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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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La loca historia de la arquitectura (II): Hipodamo de Mileto, ese cabezón cuadriculado

Hoy damos un salto en el tiempo para conocer la historia de un personaje que aún hoy, organiza nuestras vidas: 

Cuando al pequeño Hipodamo su madre le trajo una clámide a cuadros para poder distinguirlo de todos aquellos efebos con túnicas blancas a la más clásica moda griega del siglo V a.C.,  la vida se le vino abajo. No hay como distinguir a un niño de entre los demás para convertirlo en el centro de las mofas y las befas de esos crueles angelitos desprovistos de moral que gustamos de mirar con arrobo.
Pasó mucho tiempo hasta que aquella túnica le quedo corta, pero como estaba hecha con lana de ovejas traídas de la parte baja del Peloponeso, alimentadas con yogur y macedonia (esto último si miráis el mapa de la época, tiene una chispa que no podéis negar), no llegaba a romperse, por lo que su hacendosa madre le confeccionó con ella una manta para su mula. Hipodamo, siempre respetuoso con sus mayores y pelín cuadriculado en sus costumbres como veremos después, llevó durante otros tantos años la manta bajo su trasero para evitar los pinchazos del pelo de su jumento en las zonas más nobles y sensibles, hasta que finalmente llegó a la edad adulta con una visión del mundo marcada por aquellas líneas entrecruzadas y la utilizó para cubrir la ventana de su casa, lo que le obligo a seguir viendo cuadros durante muchos años más.

Plan Cerdá en Barcelona, novedosísimo trazado ideado 2500 años antes.

Hipodamo, que vivía su vida según marcaba el estampado de aquella vieja tela, se convirtió, merced a su ordenada y cuadriculada manera de ver el mundo en un preeminente arquitecto, matemático, político y meteorólogo, aunque en realidad pasó a los libros de historia de arquitectura y urbanismo por sus trazados de ciudades basados en la retícula o damero hoy conocido como trazado hipodámico, es decir por imponer en la planificación urbana un canon de orden y funcionalidad para convertir la polis griega en un lugar donde pudieran convivir mejor las diferenciadas clases sociales de aquella civilización llena de esclavos que inventó la democracia. Guiño-codazo-guiño. Hoy estoy que lo tiro.

Su trazado en las ciudades de Mileto o El Pireo, fue extendido más tarde por toda la península griega y adoptado por las milicias romanas que lo extendieron en sus campamentos, origen de muchas de nuestras ciudades actuales, aunque esta es otra historia de la que hablaremos el día menos pensado.

Hoy en día, 2500 años más tarde, lo que tarda en hacerse un bacalao al pil-pil, el trazado de nuestras ciudades ha sido deformado hasta la saciedad pero sin movernos de la trama reticular. Grandes calles y avenidas desoladas que harían al bueno de Hipodamo rasgarse sus vestiduras estampadas a cuadros, pues nos hemos quedado con la geometría y hemos olvidado en gran medida la funcionalidad de la ciudad y su uso a la ciudadanía.

Y es que a veces no se cual de las dos historias de la arquitectura es más loca, está que aquí escribo o la real.

Nota del arquitectador: Antes de que arremetáis contra el pie de pagina de la foto, sabed que llegaremos al plan Cerdá en esta loca historia y hablaremos de él y de sus muchas virtudes, pero asumamos que el trazado no fue ni mucho menos una novedad. Otras cosas sí. Llegaremos.