La buena noticia de la bajada récord del paro en mayo está trufada de pequeñas y medianas noticias no tan buenas. Algunos vasos parece que están medio llenándose, algunos otros parece que están medio vaciándose.
Los empleos nuevos son precarios: el 91,66% de los contratos firmados el mes pasado fueron temporales; y de los pocos indefinidos, la mitad a tiempo parcial. La afiliación a la Seguridad Social crece, pero a un ritmo un poco cansino, menor al de hace uno o dos años. La cobertura de los parados sigue cayendo, y ya casi la mitad de ellos no reciben prestación.
Con esos mimbres, el cesto de la recuperación no va ser sólido ni estable. El joven (o no tan joven) que sale del paro con un contrato temporal y probablemente mal pagado no es fácil que se convierta en un consumidor muy gastador o de bienes duraderos. Vivirá al día. El parado que ha dejado de recibir prestación, aún menos. Y si el consumo no tira (y parece que no tira del todo, pues el Indicador de Confianza del Consumidor lleva cuatro meses cayendo), el círculo virtuoso de la economía (más consumo, más ventas, más recaudación fiscal, más producción, más empleo, más consumo, etc.) se para, o al menos no rueda a buen ritmo, no coge una velocidad de crucero adecuada.
Los políticos, y especialmente algunos de los que están en el poder, han lanzado alguna campana al vuelo. Comprensible, a tres semanas de las elecciones. Pero quizás un poco irresponsable.