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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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La marca España: así no.

La marca España, ese invento reciente hecho con materiales no conocidos se está materializando desde ayer en la prensa internacional con la amenaza de abandono de las obras de ampliación del canal de Panamá por la firma Sacyr.

Durante las últimas horas he leido todo tipo de teorías conspiranoicas -que ganas tenía de estrenar este palabro- sobre las razones del desastre.
Desde la participación americana en el descalabro para que una empresa yanqui pudiese finalizar las obras y conseguir buenos precios de peaje para sus barcos, hasta la explicación de que hace unos meses el bueno de Bill Gates invirtiese sus dineros en FCC, una de las empresas que perdió la licitación inicial de la obra ante una más que probable baja temeraria por parte de Sacyr, que ésto y no otra cosa parece ser la causa del asunto.

Dicho de otra manera para que los no iniciados lo puedan comprender. Sacyr ofertó la obra muy por debajo de lo que parecía razonable. La autoridad del canal de Panamá aceptó semejante oferta a pesar de las voces en contra de las empresas que perdieron la oferta (1) y que ya acusaron de baja temeraria a la empresa española. Las autoridades de ambos paises se vanagloriaron de lo buenos que eran los unos y los otros y les faltó tiempo y un buen photo call para hacerse la consabida instantánea de casco reluciente y chaleco reflectante.

Por el camino, y ya que había que construir un concepto inexistente hasta la fecha, nuestras autoridades que bien saben que una imagen vale más que muchos votos, diseñaron la marca España en torno a la participación de las empresas españolas de construcción en el extranjero, pasando ligeramente por alto que en el erial en el que se ha convertido la piel de toro, nadie en su sano juicio puede sobrevivir y que lo único sensato en estos tiempos es marcharse fuera. Como sea. Ofertando al precio que fuere.

Y bien sabemos en España lo que eso supone. Ofertar trabajos, obras y servicios a precios que de ninguna manera cubriran los costes para solventarlo en el futuro con llantos, lloros y modificados, con ayes, quejas y reformados, con lamentos, reclamos y complementarios. El hipermercado del contrato abierto a disposición del que más se equivocó en la oferta inicial. El saco sin fondo de los dineros públicos cerrado para aquellos que ofertaron decentemente y perdieron el contrato y abierto de par en par al adjudicatario insensato.

La culpa, créame usted querido lector, es del que acepta el contrato. Del licitador. Del organismo público o privado que cree a pies juntillas que aquel que oferta por debajo de lo razonable tiene en sus oficinas un santón milagrero que le permitirá hacer las obras por dos reales y una perra gorda.

Si algo aprendimos antes de que llegase la crisis fue que las cosas cuestan lo que cuestan y que el papel lo aguanta todo, pero solo hasta el final de la obra, donde toda la crudeza de los números sale a la luz. Y ahora que los números no salen y que con toda probabilidad existirán razones en el contrato firmado para respaldar las reclamaciones de Sacyr, aparecen 1600 millones de dolares que alguien acabará poniendo sobre la mesa.(2)

Y si algo hemos aprendido durante la crisis es que la marca España no existe. Porque de existir sería esta inmensa falacia que llamamos mecanismos de contratación, serían esas bajas de precio absurdas que hunden a los que conocen su trabajo y ahogan igualmente a contratado y contratador, que destrozan la credibilidad del empresario, del país y del sector. Sirve por igual para grandes contratos que para la pequeña reforma, igual a las grandes empresas que a los técnicos de andar por casa, igual para el canal de Panamá que para un certificado energético de una vivienda.

Porque si existe la marca España no la queremos así. (3)

Notas del arquitectador:

(1) Parece que incluso el presidente de Panamá mostró su disgusto ante la adjudicación al consorcio encabezado por Sacyr, aunque permitió que la misma siguiese su curso.

(2) No les quepa la menor duda de que los 1600 millones de dolares que reclama Sacyr están perfectamente acreditados y documentados y tienen una base sobre el contrato vigente. Éste que ha pasado muchas noches confeccionando modificados está absolutamente convencido de ello.

(3) Leo esta mañana que el presidente de Panamá quiere darse un paseo por la Moncloa para exigir la finalización de las obras. En definitiva buscará que paguemos los españoles, una afición que se está extendiendo allende nuestras fronteras dado lo bien que ha funcionado dentro de ellas. Menos mal que la obra no es en Alemania, sino ya estábamos usted y yo rascando telarañas en nuestros bolsillos.

Algo más que un impacto visual

Dicen los que saben de ésto que la arquitectura ha de transmitir sensaciones, crear un cierto impacto en el observador y afectar a la vida del usuario.

Desde luego ésto estaría bien, muy bien, aunque no es suficiente y hace falta algo más, como muestra el siguiente e invernal ejemplo.

En estos días en los que todo el mundo está hablando del esquí por el triste y desafortunado accidente de Michael Schumacher, he recordado uno de los paisajes más impresionantes que he tenido ocasión de ver por esas montañas blancas en las que los aficionados al esquí acuden ansiosos por descender sus laderas, L´Aiguille du Midi en los Alpes franceses, al pie del maravilloso pueblo de Chamonix.
En un espectacular ascenso en funicular (el más vertical que he visto en mi vida) se puede acceder desde el mismo pueblo hasta una construcción de montaña colgada literalmente de la roca desde la que cientos de esquiadores se deslizan en un fuera de pista increíble (la Vallee Blanche) que dura varias horas hasta volver a Chamonix a través de glaciares y grietas de hielo azul.

En este entorno, se ha construido un prisma de vidrio desde el que el visitante puede dar un paso en el vacío, (así han llamado a esta atracción) y situarse «flotando» en el aire mientras observa el Mont-Blanc.

No puedo decir que arquitectónicamente sea digno de mención siquiera, ni creo que los que han pergeñado este asunto lo pretendiesen, pero desde luego cumple esas premisas de las que hablábamos al principio, lo cual me reafirma en que el impacto visual e incluso la provocación de una reacción en el espectador y el usuario no son suficientes para hablar de buena arquitectura. Hace falta algo más.

¿Te atreves tu a decir que es ese «algo» más?

 

Nota del arquitectador: Empecemos el año buscando esa respuesta.Los comentarios están abiertos, a ver si al final del año somos capaces de encontrar la respuesta.

 

 

Solo podíamos terminar así el 2013: demoliendo

Un año como éste sólo podía terminar de una manera.

Ayer recibí una llamada para aceptarme un presupuesto. De un proyecto. Del proyecto de la demolición de un edificio.

Me parece tan alegórico a tenor del año que hemos tenido que casi estoy por no escribir ni una linea más hasta el 2014. Ya recordaba ayer mismo este diario que los visados habían caido un 24% y van ya siete años consecutivos de descensos. Para mayor alegría de los hijos de padre desconocido que se alegran de que el sector esté por los suelos y pregonan las enormes cantidades de dinero que hemos ganado (¿¿¿???) cuando sí que teníamos trabajo, no solo bajan los visados de la obra nueva, sino que las reformas, ampliaciones y rehabilitaciones descienden también en el número de visados, empeñándose en llevar la contraria a esa voz en off que pregona en noticieros y emisoras desde hace veinte años (que yo recuerde), que el futuro del sector está en la rehabilitación.

Pero cuidado, no despidamos a este simpático y juguetón 2013 que hemos dejado envejecer, maldeciéndolo con ira. Seguimos vivos, boqueando en la superficie del agua mientras unos pocos peces gordos disfrutan allá abajo en las profundidades de alguna sima o una poltrona de un banco. Y eso es motivo de alegría. Al fin y al cabo, a Di Caprio se le veía mejor cuando corría desesperado por los pasillos del Titanic que poco después, cuando  la Winslet le colmaba de amor pero no le dejaba ni un centímetro del puto tablón salvador. Y si en este final del año el agua está fría y no tenemos tablón al que asirnos, el 2014 puede que incluso sea menos cálido.

Escena de la pelicula Titanic (Paramount Pictures)
Escena de la pelicula Titanic (Paramount Pictures)

Yo, que soy de natural protestón y me gusta un golpe en la mesa más que una mayoría absoluta al presidente de mi comunidad de vecinos, -¿o era un país?- voy a empezar el año piqueta en mano, derribando, demoliendo, golpeando y apretando los dientes y mirando adelante, no vaya a ser que a base de tanto quejarnos no veamos algo bueno que nos pase por los ojos.
Por ejemplo una demolición.

Buen año 2014.

Nota del arquitectador: Es la última nota del 2013 y como cada año quiero terminarlo con la misma frase: cuidado, que eso son los cuartos.

 

Criticando a los maestros

Tuve un profesor durante mi primera época de estudiante del que guardo varias frases lapidarias que saco a airear con frecuencia. Una de ellas es

…no crean ustedes lo que dicen en los libros, porque yo mañana puedo escribir otro que diga lo contrario

Consciente de que existen puntos de vista diversos e incluso opuestos para cualquier tema, procuro escuchar las opiniones y los debates sobre la profesión que tengo oportunidad. En este caso he preferido dejar pasar unos días para traer un encuentro organizado por la biblioteca nacional, que resultó de bastante interés y que tuvo como protagonistas a algunos de los habituales de los medios digitales y escritos en el mundo de la reflexión y de la crítica arquitectónica.

Dejo aquí el vídeo porque puede resultar jugoso para aquellos interesados en nuestro mundo y aunque he estado tentado de extraer aquí algunas píldoras con las que estoy mucho, poco o nada de acuerdo y comentarlas para disfrute de los polemistas habituales y para dar motivo de exabruptos y ataques seguramente justificados, he decidido centrarme solo en algo que se dijo y que me pareció del mayor interés y es la nueva visión desde la que puede criticarse o alabarse una obra, un proyecto o una práctica de un determinado autor sin importar demasiado quien o quienes son, dando por hecho que todo el mundo puede hacer cosas buenas, malas y muy malas, abriendo la posibilidad de criticar alguno de los proyectos de los grandes popes del sector o alabando una obra de un desconocido al que no avalen los grandes críticos. Sin miedo a que nuestra opinión camine en contra de las grandes voces. Sin temor a decir lo que muchos ciudadanos piensan al caminar junto a esos edificios que han sido grandemente ponderados, muchas veces, demasiadas, pensando solo en el gran autor que las hizo y en lo mucho que nos iban a criticar si lo defenestrabamos.

Quizá por primera vez, hablar de los proyectos y no de los autores. 

Hoy parece que los medios digitales, los blogs, la autocomplaciente pagina web que todo el mundo tiene, han abierto la veda y roto los cercos que nos limitaban. Y yo creo que eso está bien. Muy bien.

Edificio de viviendas conocido como El Ruedo. Arq. Sainz de Oiza. Foto wikiarquitectura

Feliz solsticio de invierno

Hoy es el día de los parabienes y de los buenos deseos. Celebrar el solsticio de invierno es siempre motivo de alegría y celebración.
Seguro estoy de que nuestros antepasados festejaban el gozoso hecho de que los días tuviesen mayor número de horas de sol a partir de estas fechas para adornar sus cuevas, chozas y palafitos, reuniendo al clan en torno a un hogar para anunciar que bien pronto vendrían los días de caza, y el agradable momento de marchar con su hato de pieles hacia las praderas en las que establecerse y dormir bajo un techo de paja, abandonando las oscuras cuevas y las inaccesibles montañas.

El origen nómada de nuestra especie tiene mucho que ver con el medio de vida, con la escasez o abundancia de comida y también con el entorno natural en el que empezamos nuestra andadura por este planeta. Por supuesto el hecho de no plantearse una existencia sedentaria provoca en cualquier civilización la necesidad de una arquitectura ligera, desmontable y transportable. En algunos casos y según la existencia de cuevas, oquedades o refugios naturales, incluso inexistente.

solsticio-de-invierno

Cuando algunos miles de años más tarde el bípedo consigue abandonar el nomadismo, merced a la posibilidad de guardar y conservar alimentos procedentes de la agricultura, los grupos pueden ocupar parte de su tiempo a la creación de hogares y almacenes más estables, más sólidos y más duraderos. Posiblemente entonces la celebración del solsticio se conservó y se constituyo en un hito anual que se repite hasta nuestros días, al calor de ese hogar construido por manos sedentarias. Desde el hogareño fuego continuaban existiendo buenos motivos para celebrar que íbamos camino de la primavera y al abrigo de la nueva situación surgirían nuevas necesidades y oficios. Entre otros el de constructor, el de arquitecto o el de albañil.
Ya sé que todo esto son hipótesis que hace uno por no celebrar las calendas de Saturno, que ya no están ni medio de moda, pero he de reconocer que estos días marcan cada año un inicio, un comienzo, un momento de felicidad y esperanza. Yo hoy quiero pensar que vienen días más largos, mejores, hogares más estables, casas más confortables y que para todos serán mejores que los pasados.

Así os lo deseo. Feliz solsticio de invierno.

 

Arquitectura y especialización: si Fernando Alonso corriese con un prototipo cada carrera

En la mayoría de los sectores la industrialización y la automatización de procesos se implantó a lo largo de todo el siglo XX, fundamentalmente en su segunda mitad, acelerada por el encarecimiento de la mano de obra, la especialización del trabajo y el desarrollo tecnologico.

En el sector de la arquitectura y construcción por supuesto que tambien lo hizo, pero en un grado infinitamente menor del resto de ámbitos laborales, y a años luz de los procesos industriales a pesar de que ha sido el sector que más recursos humanos y materiales ha requerido y tambien el que más ha influido en el producto interior bruto del pais durante muchos años.

Un trabajador de la construcción FOTO EFE/ARCHIVO

Lejos de hacer un análisis de ello, sí que me atrevo a lanzar al aire algunos de los motivos que creo que han influido en ello:

  • La dificultad para establecer un producto homogéneo. En nuestro país es difícil hacer dos obras iguales por razones climatológicas, urbanísticas, y desde luego sociales. Nadie quiere tener una casa igual al vecino de la parcela de al lado y la personalización de nuestro hogar es nuestra bandera.
  • A partir del punto anterior cada proyecto, cada obra es un prototipo. Un ejemplar único en el que acumular errores. Imaginemos que Fernando Alonso corriese con el primer coche que saliese de la factoría Ferrari cada año, no hubiese oportunidad de realizarle las mejoras oportunas, y en cada carrera tuviese que correr con un coche distinto en el que solo pudiesen aplicar algunas de las correcciones de coches anteriores. Eso es lo que sucede en nuestros proyectos y en nuestros edificios.
  • El cambio constante de equipos de trabajo. Imaginemos que ese hipotético bólido rojo del piloto astur además estuviese diseñado para cada carrera pero construido por técnicos y mecánicos diferentes en cada una de ellas. En nuestros proyectos de edificación, al margen de que puedan estar diseñados por distintos autores, cada uno de estos ha de trabajar con equipos distintos de ingenieria o construcción en según que obra, por razones económicas, de interés del cliente, etc. Cada comienzo de una obra es un nuevo comienzo de curso en el que volver a explicar, contar, hacer nuevos amigos, irreconciliables enemigos…un engrase continuo de maquinaria que justo cuando está puesta a punto, aproximadamente al final de las obras, se desmonta y sus piezas y engranajes se reparten por otros lugares y obras para poder empezar de nuevo en un nuevo edificio.
  • La atomización y falta de especialización del sector de la edificación es un clásico. La mayoría de las empresas especializadas no pueden asumir una plantilla más allá de cinco personas que además tienen un alto nivel de rotación por los altibajos del sector. Esto hace prácticamente imposible la formación y la especialización.
  • Sería absurdo pensar que los mecánicos que llevan las ruedas de Fernado Alonso no tienen ninguna preparación. Estoy seguro de que tienen una formación de alto nivel en su trabajo y que a pesar de lo que se pueda pensar, transportar las ruedas, mantener su temperatura y colocarlas en el lugar y momento preciso no es una tarea nada fácil, ni carente de ciencia. En el sector de la construcción, la formación específica de los trabajadores es NULA. Se llega a un oficio por el aprendizaje mientras se realiza, quedando todas y cada una de las primeras labores ejecutadas (lo que serían las practicas del aprendiz en cualquier otro sector) en la pared de una futura oficina, el pilar de un edificio de veinte plantas o la pared de tu cocina.
    Al hilo de esto se ha hablado mucho sobre la formación y acreditación de los trabajadores de la construcción, pero en la práctica solo se ha aumentado la burocracia y se han puesto palos en la rueda del avance del sector.

No son las únicas, pero sí algunas de las que no siempre se mencionan. No estoy hoy falto de autocrítica, ni mucho menos. La labor de proyectistas y directores de obra y ejecución merece una revisión sin duda, a pesar de haber avanzado muchísimo en la metodología de trabajo en los últimos años. Sin embargo no es posible que sin solucionar esos otros problemas la responsabilidad civil de nuestros números de colegiado asuma las maneras de trabajar decimonónicas de nuestros sector.
Y aquí es donde creo que la administración debería tener un plan global de mejora de un sector que ha pagado las nóminas del país durante décadas y que más tarde o más temprano, volverá a hacerlo. Esperemos que cuando llegue el momento, podamos hacerlo mejor.

Nota del arquitectador: En una de las obras en las que participé, un promotor hablaba de que no contrataría a un arquitecto novel porque tampoco dejaría que le operase un cirujano principiante. Me quedé pensando si el buen hombre sabría que su edificio lo habían construido albañiles, encofradores, y yeseros nobeles, sin importarle para nada.

Arquitectura y lenguaje: un matrimonio sin sexo

Escuchar y sobre todo leer a un arquitecto es sin duda un ejercicio de paciencia y de sorpresa permanente. La capacidad para utilizar términos no asociados a nuestra materia y reconvertirlos en arquitectónicos parece ser infinita y cuando tras dos párrafos sin esdrújulas de dudosa significación pensamos haber alcanzado la normalidad, el autor suele sorprendernos con alguna palabra inventada que ningún diccionario recoge ni la RAE tiene entre sus tareas pendientes.

Suelo echar pestes de los libros de arquitectura que abundan en farragosos textos y eruditas disertaciones. Aborrezco de los manifiestos, de las odas y sobre todo de aquellos que comienzan por «carta a los estudiantes de…» Puede que hayan cambiado la historia de la arquitectura para arquitectos, pero tienen capacidad cero de transmitir nada a aquellos a los que debe ir dirigida la arquitectura.

No estoy en contra de la investigación arquitectónica, -sobre todo porque no tengo la menor idea de lo que es eso por mucho que lo lea a menudo en artículos y declaraciones bientencionadas- pero sí estoy en contra de explicar sólo con palabras aquello que inevitablemente termina por ser un trabajo gráfico, visual y finalmente volumétrico y material. Espacial.

Al menos en la portada tiene sus dibujos

Al menos en la portada tiene sus dibujos

Y es que no creo que se pueda explicar el espacio apenas con unos montones de palabras y lo demuestra el hecho de que sea necesario escribir tomos y tomos de texto para intentar describir y contar lo que una sola imagen puede resumir y sobre todo transmitir sin necesidad de buscarle epítetos y etiquetas, que únicamente pueden dejar a medias el significado de una fachada, un edificio o un proyecto.

En esta unión de arquitectura y lenguaje hay entendimiento, comprensión, cariño, pero solo cuando va acompañada con una lujuriosa imagen, un impúdico croquis o un arrebatador y aclaratorio dibujo puede llevarnos a la pasión de una noche de sexo sucio y pegajoso. Esas que da vergüenza contar pero que son las que más y mejor recuerdas.

Nota del arquitectador: De entre todos los textos de arquitectura plagados de plurisílabos (?!) empiezan a proliferar aquellos que critican los textos de arquitectura, lo cual me hace pensar si no habré iniciado la vía personal de la investigación arquitectónica. Uf. Que sudor frío tan incómodo. Será mejor dejarlo.

 

Las típicas anécdotas de obra (IV)

Pensaríais que ya había terminado con el anecdotario. Ay pequeñuelos, ¡cuán errados estáis!

En la obra no se mea

Ya os he hablado en alguna ocasión de dos fenómenos que he tenido la ocasión de ver en las obras: el primero es la afición de todo trabajador de una obra sin importar el grado y la condición a acercarse a los pilares con la aviesa intención de orinarlos, quizá por ver si crecen con semejante aporte de nutrientes o al menos para que estén suaves gracias a la urea. El segundo es de una compañera que tuve de ayudante mía en una obra. La muchacha, rubita con ojos azules gustaba de dirigirse a los operarios con la voz de Malamadre.
Un día ambos fenomenos se aliaron para ofrecerme una de las escenas más rocambolescas que he podido presenciar. El mismisimo Benny Hill hubiese disfrutado viendo a mi rubicunda compañera dar vueltas dando voces alrededor de un pilar tras un operario que -miembro en mano- intentaba por todos los medios terminar la faena sin ser observado o amputado, pues en aquel momento ninguno sabíamos de las intenciones de la fierecilla en cuestión. Ese día yo supe que no podría volver a reir tanto y el operario que jamás hay que miccionar fuera de los servicios de la obra, que haberlos los había.

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La potencia del círculo
Sucedió que mientras estábamos un grupo de técnicos en una visita de obra, el arquitecto director, un anciano venerable, catedrático y muy considerado en la profesión se paró de repente en el patio central del edificio, una suerte de claustro circular de más de 30 metros de diámetro y de repente, mirando hacia el cielo abierto, espetó con tono de admiración:

-«¡… la potencia del circulo!»

Todos a su alrededor, que andábamos preocupados por temas mucho más mundanos, por ejemplo como terminar aquel círculo que no acababa de estar definido y que nos estaba volviendo locos, soltamos un gruñido de aprobación y bajamos la cabeza no fuera que nos fuese a preguntar si entendíamos lo que decía.

Desde entonces, no hubo día que no pasase por aquel patio sin recordar aquella frase. Años despues volvía por allí y observé unas cuantas fisuras consecuencia de aquellas indefiniciones pertinaces que no terminaban nunca de aclararse. No pude sino ponerme en el centro de aquel patio y gritar:

¡Me cago en el círculo!

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Las vacaciones son sagradas

Mi segundo jefe era un tipo peculiar. Justo cuando entraba en modo paternalista y bajabas la guardia te metía un sablazo o te hacía un desplante. Tardabas tiempo en acostumbrarte. Un día me dijo:

-Miguel, en esta empresa las vacaciones son sagradas – y cuando yo ya estaba pensando en irme, remató- ¡No las toca ni Dios!

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Los toros y la construcción

El mismo individuo, que solo venía a la obra a que le diéramos el parte o a que un peón le lavase el coche -era el año 1991, las cosas han cambiado mucho afortunadamente- un día al final de la obra se presentó y me preguntó si tenía chatarra. Entonces la chatarra que se iba acumulando durante toda la obra, fundamentalmente en la fase de estructura en la que hay muchos despuntes de acero, se vendía a un chatarrero y con lo que sacábamos se hacía una comida para el personal. Yo guardaba aquellos montones de ferralla oxidada como la virtud de mi hermana.

Pues sí, tenemos bastante, hemos guardado hasta el último despunte- dije muy orgulloso de ser tan precavido.

-Estupendo, mañana mando un camión que lo vamos a vender para comprar las entradas de los toros de San Isidro.

Huelga decir que en mis obras ya nunca más había chatarra, eso sí, nadie sabe cómo al final hacíamos una comida en la que nadie ponía un duro. Faltaría más.

Nota del arquitectador: Lo que más me molestó fue que lo gastaran en entradas para el absurdo y cruel espectáculo de los toros, imagen ancestral de un país que parece resistirse a avanzar en los derechos de los animales.

Cuando construir en un minuto cuesta años de trabajo

Cada año cuando uno era chaval, volvían durante unas semanas y de forma cíclica los juegos tradicionales. La lima, la peonza, las chapas (coincidían con la vuelta ciclista a España), las canicas y todo el elenco de diversiones clásicas, de la misma manera que hoy en los telediarios cada equis meses vuelve la noticia de que un edificio es construido en menos plazo de tiempo del que se tarda en poner un cocido o unas lentejas. Las imágenes y la sucesión de vídeos en la red proliferan por doquier y hacen las delicias de los que las ven y cuando menos sorprenden a los que vivimos de este deporte no olímpico (aún) de la construcción.

En todo caso los noticieros, que nunca hablan de lo que supone en tiempo real de trabajo conseguir esto, consiguen su minuto de final del telediario y dejan en el espectador la sensación de que esos chinos (siempre es china o al menos en Oriente) son unos tipos verdaderamente eficaces y nosotros, pobres íberos, no generamos más que retrasos en nuestras obras.

 

Lo cierto es que para poder realizar una construcción como la del vídeo que os traigo hoy, en el que unos impecables operarios con los cascos impolutos, los zapatos a estrenar y las taladradores brillantes montan la estructura y fachada de un edificio en 90 horas, es decir cuatro días completos de trabajo, se hace necesario que un equipo de personas planifiquen, diseñen y coordinen de manera previa con tal grado de precisión y de acierto que no creo que hayan participado menos de dos técnicos por cada operario directo implicado en esos cuatro días de trabajo.

Y no lo digo porque no me parezca un trabajo ímprobo y un resultado espectacular, sino porque ya es hora de que los telediarios hablen de la realidad de las cosas y no se queden en la anécdota y el colorín. Para poder llegar a trabajar cada hora de ese proceso de 90 horas de construcción han sido necesarios seguramente un numero de horas de trabajo de estudio y planificación que se hacen impensables por desgracia en nuestra forma de trabajar actual en España.

Ojalá con ayuda de los nuevos sistemas y de las tecnologías actuales, estemos en la antesala de que las obras se empiecen a construir de verdad en los estudios. Esperemos que los promotores se den cuenta de que ese es el camino.
Nota del arquitectador: Un antiguo jefe, especialista en construcciones en gran altura, me contaba que una de las planificaciones más minuciosas que se hicieron en la construcción de Torre Picasso en Madrid fue la de las piezas que una grúa podía subir en cada izado en función de los pesos y volúmenes para minimizar el numero de subidas de la misma y aprovechar así los minutos. La verdad es que me parece apasionante.

Fernando Higueras, genio y figura

Con frecuencia me sucede que no acabo de decidirme sobre si un edificio me gusta o no, de si es bueno arquitectónicamente o no. Sin embargo suele gustarme oír hablar de ellos a sus autores, especialmente cuando ya peinan canas y tienen una perspectiva más lejana de su propia obra. En este caso que os traigo hoy, me gusta especialmente el ser humano y no acabo de decidirme sobre sus edificios.

Sucede que he podido acercarme un poco más a la figura de Fernando Higueras, ese del que he dicho en ocasiones que es el autor de uno de los edificios más feos del mundo:  el ayuntamiento de Ciudad Real. Y a partir de ahí he conocido póstumamente al que sin duda fue un gran personaje que me hubiese gustado poder escuchar en directo.
Los arquitectos somos un poco como la guardia civil. Vamos en pareja por esos caminos de Dios y no conviene llevarnos mucho la contraria porque no tenemos humor para según que cosas.

Sede del Instituto de Patrimonio Cultural -Arquitectos F.Higueras y A. Miró – Foto Wikipedia

Fernando Higueras y Antonio Miró fueron una de esas parejas en las que uno fue más mediático, más conocido y más reconocido y el otro trabajando en la sombra completó el círculo de su trabajo común.  algo que sucede con frecuencia en nuestro sector. Eso sí, humor no le faltaba a Don Fernando, lo vais a poder comprobar.

Os enlazo aquí a un vídeo que os recomiendo fervientemente en el que reconozco haberme emocionado al ver al arquitecto hablar de su obra, en este caso un edificio con el que he convivido durante años al estudiar muy cerca de él: la famosa corona de espinas de la ciudad universitaria de Madrid, hoy centro de restauraciones artísticas.

Allá por el minuto nueve, mientras le entrevista Fernando Colomo, nuestro arquitecto de hoy responde con sorna que podían haberse ahorrado toda la entrevista con él, que siempre habla en broma y haber entrevistado a Antonio Miró, su compañero y coautor del edificio que les hubiese explicado mucho mejor y más certeramente todo lo que hubiesen querido saber de la obra. La verdad es que esto por sí mismo dice tanto de la persona que en realidad el edificio pasa a un segundo plano. Y es que estoy convencido de que no todo el mundo es bueno, pero cuando alguien sale bueno, es que sale bueno de verdad, y más en este asunto de la arquitectura.

Nota del arquitectador: Se da la circunstancia que compartí pupitre en la universidad con un hijo de Antonio Miró, al que por cierto perdí la pista y tuve la suerte de oir a Miró padre durante una conferencia y me pareció también además de un gran arquitecto una gran persona. Si lees ésto recibe un abrazo, amigo.