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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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¿Arquitectura sin arquitectos?

Me sorprende la reacción de las personas ante el borrador circulante de la futura Ley de Colegios y Servicios Profesionales, donde parece que se busca realizar una arquitectura sin arquitectos:

-Los arquitectos miran con temor la entrada de otras especialidades que no tienen la preparación suficiente (1) para realizar proyectos completos de arquitectura.

-Los ingenieros, sean del tipo y especialidad que sean, babean ante «el chollo» de poder firmar proyectos de arquitectura.

-Los ciudadanos se frotan las manos pensando que el proyecto de su chalet le va a costar más barato.

-El gobierno levanta la barbilla aspirando a vender en Europa como una reforma del carajo, un desaguisado que Europa no ha pedido.

-Las grandes empresas constructoras, plagadas de ingenieros, ponen los ojos en blanco ante la posibilidad de que nadie les diga en la obra lo que tienen que hacer ni como hacerlo y poder así generar mayores beneficios a costa de no tener que sufrir la incómoda figura del director de obra externo.

-Los colegios se encogen ante la posibilidad de que el ya paupérrimo ritmo de visados se arrugue como pene en charca helada.

Miguel A Alvarez Perez

 A5 por la arquitectura. Autor Miguel A.Álvarez Pérez.

 

Personalmente creo que si finalmente se aprueba este desastre que no soluciona ninguno de los problemas actuales de la profesión, sucederá lo siguiente:

-Los arquitectos seguirán recibiendo los encargos que recibimos hasta ahora. Alguno hará un ingeniero, por supuesto. Pero cuando descubran lo que supone firmar un proyecto en cuanto  a responsabilidad, seguros, denuncias, y por supuesto costes de explotación y trabajo generado, más de uno dirá «que lo hagan los arquitectos»

-Los ciudadanos seguirán pagando lo mismo por sus casas. Los unifamiliares que salgan más baratos serán un desastre donde el dueño se arrepentirá de haber contratado a alguien que desconocía lo que supone hacer un proyecto y dirigir una obra completa. Las viviendas en bloque costarán al usuario lo mismo que siempre. Las viviendas siempre cuestan lo mismo queridos, cuestan lo que el promotor estima que el propietario puede llegar a pagar. Eso me parece que no hace falta que lo explique, ya lo dijo Alvarez Cascos.

-El gobierno se enfrentará a Europa cuando le lleguen las correspondientes quejas por incumplir determinados acuerdos sobre lo que debe de incluir la formación de los profesionales que se dedican a hacer arquitectura y urbanismo y al resto de la ciudadanía cuando a la vuelta de unos años se compruebe en arquitectura lo que significa liberalizar como ya hemos comprobado en otros sectores como la banca o la energía.

Si es eso lo que queremos vamos bien. Si no, todo tipo de actos son bienvenidos, como el acto que se realizó ayer en la puerta del museo del Prado en favor de la arquitectura y en contra de esta LCSP. Habrá más y más ruidosos y espero que sea antes de que nos caigamos del Guindo. Uy, perdón.

acto arqu

 Foto COAM

(1) Nota del arquitectador: Tengo la enorme suerte de haber sido y ejercido durante muchos años como aparejador antes de ser arquitecto, y haber trabajado con ingenieros, lo cual me faculta para decir que la formación necesaria para hacer arquitectura la tienen los arquitectos, cosa que uno entiende cuando se forma para ello, así como para hacer otras cosas la tienen otros. Esas otras cosas sobre las que SÍ quieren mantener la reserva de actividad.

La arquitectura y la ley de servicios profesionales

Las niñas ya no quieren ser princesas dijo el maestro Sabina en aquella canción, hace unas décadas. Hoy, tenemos muchas dudas sobre las aspiraciones futuras de  los niños y las niñas, probablemente anhelaran convertirse en futbolistas, modelos y concursantes de gran hermano o campeones de taekwondo,-cosa que recomiendo para poder repartir galletas con elegancia- pero hace ya mucho que no escucho a ningún infante pretender ser arquitecto. Hombre, la chavalería está medianamente mal formada y las hormonas los hacen inmanejables, pero tontos tampoco son.

Veréis, allá por los sesenta, la trilogía de películas sacrosanta en España, fue La gran familia, La familia y uno más y la familia, bien gracias. Viene al caso porque el protagonista, abnegado padre de dieciséis criaturas era aparejador. El sufrido señor, llenaba tanta boca, más la del inefable abuelo que hacía Pepe Isbert, trabajando como un burro y haciendo planos y mediciones hasta las mil y una, en uno de aquellos  tableros de dibujo culpables de más de una hernia. Pero sus desgracias no acababan ahí. El hijo mayor, orgullo de su padre, se le hace arquitecto, -ah, maldito- y el buen hombre enjuaga orgulloso sus lagrimas cuando el chaval aprueba el ultimo examen de la carrera y presenta su proyecto final.

Corrían las lagrimas y la emoción por los fotogramas desde el NoDo hasta que aparecía el FIN. A partir de ahí, estábamos perdidos. O nos veíamos emulando a Santillana en un inverosímil salto que culminaba en gol por la escuadra, o utilizábamos la ídem y el cartabón para convertirnos en padre, o en hijo, o en ambos dos. La santísima trinidad del papel vegetal. Queríamos ser arquitectos.

Hoy, el numero de arquitectos por metro cuadrado y habitante supera con creces lo que es capaz de soportar una sociedad que no sea de postguerra y las ideas descabelladas e infundadas de los ministros de economía son casí tan enormes como su influencia. Todo lo demás da igual, lo que diga el ministerio del billetaje va a misa de doce. A ver si no como se explica que las competencias sobre quien debe hacer un edificio donde la gente habite y conviva, duerma y estudie, crie a sus hijos o los mande a paseo, las dirima entre cafe y recorte el ministerio de economía. Yo cada día entiendo menos.

A partir de aquí, ingenieros y arquitectos a defender quien la tiene más larga. Los unos burlándose de la formación estética de los otros y olvidando que la formación técnica se avala con los créditos que indudablemente nos meten a fuego durante muchos años, y los otros, los míos, defendiendo que no solo de momentos flectores vive el que edifica. ¡Construcción!, claman por babor ¡Arquitectura! berrean por estribor, ¡A todo gas, más madera! dicen desde el ministerio. El ministro, serenamente, da un sorbo de café: ponedlos a pelear entre ellos, ganemos tiempo y que alguien por Dios me diga que demonios hacen todos estos para cobrar lo que cobran y firmar lo que firman. Liberalizad, liberalizad, todos contra todos.

No. La liberalización no es que cualquiera, tenga la formación adecuada o no, pueda hacer todo. La liberalización es la facultad que damos a las grandes corporaciones, farmacéuticas, de ingeniería, de construcción o de venta de ropa para copar el mercado y ser capaces de poner los precios por debajo de lo que es razonable. Pero no importa. De sobra sabemos que un jersey que cuesta quince euros ha utilizado la mano de obra de un niño o tiene una fibra de calidad pésima, que durará infinitamente menos o se ha tejido a costa de un infeliz. Solo queremos que nos lo oculten. No saberlo. Que el edificio lo haga quien quiera, pero que lo pongan barato. Oferta y demanda. Ampliemos la oferta hasta el infinito, aunque no hayan hecho un edificio en su vida, no importa, ya buscaran quien lo haga y pondremos el sello de alguna mastodóntica firma de proyectos. Con un logo chulo, chulo. Eso también va a misa. Y por el camino todos, los que estén de acuerdo con este post y los que están en contra por que crean que la nueva Ley de Servicios Profesionales les favorece con su flamante titulo de ingeniero, estaremos todos trabajando por dos perras gordas para una de estas empresas en pocos años.

Ah, se me olvidaba. Estoy en contra de la Ley de Servicios Profesionales. Porque quiero ir al médico, comprar medicinas al farmacéutico y que mi casa la proyecte un arquitecto y su ejecución la dirija un arquitecto técnico o aparejador. Caprichoso que estoy hoy. Aunque no creo que cuando los niños de hoy se den cuenta de que su formación de hoy puede ser su ruina del mañana quieran emplear su tiempo entre libros y lapices. Eso sí que es perder la credibilidad.

 

 

 

Nota del arquitectador: En la versión completa del director, hay dieciséis segundos finales en los que el pequeño Chencho, traumatizado por aquella tarde que pasó perdido en los puestos de la Plaza Mayor, arremete contra el mundo tras una carrera meteórica en los despachos y se hace ministro de economía. La lía tan gorda que no hubo ni segunda ni tercera parte. Obviamente la productora cambio el final.

Por otra parte, fijate bien que el escenario elegido es la plaza Mayor, una plaza, un lugar lleno de arquitectura y en todo momento, como escenario, como presentación y como salida de la situación el director pone la arquitectura en primer plano. Por algo será.