¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

Archivo de septiembre, 2016

«Por muy Pedro I el Cruel que sea, no hay razones para asesinarlo como a Julio César»

He mandado estos días muchos correos, whatsapps y telegrams a relevantes nombres del PSOE. En activo y retirados. De muy diferentes edades. Hombres y mujeres. Sanchistas y antisanchistas. Les preguntaba a todos

¿Cómo lo ves? ¿Quién gana? ¿O pierden los dos?

He recibido hace un par de horas esta respuesta de una exalto cargo socialista, ya desde hace unos años retirada de la política.

«Tristísima, indignada, estupefacta, asqueada. Abochornada. Huérfana.

El partido está herido de muerte. Soy socialista desde los 14 años, y siento que se muere una parte muy íntima de mi identidad.

No puedo apoyar ni defender ni las formas ni el fondo de los críticos/golpistas/rebeldes. Por muy «Pedro I el Cruel» que sea, no hay razones orgánicas que justifiquen una trama y asesinato al estilo Julio César en el Senado romano

Los líos internos no los entiende nadie y le importan un pito a la gente. Solo queda el Ruido y la imagen de una lucha por el sillón. Y de fondo, la abstención para que gobierne Rajoy.

No se ve por ninguna parte que lo mejor para España sea destruir al PSOE para que se «regenere», con Podemos respirando en la Nuca y quedándose con toda la izquierda

Así que para mí Susana, Guillermo y cía tienen un ataque de narcisismo y ensimismamiento por no haber pisado la vida «civil» desde la escuela primaria. Van a lo suyo, a seguir mandando en el Partido como siempre.

Y lo de Felipe, inaceptable, excesivo y desleal».

He pedido a la autora que convirtiera el whatsapp en un artículo para 20minutos, no he logrado convencerla… pero me ha autorizado a divulgar esas notas.

 

 

6 años en crisis, y en el PSOE sin enterarse de las causas

La crisis que ha llevado a la fractura al PSOE no empezó con Pedro Sánchez. Tiene su origen en mayo de 2010, cuando Zapatero, entonces presidente de un Gobierno hasta aquel momento de izquierdas, administró al enfermo económico que era España una dura medicina de recortes de derechas. Allí empezó el PSOE a renunciar a su papel de valedor de la parte más vulnerable de la sociedad española, entre ella mucha clase media y muchos jóvenes.

En los altos despachos socialistas, ni se enteraron de que mucha de aquella población abandonada pasaba de la resignación a la indignación y comenzaba a movilizarse en distintas plataformas y movimientos ciudadanos que un año después cristalizaban en las acampadas del 15-M. Mientras fuera de España se bautizaba al movimiento como Spanish revolution, aquí la élite -incluso la socialista- y casi toda la prensa los despreciaba y tildaba de perroflautas.

Poco después, en agosto de 2011, con ‘veranidad’ y sin debate público, el PSOE completaba la abdicación de su electorado natural con el pacto entre Zapatero y Rajoy para imponer un tope constitucional al déficit público. La respuesta al viraje la tuvo el PSOE en las elecciones de noviembre: 28,7% del voto, frente a 43,87% en las anteriores elecciones generales, en 2008.

Con Rajoy ya en el Gobierno y Rubalcaba liderando el PSOE, los socialistas habían perdido su credibilidad y su fuerza para oponerse a los recortes del PP, y su función y espacio naturales volvieron a ser ocupados por movimientos ciudadanos como las mareas por la sanidad y la enseñanza públicas y por un nuevo partido de laboratorio, Podemos, promovido por un grupo de profesores de la Complutense que no sólo detectaron el enorme hueco de sociedad desatendida dejado por los socialistas sino también el método para llenarlo: activando el capital mediático de uno de ellos, Pablo Iglesias.

El PSOE siguió sin enterarse. En la primavera de 2014, un alto dirigente socialista me preguntaba casi entre risas qué era eso de Podemos y quién era ese que se llamaba como el fundador del PSOE. Pocas semanas después, en las europeas de mayo, el PSOE caía a un nuevo suelo electoral, el 23,01% del voto, y el recién nacido Podemos lograba el 7,98%, con una campaña basada en grandes mítines para indignados y pintadas en las calles de las grandes ciudades con la imagen de Iglesias.

Los muchos escándalos de corrupción y el más trasversal de todos, las tarjetas black, con inculpados de PP, PSOE, IU, los sindicatos y la patronal, hicieron el resto. El hábitat de la política había cambiado brusca y profundamente; uno de los más grandes ejemplares de las viejas especies, el PSOE, no se había enterado, y ejemplares pequeños y veloces de la nueva era le arrebataban el territorio.

Sánchez lleva poco más de dos años de secretario general. Ha cometido errores: se ha distanciado de los barones y de las viejas glorias para apoyarse solo en los militantes, ha dado algunos bandazos, no ha sido capaz de parar la división, fracasó en su intento de investidura… Pero no está claro el pliego de cargos que le presentan los críticos. ¿Que ha mantenido firme el no a Rajoy? Fue lo que prometió en campaña y lo que decidió el Comité Federal. ¿El declive electoral del PSOE? En las últimas elecciones generales, el 26-J, logró el 22,66% del voto, similar al último dato de Rubalcaba y con mucha más competencia. ¿Que ha hablado de ‘bandos’ en el partido? Los hay, es evidente. ¿Que no ha querido resignase a ser un líder interino, un títere?

La crisis del PSOE dura ya seis años. Y por lo que vemos estos días, muchos de sus dirigentes siguen sin enterarse de las causas.

Primarias y Congreso del PSOE sí… pero en enero

Vuelan los cuchillos en el PSOE. En público (hoy Pedro Sánchez y Susana Díaz, mañana Felipe González y Emiliano García-Page) y sobre todo en privado.

Los dos bandos dicen que están convencidos de que ganan la votación el sábado en el Comité Federal. Los sanchistas, que se aprueba la propuesta del secretario general de convocar primarias para el 23 de octubre y Congreso para primeros de diciembre. Los antisanchistas, que no se aprueba, y que Sánchez tendrá que dimitir aunque hoy diga que no. Alguien ha echado mal las cuentas, o confía en cambiar estos días el sentido del voto de algunos indecisos o veletas, o va de farol…

Hay algunos, sin embargo, que creen que esa votación no tendrá lugar, bien porque antes se descarrile al secretario general con dimisiones en cadena en la Ejecutiva o presentándole una moción de censura (necesitarían el apoyo del 20% del Federal para presentarla y el 50% para ganarla) o bien porque se presente y someta a votación una propuesta alternativa a la de Sánchez sobre las fechas de las primarias y al Congreso. El argumento sería que si la recogida de avales para presentarse a las primarias acaba el día 12 de octubre, Sánchez tendría ventaja sobre el resto de posibles candidatos. ¿Y cuáles serían las fechas alternativas? En enero.

Órdago de Pedro Sánchez… y las posibles respuestas de los críticos

Órdago de mucho riesgo de Pedro Sánchez a sus críticos dentro del PSOE: primarias para elegir el secretario general en menos de un mes, el 23 de octubre, y Congreso del partido a primeros de diciembre. Como quien les dice: ¿No queríais debate? Pues debatimos a cara descubierta y ante los militantes sobre todo tipo de asuntos: sobre qué hacer con el PP y con Rajoy, sobre las políticas de pactos, sobre nuestras relaciones con Podemos y con los nacionalistas e incluso sobre si tengo que seguir siendo yo el líder del partido… ¡Y que los militantes decidan!

De mucho riesgo el órdago porque, ya cuando la semana pasada se atisbó la posibilidad del congreso exprés, se extendió en las filas socialistas esta hipótesis alternativa a otros ‘golpes de Estado’ que se barajaban hace dos semanas: algunos de los críticos se estarían moviendo entre los miembros del Comité Federal socialista para que mayoritariamente voten no a la propuesta de Sánchez. «Creen que si lo consiguen, que lo dudo, Pedro dimitiría, se nombraría una gestora, la gestora aprobaría abstenerse ante Rajoy… y Susana [Díaz] llegaría a Madrid «, comenta ahora, con esos rumores extendiéndose hoy aún más, uno de los dirigentes cercanos a Sánchez. Y añade: «Es escandaloso. El partido está dividido, tiene una fuerte crisis interna… y, en vez de debatirlo y resolverlo, lo que se promueve es votar en un Comité Federal que nuestros militantes no voten…».

Pregunto a otro dirigente, este nada cercano a Sánchez, y me da otra versión de los movimientos internos: «Se estarían recogiendo firmas, pero no para lo que dices sino para presentar en el Comité Federal del sábado una moción de censura a la Comisión Ejecutiva». Conforme a los Estatutos, si es así necesitan para poder presentarla las firmas de un 20% de los más de 300 miembros que tiene el Comité Federal y para ganarla y que cayera Sánchez y su equipo de dirección la del 50%.

Pedro Sánchez, tocado, pero no le deis aún por hundido

 

Pedro Sánchez no era hoy candidato, pero esperaba que las urnas gallegas y vascas le confortaran algo en sus muchos líos internos y le revitaminaran para su intento de buscar esta semana un Gobierno alternativo al de Rajoy.

Esperaba que no se cumplieran los negros augurios de las encuestas. Que hubiera voto socialista oculto. Que algunas de las malas noticias no se produjeran. Pero no. Se han cumplido casi todas: derrumbe socialista en Euskadi, donde pasa a ser la cuarta fuerza y con poca ventaja sobre la quinta, el PP. Caída -aunque no tan dura- también en Galicia, donde En Marea Podemos le supera en votos y le empata en escaños. Y mientras, el PP de Mariano Rajoy renovando su mayoría absoluta gallega y salvando los muebles en el País Vasco.

¿Y está Sánchez definitivamente hundido? No lo creo. Sólo tocado. El desastre de hoy no es solo suyo. Es también de los dirigentes socialistas críticos, que de modo irresponsable se han pasado la campaña electoral pregonando la división interna. Es del conjunto del partido, que aún no ha encontrado su lugar en una sociedad española cambiante, con nuevas inquietudes y sensibilidades y partidos y liderazgos nuevos.

A propósito de los nuevos. A Ciudadanos le ha ido mal, y a Podemos regular: por debajo de las expectativas, sobre todo en Euskadi. Mal augurio para Albert Rivera y para Pablo Iglesias si hay nuevas elecciones generales… y quizás acicate para pactar con Pedro Sánchez y evitarlas.

 

Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera se la juegan este domingo

Ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias ni Albert Rivera se presentan como candidatos en las elecciones gallegas y vascas de este domingo, pero a los cuatro les van a afectar, y mucho, los resultados.

1. Mariano Rajoy. Si el PP en Galicia renueva su mayoría absoluta y si en Euskadi es la llave para que el PNV mantenga el Gobierno, Mariano Rajoy saldrá muy reforzado para intentar de nuevo la investidura como presidente del Gobierno o para unas hipotéticas terceras elecciones generales. Y al revés: si en Euskadi el PNV tiene más llaves disponibles (la socialista, por ejemplo) y, sobre todo, si pierde el PP la mayoría absoluta en Galicia y el Gobierno de la Xunta, en el PP se pueden extender algunas dudas sobre la figura de Rajoy.

2. Pedro Sánchez. Al PSOE le auguran la mayoría de las encuestas un panorama desolador para este domingo: en Euskadi, cuarto partido y muy cerca del quinto, el PP, y además sin ser llave única del PNV para gobernar; en Galicia, tercero, detrás de En Marea Podemos, y además sin sumar juntos lo suficiente como para desalojar al PP de Alberto Núñez Feijóo de la Xunta. Si esos pronósticos se cumplen, Pedro Sánchez tendrá mucho más difícil tanto su intento de Gobierno alternativo al de Rajoy como su propia estabilidad interna en el PSOE. Los barones críticos le harían responsable último del desastre y probablemente intentaran de inmediato desalojarlo de la Secretaria General. Y lo contrario: si los pronósticos no se cumplen y los socialistas son bisagra de Gobierno en Euskadi con el PNV o cabeza de Gobierno incluso -con En Marea Podemos y BNG- en Galicia, Sánchez saldría muy fortalecido para intentar ser presidente y para seguir liderando el PSOE sin apenas contestación interna.

3. Pablo Iglesias. También tiene mucho que perder o que ganar el domingo. Superar a EH Bildu en el País Vasco y a los socialistas en Galicia sería un éxito que al líder de Podemos lo reforzarían tanto en sus pugnas internas como en sus negociaciones con el PSOE o en sus expectativas ante unas terceras elecciones generales. Si en Galicia, además, En Marea Podemos lidera un acuerdo con socialistas y BNG, el reforzamiento de Iglesias será aún mucho mayor.

4. Albert Rivera. Para el partido de Rivera, las expectativas no son buenas. Tiene difícil entrar en el Parlamento Gallego y muy difícil en el Vasco. Si este domingo lo logra en alguno de ellos o en los dos, sus bazas en Madrid aumentan. Y muy especialmente, si es en Galicia donde logra escaño y el PP necesita el apoyo de Ciudadanos para mantener a Feijóo al frente de la Xunta.

Ni Rajoy ni Sánchez ni Iglesias ni Rivera son candidatos este domingo, pero se juegan tanto como si lo fueran.

Guerra interna por el poder en Podemos

En junio, hace apenas tres meses, campaña electoral de Pablo Iglesias en tono moderado, casi de estadista. En septiembre, ayer, en la campaña de las elecciones gallegas, vuelve el Pablo Iglesias duro, cañero y radical de hace un año y dice en un mitin:

«Parece que la política se ha convertido en un problema de tono. No importa lo que digas, no importa lo que hagas, sino el tono en el que te expreses. (…) El día en que dejemos de dar miedo a los que se enriquecen a costa de la gente seremos uno más y no tendremos sentido como fuerza política».

Y después, en Twitter, en público, un enfrentamiento entre los números uno y dos de Podemos que está desencadenando todo tipo de reacciones y análisis:

-A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en nosotros -comenta Íñigo Errejón.

-Sí compañero @ierrejon, pero en Junio dejamos de seducir a 1 millón de personas. Hablando claro y siendo diferentes seducimos más -replica Iglesias.

El reproche directo de Iglesias a Errejón de la pérdida en junio de 1 millón de votos parece claro por dónde va: Errejón fue en junio el jefe de la campaña electoral, el responsable del eslogan «la sonrisa de un país» y de los mítines en tono moderado, muy diferente a la campaña de las elecciones anteriores, las de diciembre. Iglesias reniega ahora de ese cambio de estrategia, pero en junio lo defendía como si fuera suyo. En la entrevista que le hice pocos días antes de las elecciones, cruzamos estos comentarios:

-El tono bajo y de moderación de la campaña, ¿es consciente?

-Claro. Y de hecho es consecuencia de algo que me habéis recomendado los periodistas, en general. Siempre me habéis dicho que se me entiende mejor y que funciono mucho mejor cuando manejo un tono más sobrio y digamos, más tranquilo, y más pedagógico. Y os doy las gracias.

(…)

-¿Ahora se muerde mucho la lengua? ¿Hay veces en que el antiguo Pablo saldría, y el nuevo Pablo le aconseja que no salga?

-Bueno, uno evoluciona. Los años se notan y los golpes se notan, y nosotros hemos madurado a golpes. Me siento muy a gusto con un tono moderado que funciona, y prueba de que funciona es que no hacen más que preguntarnos por ello. Nos sentimos muy a gusto, puntuamos, ganamos partidos y nos va muy bien.

¿Qué ha pasado en medio, entre aquel Pablo y este Pablo? Muchas cosas.

Que no les fue muy bien en las elecciones, que Podemos no ganó el partido del 25-J ni siquiera al PSOE.

Que el firme no a Rajoy de Sánchez le ha roto el discurso y quitado protagonismo político a Podemos y a Iglesias.

Que cada día un número mayor de dirigentes de Podemos dicen en los debates internos que fue un error clamoroso de Iglesias no aprovechar el intento de investidura de Sánchez en marzo para apuntarse el tanto político de sacar a Rajoy de la Moncloa.

Que los números uno y dos de Podemos han perdido buena parte de su relación y confianza personal.

Que hay división interna sobre si negociar de nuevo con Sánchez y cómo hacerlo o si irse directamente a terceras elecciones generales…

Y, sobre todo, que se ha desencadenado un guerra por el poder entre las distintas corrientes de Podemos (la socialdemócrata, la trasversal, la radical, la de extrema izquierda, la anticapitalista, la comunista…), con batallas ya desplegándose en las comunidades de Madrid, Andalucía y Extremadura, y ciudades como Málaga, Palma, Santander, León, Burgos, Salamanca, Alicante, Pamplona, Tarragona, Sabadell, Hospitalet de Llobregat y Lleida.

El por enésima vez evolucionado Pablo Iglesias de ayer estaba en campaña electoral, sí, pero no solo en la de las elecciones gallegas sino también en la de los procesos electorales internos de Podemos.

Rajoy deambula por un campo de minas

Si Mariano Rajoy Brey fuera sometido a una auditoría independiente, el informe final estaría lleno de salvedades por incertidumbres, la inmensa mayoría por corrupción o corruptelas.

Hace tres semanas, el caso Soria 2. Hace dos semanas, De Guindos. Esta última semana, Rita Barberá, a la que el presidente en funciones debe de deberle tanto que no se atreve a hacerle ni la más leve crítica; más el levantamiento del secreto sumarial en el caso Taula, con hediondas novedades; más Jaume Matas, que está pactando con la Fiscalía una confesión que puede salpicar a la dirección nacional del PP; más Luis Bárcenas y su extraña maniobra en el caso de sus ordenadores. La próxima semana, el comienzo del juicio por las tarjetas black. La siguiente, el juicio de la Gürtel

El presidente del Gobierno en funciones deambula por un campo de minas, y es muy probable que antes o después alguna de ellas le cause destrozos irreparables. Lo sabe Pedro Sánchez, y por eso insiste en su no a Rajoy; lo sabe Albert Rivera, y por eso pone distancia cada vez que salta una señal de alarma; lo sabe el PNV, y por eso no quiere ni oír hablar de negociar con el PP tras el 25-S; lo saben en el PP los recién llegados a la primera línea de mando, y por eso ponen distancia con la vieja guardia y critican con dureza a Barberá y le exigen que devuelva el escaño. Lo sabe incluso el IBEX 35, y especialmente la llamada «banda de los cuatro», los más poderosos, y por eso le dan vueltas a si habría que cambiar de caballo.

Probablemente lo sabe incluso Mariano Rajoy, y por eso está ya rezando porque en los próximos tres meses no estalle ninguna mina y fiándolo todo a que unas terceras elecciones lo indulten de nuevo.

 

Cómo darle a Pedro Sánchez un golpe de Estado interno en el PSOE

Barones territoriales que critican -y mucho- en público y sobre todo en privado. Recados y recaditos cuestionando la estrategia. Filtraciones sesgadas a la prensa. Dirigentes no afines a la dirección que aprovechan cualquier información adversa sobre el partido (una encuesta sobre las elecciones vascas o gallegas, por ejemplo) para cebarse contra el mando central de la calle Ferraz. Exsecretarios generales ejerciendo de tapadillo de oposición al secretario general… En el PSOE hay estos días mucho ruido de sables contra el secretario general, Pedro Sánchez (y en el PP se está atento al ruido con cierto regocijo). Un exministro y militante socialista que es poco afín a Sánchez me comenta, incluso:

-Algunos sueñan con un golpe de Estado interno.

«Golpe de Estado». Palabras mayores. O sea, cambiar al mando por métodos no democráticos. Creo que es una exageración verbal… y política, porque el PSOE tiene previstos en sus Estatutos mecanismos democráticos para cambiar a su dirección o a su secretario general sin esperar al Congreso Federal, que es donde normalmente se hacen estos relevos. Atentos, en los Estatutos, al Capítulo II del Título IV, que se dedica por completo al Comité Federal, el máximo órgano de poder socialista entre Congreso y Congreso. Dice el artículo 37:

«El Comité Federal se reúne al menos dos veces al año, siendo convocado por la Comisión Ejecutiva Federal. En el último Comité Federal de cada año, la Comisión Ejecutiva rendirá cuenta de la gestión realizada a lo largo del mismo. El Comité Federal puede ser convocado con carácter extraordinario cuando lo juzgue conveniente la Comisión Ejecutiva o lo soliciten, al menos, un tercio de sus componentes».

Las negritas son mías, sí: ese Comité Federal extraordinario que algunos barones socialistas piden en los medios de comunicación -sobre todo desde el intento fallido de Mariano Rajoy de ser investido como presidente del Gobierno- pueden tenerlo si reúnen la firma de un tercio de los más de trescientos componentes del órgano socialista.

-Los críticos no intentan reunir las más de 100 firmas porque temen fracasar, temen no conseguirlas -me dice un barón sanchista, de los que apoyan al secretario general.

-No intentamos reunir las firmas porque no queremos dar una imagen de división interna entre los dirigentes del partido -me cuenta otro barón territorial, este alejado de Sánchez.

Conclusión: previsiblemente habrá Comité Federal extraordinario, que revise la estrategia del partido, pero será después de las elecciones vascas y gallegas… y convocado por la otra vía prevista en los Estatutos, por la Comisión Ejecutiva; es decir, por el propio Sánchez, que una vez más se adelantará a sus críticos.

¿Y el ‘golpe de Estado’ democrático, lo de defenestrar a Sánchez y a su Ejecutiva? Improbable (salvo megadesastre en las elecciones gallegas y/o vascas). ¿Y cómo se haría? Vuelta a los Estatutos del PSOE. Artículo 36, el que fija las competencias del Comité Federal. Dice así el apartado C:

«Exigir, en su caso, la responsabilidad política de la Comisión Ejecutiva Federal mediante la presentación de una moción de censura, apoyada al menos por el 20 por 100 de sus miembros y sancionada para tener efectos por la mayoría absoluta de los y las integrantes del Comité Federal».

Moción de censura interna, sí. Está en los Estatutos socialistas. Para presentársela a Pedro Sánchez y a su equipo, los críticos necesitan que la avalen al menos el 20% de los miembros del Federal; y para ganársela y derrocarlo, la mayoría absoluta; o sea, el 50% o más votos a favor de la moción que en contra. A día de hoy, por lo que escucho en uno y otro lado del debate, altamente improbable.

 

Vascos y catalanes, más de izquierdas; ceutíes y murcianos, más de derechas

Explorando la letra pequeña del Estudio Preelectoral del País Vasco del CIS, publicado el jueves de la semana pasada, me encontré un dato que me llamó poderosamente la atención. A la pregunta 25, que dice:

«Cuando se habla de política, se utilizan normalmente las expresiones izquierda y derecha. En una escala del 1 al 10, en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha, ¿en qué punto se situaría Ud.?»

La nota media de las respuestas es… ¡3,85! Del 1 al 10, que es la escala ideológica que utiliza el CIS, el centro exacto es 5,5, luego autoubicarse de media un colectivo en el 3,85 es considerarse bastante de izquierdas.

Me sonaba que este no era, ni de lejos, el punto medio donde se ponían a sí mismos el conjunto de los españoles, y en efecto, no lo es: en el Barómetro del CIS de julio pasado los encuestados en toda España se ponían en el punto medio del 4,74. Casi 0,9 puntos es una diferencia abismal!

Me ha picado la curiosidad y me he recorrido el sitio web del CIS a la búsqueda de más desviaciones notorias de la media. He ido al Estudio Preelectoral de Galicia, publicado el mismo día que el vasco. Punto medio donde se autoposicionan los gallegos: 4,82, con una ligerísima desviación a la derecha respecto a la media española. Me fui más atrás, a los estudios preelectorales del CIS de las autonómicas del resto de comunidades, celebradas todas el año pasado. Y el resultado general, atención, es el siguiente: ordenados desde los autoposicionamientos más de derechas a lo más de izquierdas.

A la derecha de la media nacional: Los ceutíes, en el 5,54. Los murcianos, en el 5,25. Los castellanoleoneses, en el 5,19. Los melillenses, en el 5,12. Los riojanos, en el 5,11. Los castellano-manchegos, en el 4,99. Los cántabros, en el 4,98. Los canarios, en el 4,95. Los aragoneses, en el 4,92. Los madrileños, en el 4,89. Los valencianos, en el 4,88. Los baleares, en el 4,86. Los gallegos, en el 4,82. Los asturianos, en el 4,79.

A la izquierda de ese 4,74 de la media nacional: Los extremeños, en el 4,70. Los andaluces, en el 4,46. Los navarros, en el 4,19. Los catalanes, en el 3,96. Los vascos, en el 3,85.

Aunque los datos no son homogéneos, pues pertenecen a diferentes estudios realizados por el CIS en el último año y medio, sí dan para hacerse algunas preguntas. ¿A qué se deberán tanta heterogeneidad y diferencia de puntos de auto ubicación entre colectivos tan cercanos geográfica, histórica, cultural y socialmente? ¿Es casual que sean los ciudadanos de Cataluña y País Vasco -las dos comunidades autónomas con más fuerte sentimiento nacionalista- los que también se ven a sí mismos más a la izquierda? Si el conjunto de los españoles se considera, de media, de centroizquierda ¿cómo es que vota tanto al PP, al que en el Barómetro del CIS de abril pasado se le ubica, de media, en el punto 8,24 de la escala ideológica, muy a la derecha, y tan poco al PSOE, al que ubica en el 4,54, tan cerca de la media de los electores? ¿La ideología ya no es la principal motivación de los ciudadanos a la hora de decidir su voto?

Y una pregunta más. ¿Nos creemos y autoproclamamos los españoles por lo general un poco más de izquierdas de lo que realmente somos? ¿Y por qué?