El parlamentarismo moderno y la democracia tiene uno de sus orígenes remotos en la vieja Inglaterra, como se está recordando estos días al valorar la carga simbólica de que el atentado de Londres se haya producido frente al Parlamento Británico. Pero tiene otro de sus orígenes aquí, entre nosotros, en los reinos medievales de León y de Castilla. Ambas innovaciones políticas tuvieron lugar en la lejanísima Alta Edad Media. La inglesa fue anterior, es cierto, pero la leonesa y la castellana fueron más completas, más arriesgadas, más rompedoras. Marcaron mejor el camino del futuro.
En Inglaterra, tras la invasión normanda de 1066, los reyes del nuevo periodo comenzaron a asentarse en el territorio y en el ejercicio del poder mediante la convocatoria de un Gran Consejo con el que se consensuaban las principales decisiones. El Gran Consejo lo componían, con el monarca, los principales representantes de la nobleza (barones, condes…) y del clero (arzobispos, obispos, abades…), muchos de ellos con poder, propiedades y competencias judiciales o fiscales muy anteriores a las de los recién llegados reyes normandos.
Un siglo después, a finales del siglo XII, Castilla y León, por separado porque entonces eran dos reinos diferentes e incluso a menudo enfrentados, subieron un escalón más -y muy relevante- en la innovación política con la creación de la figura de las Cortes. En ellas, al rey no lo acompañaban solo los nobles y el alto clero. Se incorporaban también representantes del pueblo llano, de lo que andando el tiempo se llamaría el tercer estado.
En mayo de 1187, el rey castellano Alfonso VIII puso el prólogo. Afrontaba una decisión delicada: si casaba o no a su hija y primogénita, Berenguela, con el duque germánico Conrado, hijo del emperador Federico I Barbarroja. Para consensuar la decisión, convocó a una reunión en la villa soriana de San Esteban de Gormaz no solo a su curia (condes, otros nobles, alto clero, el mando militar, el mayordomo que llevaba las cuentas del rey y las del reino…) sino también a representantes de 50 ciudades y villas de Castilla. ¿Y quiénes eran estos? La mayoría, caballeros villanos que habían surgido del pueblo en las llamadas comunidades de villa y tierra, organizaciones políticas que fueron creándose en los territorios de frontera a medida que la zona cristiana de la Península iba bajando hacia el sur, recuperando territorio de la zona musulmana y repoblándolo. Un caballero villano era un pastor o un labrador con rentas suficientes como para mantener un caballo y participar en lances de guerra en las que ganaba no solo dinero (el botín a repartir) sino también privilegios como el de no pagar impuestos o el de representar a su villa en citas como la de San Esteban de Gormaz.
Un año después, en 1188, el rey leonés Alfonso IX celebra en el claustro de la basílica de San Isidoro de León una curia regia extraordinaria a la que también invita a representantes de las ciudades, al parecer porque necesitaba que la incipiente burguesía de las ciudades pagara también impuestos a la hacienda real. A partir de entonces, se le llama Cortes a ese nuevo órgano político, que pronto se convierte en una institución permanente del reino, no ocasional o circunstancial.
Las Cortes de León de 1188 han sido reconocidas por la Unesco como «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo».
Vericuetos de la historia: Berenguela se casó y tuvo un hijo con Conrado, pero el matrimonio fue finalmente anulado por iniciativa primero de Federico Barbarroja, que vio que su hijo no iba a reinar en Castilla, y después de la propia princesa castellana. Y Berenguela se casó, en segundas nupcias… con Alfonso IX de León, el de las primeras Cortes.
PD de autopromo. Sobre la Castilla medieval de -entre otras muchas cosas- la repoblación, las comunidades de villa y tierra, los caballeros villanos, las Cortes y las innovaciones políticas que convirtieron nuestra tierra, en palabras de Claudio Sánchez Albornoz, en «un islote de hombres libres en un mar feudal», te recomiendo ‘La nación inventada. Una historia diferente de Castilla’ (Península, 2010; Booket, 2013), que escribí con Ignacio Escolar. Espero que te guste.