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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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¿Son justos los premios de arquitectura?

Tenía pensado hoy hacer una entrada sobre una arquitecta persa, así al azar, la primera que se me viniera a la cabeza, y tras procrastinarlo más que una visita al dentista he tomado una decisión salomónica: si voy a poner verde a alguien empecemos por barrer nuestra casa. Todo con tal de dejarlo para otro día.

Hoy la bilis se me altera – ya os habréis dado cuenta de que cuando no es por una cosa es por media docena- porque la semana pasada se conocieron los finalistas a los premios Mies Van der Rohe, entre los que se encuentran las conocidas como setas de Sevilla: el Metropol Parasol

Como este blog trata de arquitectura voy a pasar por encima el hecho, no precisamente menor, de que ya existiese un proyecto anterior para la realización de un aparcamiento y mercado de abastos en la plaza de la Encarnación, voy a ignorar deliberadamente que este proyecto ya estaba iniciado y que costó según informaciones aparecidas en prensa unos 14,6 millones de euros en indemnizaciones y demás, darle carpetazo.

Por supuesto no voy a entrar a valorar la oportunidad del proyecto o su coste, que según versiones se ha disparado desde los 50 millones iniciales hasta 86 – 100 millones, nada más lejos de mi ánimo. Seguro que está debidamente justificado.

Pero arquitectónicamente (glub) ¿cuál es el aporte al futuro de la ciudad de esta estatuilla de 22 m de altura?

Foto: EUROPA PRESS/AYUNTAMIENTO DE SEVILLA

Os diré que cualquier actuación urbana es mucho más complicada que cualquier edificio ubicado en mitad de la nada. No se trata únicamente de respetar los entornos históricos sino de establecer una relación con la ciudad existente, con la zona, con los comercios, peatones y residentes en la ciudad. Somos -los encargados de diseñar los nuevos elementos urbanos- los últimos en llegar y debemos construir siempre desde la mirada a lo actual y pensando en el futuro y nunca, NUNCA, NUNCA , con la mirada puesta en la espectacularidad de nuestra creación, no  con argumentos basados en la arbitrariedad que justifiquen cualquier forma.

En una de las obras en las que participé, el arquitecto decía en su memoria que el edificio proyectado estaba basado en la relación con los cuatro elementos de la naturaleza, agua, tierra, aire y fuego. Con un par. El edificio era cuadrado y tenía cuatro volúmenes, todos del mismo material, dos cuadrados y dos circulares, los cuatro de tamaños equivalentes, todos del mismo color. Ahora vas y me lo hilvanas, me generas una memoria de cinco páginas para explicar que te ha salido así, y a ver quien te dice que no. Tenemos el esternón hecho cisco de darnos golpes de pecho.

Ya habrás adivinado, paciente lector, que no le encuentro a esta obra la justificación por ningún lado. No tiene una relación formal con nada. Creo que son setas, como podrían haber sido unas gafas de sol o una botella de tío Pepe. Son de madera aunque estaban proyectadas inicialmente en acero. No entiendo que un cambio tan importante en un elemento meramente estético sea baladí.  No comprendo su escala: baste verla en google maps para entender que no está en relación con el tamaño de la plaza. Y sobre todo, esta creación -que chula y espectacular es un rato, no vayamos a decir que no- podría estar en la plaza de la Encarnación o en cualquier otro lugar del mundo con la misma enhiesta distancia al que la observa, con la misma arrogancia.

Y esto me lleva a hacer la pregunta que titula el post ¿son justos los premios de arquitectura? y lo que me preocupa aún más ¿qué les estamos enseñando a los estudiantes de arquitectura, a los profesionales del mañana?

Nota del arquitectador: Tengo que decir, que entre los otros finalistas hay alguna obra verdaderamente singular y ciertamente ejemplar para nuestros alevines, pero no quiero mezclarlas en el mismo post. Hoy ha tocado lo desafortunado, en el próximo post, una afortunada elección, ya veréis, ya.