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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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La marca España: así no.

La marca España, ese invento reciente hecho con materiales no conocidos se está materializando desde ayer en la prensa internacional con la amenaza de abandono de las obras de ampliación del canal de Panamá por la firma Sacyr.

Durante las últimas horas he leido todo tipo de teorías conspiranoicas -que ganas tenía de estrenar este palabro- sobre las razones del desastre.
Desde la participación americana en el descalabro para que una empresa yanqui pudiese finalizar las obras y conseguir buenos precios de peaje para sus barcos, hasta la explicación de que hace unos meses el bueno de Bill Gates invirtiese sus dineros en FCC, una de las empresas que perdió la licitación inicial de la obra ante una más que probable baja temeraria por parte de Sacyr, que ésto y no otra cosa parece ser la causa del asunto.

Dicho de otra manera para que los no iniciados lo puedan comprender. Sacyr ofertó la obra muy por debajo de lo que parecía razonable. La autoridad del canal de Panamá aceptó semejante oferta a pesar de las voces en contra de las empresas que perdieron la oferta (1) y que ya acusaron de baja temeraria a la empresa española. Las autoridades de ambos paises se vanagloriaron de lo buenos que eran los unos y los otros y les faltó tiempo y un buen photo call para hacerse la consabida instantánea de casco reluciente y chaleco reflectante.

Por el camino, y ya que había que construir un concepto inexistente hasta la fecha, nuestras autoridades que bien saben que una imagen vale más que muchos votos, diseñaron la marca España en torno a la participación de las empresas españolas de construcción en el extranjero, pasando ligeramente por alto que en el erial en el que se ha convertido la piel de toro, nadie en su sano juicio puede sobrevivir y que lo único sensato en estos tiempos es marcharse fuera. Como sea. Ofertando al precio que fuere.

Y bien sabemos en España lo que eso supone. Ofertar trabajos, obras y servicios a precios que de ninguna manera cubriran los costes para solventarlo en el futuro con llantos, lloros y modificados, con ayes, quejas y reformados, con lamentos, reclamos y complementarios. El hipermercado del contrato abierto a disposición del que más se equivocó en la oferta inicial. El saco sin fondo de los dineros públicos cerrado para aquellos que ofertaron decentemente y perdieron el contrato y abierto de par en par al adjudicatario insensato.

La culpa, créame usted querido lector, es del que acepta el contrato. Del licitador. Del organismo público o privado que cree a pies juntillas que aquel que oferta por debajo de lo razonable tiene en sus oficinas un santón milagrero que le permitirá hacer las obras por dos reales y una perra gorda.

Si algo aprendimos antes de que llegase la crisis fue que las cosas cuestan lo que cuestan y que el papel lo aguanta todo, pero solo hasta el final de la obra, donde toda la crudeza de los números sale a la luz. Y ahora que los números no salen y que con toda probabilidad existirán razones en el contrato firmado para respaldar las reclamaciones de Sacyr, aparecen 1600 millones de dolares que alguien acabará poniendo sobre la mesa.(2)

Y si algo hemos aprendido durante la crisis es que la marca España no existe. Porque de existir sería esta inmensa falacia que llamamos mecanismos de contratación, serían esas bajas de precio absurdas que hunden a los que conocen su trabajo y ahogan igualmente a contratado y contratador, que destrozan la credibilidad del empresario, del país y del sector. Sirve por igual para grandes contratos que para la pequeña reforma, igual a las grandes empresas que a los técnicos de andar por casa, igual para el canal de Panamá que para un certificado energético de una vivienda.

Porque si existe la marca España no la queremos así. (3)

Notas del arquitectador:

(1) Parece que incluso el presidente de Panamá mostró su disgusto ante la adjudicación al consorcio encabezado por Sacyr, aunque permitió que la misma siguiese su curso.

(2) No les quepa la menor duda de que los 1600 millones de dolares que reclama Sacyr están perfectamente acreditados y documentados y tienen una base sobre el contrato vigente. Éste que ha pasado muchas noches confeccionando modificados está absolutamente convencido de ello.

(3) Leo esta mañana que el presidente de Panamá quiere darse un paseo por la Moncloa para exigir la finalización de las obras. En definitiva buscará que paguemos los españoles, una afición que se está extendiendo allende nuestras fronteras dado lo bien que ha funcionado dentro de ellas. Menos mal que la obra no es en Alemania, sino ya estábamos usted y yo rascando telarañas en nuestros bolsillos.