Hace apenas tres meses, las encuestas presentaban a Podemos como la primera fuerza política, con casi el 30% del voto. Ahora la mayoría de las encuestas proclaman que la formación que lidera Pablo Iglesias se está viniendo un tanto abajo, que anda entre el 15% (el porcentaje que logró, por cierto, en las andaluzas del pasado 22 de marzo) y el 20%, y en el tercer o incluso el cuarto puesto entre las preferencias del electorado, por detrás de las dos formaciones tradicionales (PP y PSOE) e incluso de la emergente Ciudadanos. Las expectativas de “asaltar los cielos”, de ganar las próximas elecciones generales, que en Podemos se veía posible e incluso probable en enero, hoy parece lejanísima.
¿Qué le ha pasado a Podemos en este plazo de tiempo tan corto? ¿Qué le pasa hoy? ¿En qué momentos y por qué causas ha perdido fuelle? Quizás por estas:
1- Ya no son novedad, ya no suscitan tanto interés. Entre otras cosas, como se verá luego, porque en el mercado de la política hay novedades más recientes que Podemos.
2- La indefinición del proyecto, las ambigüedades. A su primer gran impulso de apoyos, debido a que supo captar como nadie la indignación ciudadana y el rechazo a la vieja política y a los partidos tradicionales, no le han seguido unas propuestas o un programa que generaran un segundo gran ciclo de crecimiento en adhesiones.
3- El viaje al centro emprendido desde otoño pasado. Al quitarle las aristas más izquierdistas al discurso y a las propuestas, los seguidores ideológicamente más extremistas se pueden haber sentido traicionados.
4- Las divisiones internas. Entre el núcleo duro de los cinco fundadores (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre) y algunos de los líderes laterales, como Pablo Echenique o la andaluza Teresa Rodríguez. Entre el padre fundador (Monedero) y los dos principales hijos (Iglesias y Errejón). Entre estos dos últimos, por diferencias de criterio en la estrategia política a seguir a medio plazo.
5- El caso Monedero. La reacción de Podemos y del propio afectado, tras saberse que había cobrado 425.000 euros a varios gobiernos latinoamericanos y había buscado fórmulas fiscales -legales, pero poco éticas- para pagar menos impuestos por ello, decepcionó a algunos seguidores de la nueva formación política. La reacción se parecía demasiado a la de los partidos tradicionales cuando se veían salpicados por algún caso similar.
6- La organización del partido al estilo de los tradicionales. Tras un comienzo muy basado en las asambleas abiertas, los círculos y los procesos participativos donde se decidía casi todo, Podemos se ha dado a sí misma una organización tradicional, más jerárquica y menos asamblearia, lo que ha generado también algunas decepciones internas.
7- La excesiva vida orgánica interna se ha adueñado del tiempo de los principales dirigentes, que han reducido mucho el dedicado a la reflexión y a la generación de ideas y propuestas nuevas. Lo urgente ha sustituido a lo importante.
8- La falta de penetración entre algunos colectivos, como mujeres, personas poco formadas, mayores y jubilados o población rural. Se advirtió desde muy pronto en la letra pequeña de los estudios, pero la organización no ha dado por ahora con las fórmulas para paliarlo.
9- El agotamiento del tirón popular del líder, Iglesias, quizás por pérdida de credibilidad debido al viaje al centro, por falta de discurso nuevo, por saturación de su exposición mediática… Iglesias ya no suele ser el político mejor valorado en las encuestas –y hace muy poco lo era en casi todas- ni multiplica las audiencias televisivas como hacía antes.
10- El efecto Grecia. La llegada de Syriza al poder, hace tres meses, alentó la esperanza de un efecto dominó en España. Si los nuevos líderes griegos -Tsipras, Varoufakis- lograban echarle un pulso y ganárselo a las políticas europeas dominantes, fomentarían aquí los apoyos a Podemos. Pero el pulso, por ahora, Grecia lo va perdiendo.
11- La falta de la marca Podemos en las municipales. Iglesias decidió hace mucho, en junio del año pasado, que su formación no iría a esa batalla electoral. Temía que, si presentaba listas en muchos municipios, se multiplicaría el riesgo de que se colara en ellas algún nombre que acabara manchando al nuevo partido. Ahora algunos piensan que acudir el próximo 24 de mayo sólo a las autonómicas con la marca Podemos es una oportunidad perdida. En todos las formaciones, el voto municipal refuerza el voto autonómico, y viceversa.
Y 12 y fundamental, la irrupción de Ciudadanos, que le está quitando a Podemos, encuesta a encuesta, a su electorado más centrista. Cuando Podemos emergió con fuerza en las encuestas, sorprendió por su transversalidad. Se le veía como un partido muy de izquierdas, pero levantaba muchas adhesiones en el centro. El Barómetro del CIS de octubre pasado lo demostraba. Podemos lograba el 17,6% de voto directo, el PSOE el 14,3% y el PP el 11,7%. Las respuestas a las preguntas de la llamada escala ideológica daban mucha luz sobre cómo eran esos votos.
La escala ideológica va del 1 al 10. El 1 es la extrema izquierda y el 10 es la extrema derecha, luego 5,5 es el centro exacto. Pues bien: cuando a los encuestados les preguntaban dónde veían a Podemos, lo situaban en el punto 2,43 de media (por situaros: a IU, en el 2,67; al PSOE, en el 4,61; a UPyD, en el 5,55; y al PP, en el 8,24). Pero aun siendo visto tan de izquierdas, Podemos lograba votantes que a sí mismos se ubicaban en casi todos los números de la escala. ¡Incluso en el 8! Se veía de modo nítido metiendo la lupa en algunas de las posiciones donde se autoubicaban los entrevistados. Entre los españoles que se veían a sí mismos en el 5 en la escala ideológica (por tanto, de centro/centro-izquierda), Podemos era en aquel Barómetro el partido más apoyado: según el CIS, el 16% de esos ciudadanos votarían a Podemos, el 9,9% al PSOE, el 7,4% al PP, el 5,4% a UPyD. Y entre los españoles que se ubicaban a sí mismos en el 6 (por tanto, de centro/centro-derecha), Podemos compartía con el PSOE la segunda posición: el 25,8% de ellos votaría al PP, el 5,8% a Podemos, el 5,8% al PSOE, y el 3,2% a UPyD. Eran votantes que renegaban de los partidos tradicionales, que querían un cambio real en la política, y que apoyaban a Podemos porque lo veían capaz de hacerlo, de acabar con «la casta».
En octubre pasado, Ciudadanos -la formación que lidera Albert Rivera- aún no había emprendido su despliegue por toda España, y en aquel Barómetro apenas aparecía como opción electoral: sólo lograba el 1,5% del voto directo. Pero sí se le veía ya como un partido de centro: los encuestados le ubicaban exactamente en el 5,38. Probablemente hoy los españoles que se ven en el 5 o el 6 -por tanto más afines ideológicamente al partido de Rivera que al de Iglesias- y que quieren cambio real son los que han hecho crecer a Ciudadanos y decrecer a Podemos.
PD. He comenzado a elaborar este artículo esta mañana. Lo estaba casi acabando cuando se ha conocido la dimisión de Juan Carlos Monedero de todos sus cargos en Podemos, anunciada por Pablo Iglesias. Si es una reacción retardada al caso Monedero, Iglesias afronta -tarde, pero resolutivo- una de las probables causas del bache que atraviesa su formación. No me sorprendería que haya en breve más novedades sobre alguna de las otras once (o incluso que la salida de Monedero tenga algo que ver también con ellas).