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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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Si Le Corbusier hubiese tenido un martillo

Pienso yo que si Le Corbusier hubiese tenido que picar piedra o servir baguettes recalentadas para ganarse el brioche -perdón, el pan- tal vez hoy la arquitectura que conocemos hubiese ido por otros derroteros, aunque yo creo que no, que hubiese seguido el mismo camino pero más tarde. En todo caso, estaríamos en otro lugar histórico y haríamos determinadas cosas de forma diferente. Pero me cuesta trabajo pensar que se hubiese convertido en un personaje anodino y sin nada que aportar, en el Brutus de Popeye, en el Mac Meck del Corsario de Hierro o el Goliath del Capitán Trueno. No, el Corbu, no.

Digo esto porque a diario, dentro y fuera de las obras, me encuentro individuos que nacieron de madre y padre como cualquiera, que fueron a la escuela y jugaron al balón  o a las muñecas, o a «tu la llevas» y en algún momento de su vida, alguien les dio un martillo y los puso a practicar. Estas feroces criaturas, que derivan con frecuencia en seres vociferantes y que llevan a gala llegar al final del día con las neuronas justas, agotadas, exhaustas, son exactamente igual que cualquiera de nosotros. Podríamos ser uno de ellos o aún  peor, tu amigo, tu hermano o tu vecino ya es uno de ellos.

Es de temer cuando entre sus manos cae una maza, una piqueta o un martillo, pero lo verdaderamente terrible es cuando, pasados unos años, llega a la conclusión de que lo maneja con la pericia de Thor y es capaz de ejecutar filigranas en el aire y golpear en el punto preciso, como un buen cirujano.

Yo, salgo por la mañana de casa siempre temeroso. En una obra mía puede haber uno de estos y no haberlo detectado. Que el espíritu del Corbu no lo permita.

Lo importante es que os centréis en dos reflexiones, viendo los siguientes videos:

No se hacen obras sin que alguien que sepa salir del metro sin preguntar, esté pendiente de lo que se hace. Bueno, bueno, si el tipo en cuestión tiene algún conocimiento de construcción me haréis feliz. Si además el tío fuese aparejador o arquitecto es que se me saltarían las lagrimas.

-Fijaos, aún con burradas por el camino, como se sostienen las cosas, empecinadas, obstinadas en seguir en su lugar. Y es que hay que ser muy burro para que algo se caiga, pero recordad, cada vez que leemos una noticia en la que se cae un edificio o parte de él, alguien estaba haciendo una obra, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ni a técnico ni  a enteradillo alguno.

 

Nota del arquitectador: Anda, no seáis membrillos, no juguéis con la maza. El Corbu no lo hubiese hecho. O por lo menos así no.

¿Se demolerán viviendas en España? ¿Para qué?

Leo y escucho como la Sareb (el banco malo) vislumbra la posibilidad de demoler inmuebles como medida para sanear esos activos tóxicos que pueblan su interminables listados del debe y el haber.

Se me hace cuesta arriba y no consigo acabar de entender, de que manera un edificio puede revalorizarse mediante la dinamita y la piqueta. No asimilo fácilmente que una estructura a medio construir adquiera un valor o mejore los números de ninguna cuenta de resultados mediante la desaparición de la misma para volver a ser un solar edificable.

¿Puede que el valor de un solar sea mayor que el de un edificio o una estructura a medio terminar? Pues se me ocurre que sí, si consideramos que una estructura inconclusa no vale nada por que nadie la comprará y el solar, más tarde o más temprano (que sea temprano, virgencita, que sea temprano) adquirirá un valor en su posible venta para la nueva edificación. Hablando en plata, sin estructura o edificio sin terminar alguien podría comprarlo dentro de ocho o nueve años para poder edificar, y con esa estructura que puede que tuviese de demoler o adaptar, habría unos costes que soportar, por lo que o no lo compraría o pagaría mucho menos por él.

Y aquí entra la gran pregunta. Esa demolición  que -no nos engañemos sale más cara que esos cumpleaños infantiles en los que se nada en confeti- quien la pagará? ¿La Sareb con los fondos recibidos del Estado? ¿La Sareb con lo que saque de las ventas de activos? ¿La Sareb con, …?…la Sareb, la Sareb…es decir, ¿ nosotros?, ¿tus impuestos y los míos?

Que lo que el cemento ha unido no lo separe la retroexcavadora. Foto de archivo.

No, no puede ser. Nuestros próceres no consentirán que un edificio que iba a construirse y no se concluyó por que el inversor no pudo acabarlo o simplemente por que no iba a poder conseguir unas plusvalías vendiéndolo, acabe siendo demolido a nuestra costa, con la esperanza (poco cierta) de recuperar ese dinero. ¿O sí?

Soy duro de mollera y no muy rápido con las ideas novedosas. Que el Corbu se me lleve si entiendo la economía y mucho menos la creativa. Yo solo entiendo de construir, y oiga eso en su día era un valor. No tan valioso como nos hicieron creer, pero sí lo suficiente como para que las familias pudiesen  vivir en esos objetos que construimos, lo bastante como para que el albañil trabajase, el fontanero pagase la factura de la luz y bajo sus techos se soñase con el futuro de nuestros jóvenes  Ahora la imaginativa contabilidad de esos que saben de economía  los mismos que sabían que las casas eran siempre una inversión segura, (?) nos convencen de que lo mejor es demoler. Años de formación y profesión en aras de la construcción perdidos sin entender que lo mejor del mundo, lo más adecuado, es demoler, ¡que zotes somos, caramba¡

Y mientras, familias enteras son desahuciadas de sus casas de forma lícita, con la ley en la mano y un secretario judicial dando fe. Y muchas otras familias no pueden adquirir una vivienda porque no pueden disponer del dinero que pague las cuotas. Y muchos profesionales de la construcción deambulando por las calles de un lado a otro. Los lunes al sol. Y los martes, y los miércoles. Los jueves no. Los jueves demolición.

Dice un amigo economista que lo que pasa es que soy un demagogo, que planteo argumentos basados en emociones o prejuicios.  No te digo que no alma de cántaro,  pero entonces no podremos ni mentar a  los desahuciados, los pobres y los parados. Además de hundirles, les ignoraremos para no caer en demagogias y otras degeneraciones de la democracia  Ojos que no ven, edificio que derribo. Borramos del debe y apuntamos en el haber. Y hablando de haber: a ver que hacemos con esos de los que ya no hablamos.

Nota del arquitectador: Hace más de veinte años me decía un agricultor que no entendía por que se pagaba dinero para sembrar unos girasoles que nunca se recogerían pues todo el mundo sabía que en su provincia ni el sol ni la tierra los permitirían crecer más allá del tamaño de una margarita. Yo no supe explicárselo. Hoy me siento como ese agricultor.

La casa por el tejado, o al revés

Empezar la casa por el tejado es algo verdaderamente complejo, aunque algún día hablaremos (por ejemplo) de las torres de Colón, que se hicieron así más o menos.

Demoler un edificio comenzando por abajo en lugar de desde arriba tampoco es precisamente fácil. Que sí, que todo es ponerse, pero hay que darle mucho a la materia gris para que a uno se le ocurra la maldita idea de no dejar ni un solo pilar de la planta inferior, quedarte al lado del edificio y que tu esfínter no haga el vacío. Y no quiero ni pensar en lo que tiene que pasar después de que se te ocurra, para que alguien (el que tiene el parné, para costearlo) flete un barco y te ponga rumbo a Japón. Y es que si tan descabellada idea se le puede ocurrir a cualquiera, solo a estos nipones les puede salir bien.

Pues sí señor, estos señores serios y protocolarios, además de untarse el morro a base de bien en los programas de televisión, han puesto en práctica un sistema de demolición inversa de edificios que consiste en «bajar» el edificio mediante gatos hidráulicos demoliendo las plantas de abajo a arriba, sin montaje de andamios, sin peligrosas detonaciones, sin riesgos (?) para los operarios…

Hace aproximadamente unos 16 años, tuve la suerte de participar en la construcción del nuevo edificio politécnico de la universidad de Alcalá de Henares, donde construimos la bóveda circular del salón de actos en el suelo para subirla de una sola pieza a su lugar. La instalación de la grúa que se utilizó y que tuvo que venir de allende los Pirineos, tardó casi tres días completos. En el momento de la subida, yo andaba por allí, transmisor en mano, rezando para que no hiciese viento. Y en el momento en que la cúpula estaba sobre mí, llegando a su destino, de repente me pregunté: ¿Y si la hubiésemos subido con unos gatos aunque fuese más caro? En fin, la cúpula allí está, cubriendo algún que otro discurso.

Siempre he dicho que es un placer ver crecer los edificios, pero os diré que me causa verdadera desazón verlos mermar. Menuda metáfora macabra de nuestra propia existencia en la que nacemos, crecemos, nos reproducimos (algunos), decrecemos (esta parte siempre se la saltan) y morimos.

Sistema de demolición inverso. Esos japoneses son unos tipos de cuidado, ya lo dijo McArthur.