En junio, hace apenas tres meses, campaña electoral de Pablo Iglesias en tono moderado, casi de estadista. En septiembre, ayer, en la campaña de las elecciones gallegas, vuelve el Pablo Iglesias duro, cañero y radical de hace un año y dice en un mitin:
«Parece que la política se ha convertido en un problema de tono. No importa lo que digas, no importa lo que hagas, sino el tono en el que te expreses. (…) El día en que dejemos de dar miedo a los que se enriquecen a costa de la gente seremos uno más y no tendremos sentido como fuerza política».
Y después, en Twitter, en público, un enfrentamiento entre los números uno y dos de Podemos que está desencadenando todo tipo de reacciones y análisis:
-A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en nosotros -comenta Íñigo Errejón.
-Sí compañero @ierrejon, pero en Junio dejamos de seducir a 1 millón de personas. Hablando claro y siendo diferentes seducimos más -replica Iglesias.
El reproche directo de Iglesias a Errejón de la pérdida en junio de 1 millón de votos parece claro por dónde va: Errejón fue en junio el jefe de la campaña electoral, el responsable del eslogan «la sonrisa de un país» y de los mítines en tono moderado, muy diferente a la campaña de las elecciones anteriores, las de diciembre. Iglesias reniega ahora de ese cambio de estrategia, pero en junio lo defendía como si fuera suyo. En la entrevista que le hice pocos días antes de las elecciones, cruzamos estos comentarios:
-El tono bajo y de moderación de la campaña, ¿es consciente?
-Claro. Y de hecho es consecuencia de algo que me habéis recomendado los periodistas, en general. Siempre me habéis dicho que se me entiende mejor y que funciono mucho mejor cuando manejo un tono más sobrio y digamos, más tranquilo, y más pedagógico. Y os doy las gracias.
(…)
-¿Ahora se muerde mucho la lengua? ¿Hay veces en que el antiguo Pablo saldría, y el nuevo Pablo le aconseja que no salga?
-Bueno, uno evoluciona. Los años se notan y los golpes se notan, y nosotros hemos madurado a golpes. Me siento muy a gusto con un tono moderado que funciona, y prueba de que funciona es que no hacen más que preguntarnos por ello. Nos sentimos muy a gusto, puntuamos, ganamos partidos y nos va muy bien.
¿Qué ha pasado en medio, entre aquel Pablo y este Pablo? Muchas cosas.
Que no les fue muy bien en las elecciones, que Podemos no ganó el partido del 25-J ni siquiera al PSOE.
Que el firme no a Rajoy de Sánchez le ha roto el discurso y quitado protagonismo político a Podemos y a Iglesias.
Que cada día un número mayor de dirigentes de Podemos dicen en los debates internos que fue un error clamoroso de Iglesias no aprovechar el intento de investidura de Sánchez en marzo para apuntarse el tanto político de sacar a Rajoy de la Moncloa.
Que los números uno y dos de Podemos han perdido buena parte de su relación y confianza personal.
Que hay división interna sobre si negociar de nuevo con Sánchez y cómo hacerlo o si irse directamente a terceras elecciones generales…
Y, sobre todo, que se ha desencadenado un guerra por el poder entre las distintas corrientes de Podemos (la socialdemócrata, la trasversal, la radical, la de extrema izquierda, la anticapitalista, la comunista…), con batallas ya desplegándose en las comunidades de Madrid, Andalucía y Extremadura, y ciudades como Málaga, Palma, Santander, León, Burgos, Salamanca, Alicante, Pamplona, Tarragona, Sabadell, Hospitalet de Llobregat y Lleida.
El por enésima vez evolucionado Pablo Iglesias de ayer estaba en campaña electoral, sí, pero no solo en la de las elecciones gallegas sino también en la de los procesos electorales internos de Podemos.