernar; en Galicia, tercero, detrás de En Marea Podemos, y además sin sumar juntos lo suficiente como para desalojar al PP de Alberto Núñez Feijóo de la Xunta. Si esos pronósticos se cumplen, Pedro Sánchez tendrá mucho más difícil tanto su intento de Gobierno alternativo al de Rajoy como su propia estabilidad interna en el PSOE. Los barones críticos le harían responsable último del desastre y probablemente intentaran de inmediato desalojarlo de la Secretaria General. Y lo contrario: si los pronósticos no se cumplen y los socialistas son bisagra de Gobierno en Euskadi con el PNV o cabeza de Gobierno incluso -con En Marea Podemos y BNG- en Galicia, Sánchez saldría muy fortalecido para intentar ser presidente y para seguir liderando el PSOE sin apenas contestación interna.

3. Pablo Iglesias. También tiene mucho que perder o que ganar el domingo. Superar a EH Bildu en el País Vasco y a los socialistas en Galicia sería un éxito que al líder de Podemos lo reforzarían tanto en sus pugnas internas como en sus negociaciones con el PSOE o en sus expectativas ante unas terceras elecciones generales. Si en Galicia, además, En Marea Podemos lidera un acuerdo con socialistas y BNG, el reforzamiento de Iglesias será aún mucho mayor.

4. Albert Rivera. Para el partido de Rivera, las expectativas no son buenas. Tiene difícil entrar en el Parlamento Gallego y muy difícil en el Vasco. Si este domingo lo logra en alguno de ellos o en los dos, sus bazas en Madrid aumentan. Y muy especialmente, si es en Galicia donde logra escaño y el PP necesita el apoyo de Ciudadanos para mantener a Feijóo al frente de la Xunta.

Ni Rajoy ni Sánchez ni Iglesias ni Rivera son candidatos este domingo, pero se juegan tanto como si lo fueran.