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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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Nos lloverá trencadís

No se preocupe si no sabe de qué hablo, yo como usted no he pronunciado la palabra trencadís en mi vida. La conocí hojeando un libro sobre Gaudí, y tonteé con una pseudonovia sobre un banco hecho con azulejos rotos allá por el pleistoceno superior, pero no he vuelto a tener más contacto con él.

Sin embargo, hoy en día todo el mundo sabe como se pone el trencadís. Los técnicos y los neófitos, los que han construido y los que no, los que tienen un cuñado albañil y los que ni siquiera. Raro es el caso del que afirma no tener ni idea de cómo se pone, de si requieren juntas de dilatación, de qué tipo de adhesivo utilizar en función del soporte… el que más y el que menos afirma que las respuestas a estas preguntas son obvias.

Dos operarios trabajan en la cubierta del Palau de les Arts. Foto Manuel Bruque /EFE

Y es que el trencadís es la gota que colma el vaso de Calatrava, que en su caso se convierte en amargo cáliz. La cagada ha sido grande, tanto como el boato que se le ha concedido siempre e inversamente proporcional al favor que nos ha hecho a los que trabajamos en el sector, la imagen idolatrada de este hombre al que se ascendió a deidad.

No voy a hablar de Calatrava ni de ninguna otra star system de la arquitectura. Este oficio que se deshilacha por momentos entre filigranas formales, el olvido de nuestra función social y la degradación de estos últimos años, necesita hablar de esos otros arquitectos que realizan su trabajo día a día y que boquean entre dictámenes, pequeños proyectos, reformas a los amigos y un cuidado y polvoriento portafolio con sus deseos y anhelos.

Deberán pasar muchos años antes de que nos recuperemos de la imagen que se está dando de la profesión, antes de recuperar la autoridad sobre cual es la solución que ha de realizarse sobre un problema en un edificio emblemático que todo el mundo parece saber y en el que no he oído a ningún profesional decir lo que un médico, un maestro o un psicólogo diría con prudencia al ser preguntado por los medios: habrá que conocer el caso en profundidad. Sin embargo sí he leído mucho a profesionales y desconocedores sobre lo desacertado de la solución y sobre cuál es el camino a seguir. Y se han quedado tan anchos.

Personalmente puedo tener una idea preconcebida, puesto que no he visitado el edificio después de sufrir el problema, ni conozco cual fue el adhesivo ni el proceso de montaje de primera mano, pero les confieso que no me atrevería a decir nada sin visitar la obra, subir al tajo y recopilar la información necesaria sobre el material utilizado, su porcentaje de absorción, su coeficiente de dilatación y las características técnicas del material adhesivo utilizado. Me parece que como profesional es lo mínimo que se puede hacer antes de lanzar una opinión. Los profesionales no podemos arriesgar hipótesis.

Es cierto que a priori no es la solución que hubiese elegido, sin embargo no me fiaría de un médico que me da un diagnóstico a distancia.

Pero toca hablar de Calatrava. Toca defenestrar al que antes se aduló y los mismos que otrora le otorgaban crédito ahora le lanzan al averno. Si algo tengo en contra de Calatrava es lo que su imagen nos está haciendo a los que intentamos vivir de este trabajo. Pero eso no es culpa solo de Calatrava sino de todos aquellos que le colocaron donde estaba, de todos los que le subieron a los altares desde fuera de la profesión y de todos los que desde dentro aprovechan ahora para vomitar sobre él lo que sin duda va a caer sobre todos.

Nos espera una lluvia de trencadís.

 Nota del arquitectador 1: Hace muchos años me vi obligado a realizar el alicatado de un centro de natación sobre un soporte con absorción cero. Dimos muchas vueltas hasta que encontramos la solución, que además estaba agravada por la agresividad del agua clorada sobre los productos adhesivos que utilizamos y por la dilatación diferencial dada la temperatura de la piscina durante el invierno que luego bajaba en verano al no calefactarse el agua. Un marrón. Pero se hizo y allí sigue.

Nota del arquitectador 2: No todo el mundo habla sin saber y sin haber ido a visitar el edificio, aquí tenéis una opinión cercana y versada.

¿Caben 1,9 millones de personas en un kilómetro cuadrado?

¿Temor a las aglomeraciones? ¿comportamiento antisocial? ¿Individualismo pertinaz? Salga de aquí sin hacer ruido. Éste no es su post.

Ciudad amurallada de Kowloon, en Hong Kong

Ciudad amurallada de Kowloon, en Hong Kong

¿Agorafobia? ¿Miedo a la soledad? Enhorabuena, despistado internauta que has llegado a este rincón oscuro de la red, estás en el sitio indicado. Te invito a un paseo por la ciudad de la oscuridad, el lugar que llegó a ser el más denso del mundo con -dicen- 50.000 personas en 0,026 kilómetros cuadrados, la friolera de 1,9 millones/km2. El sueño de Martin Handford, autor de «Buscando a Wally».

Las reuniones de cambio de presidente en la comunidad debían de ser para grabarlas

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Hablamos de un pequeño reducto,  hoy demolido por completo, en la ciudad de Hong Kong que se situó en un vacío de legalidad tras los tratados entre China y el Imperio Britanico , quedando geográficamente dentro de la colonia pero sin pertenecer administrativamente a ella, y que sobrevivió hasta la segunda guerra mundial ajeno a lo que sucedía fuera de sus murallas. La ciudad amurallada de Kowloon, fue bombardeada por los japoneses durante la segunda guerra mundial y tras utilizarse la piedra de sus murallas para la construcción de un aeropuerto en sus alrededores, la ciudad quedo como refugio de ilegales y comenzó su exponencial crecimiento en medio de una anarquía urbanística notable.

Parece ser que solo había dos normas a cumplir para la construcción en sus estrechas calles, dejar la instalación eléctrica vista  y accesible para poder atajar los seguramente habituales incendios y no sobrepasar las catorce alturas por aquello del cercano aeropuerto que os comentaba antes.

El crecimiento urbano, donde cada cual podía construir sobre la vivienda de alguien sin ningún sentido ni asesoramiento técnico, el aumento de la delincuencia y las condiciones de insalubridad del asentamiento -solo ocho puntos de agua suministraban a toda la población- hicieron que en 1991 se comenzase su demolición para colocar lo que hoy en día es un parque más de la ciudad de Hong Kong y terminar así con este desaguisado.

Ya sé que a algunos les parecerá que la foto no dista mucho de determinados lugares que tenemos hoy en día en nuestras ciudades, pero si somos de verdad sinceros nos daremos cuenta de que ni de lejos llegamos a las densidades y la falta de servicios de la que estamos hablando y de la que afortunadamente, ya no podemos prescindir.

Nota del arquitectador:  He leído por la red que además de fumaderos de opio, prostitución y delincuencia, abundaban -agarraos a la silla- los dentistas, ya que podían ejercer sin ninguna titulación en el lugar y a la alta demanda de ellos en la ciudad. A mí, han dejado de dolerme las muelas para siempre.