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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

Cuando no puedes contratar a nadie

No he tenido nunca arquitectos ni aparejadores trabajando para mí. Ni mucho menos estudiantes. En ocasiones hemos tenido colaboraciones puntuales de otros compañeros. La verdad es que después de muchos años trabajando con gente a mi cargo una de las cosas que buscaba cuando emprendí el camino de la profesión liberal era precisamente no tener volver a lidiar con eso.

En los últimos años llegan con frecuencia al estudio curriculums y cartas de presentación, books y peticiones de trabajo. Por lo general las archivamos con cierta parafernalia, con cierta devoción porque nosotros tambien hemos pasado por ese lugar incómodo pero necesario. Incluso a sabiendas de que es muy probable que nunca salgan de su oscuro archivo, de su ostracismo digital dentro de nuestros discos duros, nos parece más respetuoso hacer dormir esas esperanzas y enviar un mail de agradecimiento al compañero novel para que no espere una llamada que no puede llegar.

Un desierto por delante. Imagen 20minutos

El mes pasado apareció una jovencísima compañera en la puerta. Traía un pequeño pero muy cuidado book y un saco de esperanza. Le expliqué que nuestro trabajo era por lo general autogestionado, que cada encargo lo resolvíamos nosotros mismos y que creíamos firmemente en esta forma de hacer, un poco demodé, pero que aunque hubiésemos querido contratarla, en el desierto de contratos actual sólo podemos deambular de oasis en oasis buscando un trago de agua que no podemos compartir. Creo que lo entendió.
Me quedé muchos días pensando en ella y en como me recordaba a mi mismo hace bastantes años. Espero que tenga tanta suerte como he tenido yo y que pueda vivir de ésto, sin embargo no puedo dejar de pensar en las horas invertidas, en el trabajo y la ilusión que ella como tantos otros han cultivado cada año hasta llegar a su sueño, que sin duda no era aparecer en mi puerta con toda su energía a disposición del que pueda pagarla en un mundo en el que casi nadie puede hacerlo.
Y a pesar de que no está en mi ánimo crecer para tener quién realice planos, memorias y presupuestos, aunque no quiero otra cosa que poder seguir haciendo yo mismo lo que hago, me hubiese gustado poder ofrecerle algo.

Pero no puedo.

Nota del arquitectador: Ayer por primera vez, destruí algunos de los curriculums que tenía por aquí. Incluyendo el de la chica de la que hablo. Me dolió hacerlo, pero tampoco tenía ningún sentido mantenerlos, y a todos ellos les había aclarado previamente que no podía darles trabajo. Sin embargo no puedo dejar de pensar en el deambular por el desierto que les queda por delante. Que nos queda por delante.

5 comentarios

  1. Son tiempos difíciles.

    Hay que decir a tu favor que, al menos, has mantenido los C.V. y no los has tirado acto seguido. Gesto que se repite habitualmente en otros empresarios y oferentes de empleo.

    Aunque el resultado en ambos es el mismo, da la impresión de que tú al menos has pretendido respetar a la persona que te presentó sus datos y méritos. Te honra.

    07 enero 2014 | 12:36

  2. Dice ser Sicoloco del casting de Foolyou

    Bonita foto de ese desierto blanco parecido a un desierto de sal.en cuanto a los curriculums la culpa es del PP que tiene a nuestro país muerto,sin consumo y sin movimiento de dinero por órdenes de Alemania.

    07 enero 2014 | 12:51

  3. Dice ser yosoy

    Hoy todos sabemos que el trabajo es una necesidad social y estoy convencido que todos los que tienen posibilidad de dar trabajo lo harian con mucho gusto.

    El problema es que como dice ella, que no podía dar trabajo.

    A ver si esto cambia, nos entristece y nos disgusta el contenido del articulo y no poder ayudar a resolver la situaciones que se estan dando.

    07 enero 2014 | 13:01

  4. Dice ser carlos

    Como todo, esto se debe a una mala planificación, pero de las empresas, sino de la propia filosofía económica de un país que solo piensa en el corto plazo, pero nos ha pillado el toro al final. Se podría haber seguido con la burbuja inmobiliaria, pero las empresas se empeñaron en bajar cada vez más los sueldos, eso ha hecho que se derrumbará el consumo y el crédito. Ahora no hay facturación que permita contratar, y veo con preocupación que seguimos con las teorías de reducciones salariales, sin embargo los gastos públicos siguen por las nubes, además aumentando la presión fiscal. Por eso, no es suficiene crear trabajo, sino un trabajo que mantengan el consumo en niveles altos para seguir creando empleo. Pero la tendencia es la contraria, menos sueldo y menos estabilidad, al final nos hemos metido en un circulo vicioso de complicada salida….

    07 enero 2014 | 13:04

  5. «Vivimos tiempos de paradojas: nunca ha habido tanta riqueza y dinero circulando, pero “hay que apretarse el cinturón” para salir de la crisis. Hay más de seis millones de personas sin empleo, el paro es percibido como el mayor problema del país y pareciera que, por ahora, la respuesta de los sindicatos de concertación pasa sobre todo por la renovación del pacto social. Y la de los alternativos por la movilización y llamados a la huelga general… ¿No queda otra, “con la que está cayendo”, que pedir empleo a los empresarios? Abrimos el debate.

    El trabajo no es un problema, y es, además, necesario, porque la transformación de la naturaleza por la actividad humana es imprescindible para la supervivencia de la especie y de los individuos. A este respecto, lo único que ha cambiado es que la enorme productividad desatada por el capitalismo ha llegado a entrar en contradicción con los límites ecológicos y ha configurado un gigantesco mercado de bienes de consumo innecesarios. Quizá ya no hace falta tanto trabajo para reproducir la vida humana. Quizá hay un exceso de actividades antisociales alimentadas por el proceso de acumulación sin fin en que el capitalismo consiste. Pero esa no es la cuestión principal.

    El problema esencial –el que genera el mismo proceso de acumulación– de nuestro tiempo no es el trabajo, sino el trabajo asalariado. La relación asimétrica que impone que una persona, sin acceso a los medios de producción, deba vender su fuerza de trabajo a otra, propietaria de los mismos, a cambio de una retribución que ha de permitir –trabajo doméstico no pagado mediante– reproducir esa misma fuerza, para que la rueda pueda seguir girando al día siguiente. La diferencia entre el valor de lo que permite reproducir la fuerza de trabajo y el valor de lo producido se llama plusvalía. Y es un producto específicamente humano que se apropia en exclusividad una de las partes de la relación.

    Asalariado

    Sustentada esa dinámica esencial –el trabajo asalariado–, el problema se configura como una cuestión relativa a una relación de fuerzas en un momento concreto. Es el escenario de un conflicto: la lucha de clases. Las victorias parciales de una u otra parte le permiten aumentar o disminuir el grado de explotación, modificar los mecanismos por los que se expresa la misma confrontación, desestructurar al adversario. Eso es lo que ha pasado con el mundo laboral en las últimas décadas: la emergencia de un profundo proceso de desestructuración, segmentación y debilitamiento de la clase trabajadora por parte de un empresariado cada vez más triunfante y organizado.

    Subcontratas, ETT, contratos tem­­porales, deslocalizaciones, facilitación del despido, flexibilidad absoluta en torno a las condiciones esenciales de trabajo… constituyen mecanismos, conscientemente desarrollados, para enfrentar a los trabajadores entre sí.

    La llamada descentralización productiva –lo que otros llaman el postfordismo– no es más que una brutal mutación que transforma un mundo laboral de obreros, con contrato para toda la vida, con un cierto contrapoder sindical y con el salario suficiente para poder hacer frente a los gastos de una familia patriarcal –modelo fordista–, en un magma ultraflexible de posiciones diferenciadas, nadando desde los restos de lo anterior, cada vez más acosados –el llamado core business–, hasta las mil y una formas de la precariedad post­moderna: temporales, subcontratados, en misión, falsos autónomos, con jornada parcial, en formación, etc.

    Estructura esencial

    Lo que ha explosionado es la idea misma del derecho del trabajo como elemento de racionalización de la relación salarial, como normativa que legitimaba y, al tiempo, limitaba, la explotación inherente a la forma capitalista de trabajar. Ahora estamos ante una mixtura ultraflexible entre la dictadura del Capital en el centro de trabajo y mecanismos de domesticación de la fuerza laboral, como el desempleo de masas y la conformación de “zo­nas grises” entre el derecho social y otros ordenamientos legales –falsos autónomos, prácticas formativas, trabajo migrante, etc.–

    ¿Deberíamos trabajar tanto? Pro­bablemente no. ¿Deberíamos garantizar un ingreso básico a quienes no pueden acceder a un empleo? Sin duda, sí. Pero no olvidemos que ni la renta básica ni el reparto del empleo serán posibles sin operar seriamente sobre la relación salarial. Sin intentar, organizadamente, influir sobre ella y, si se puede, abolirla. Cómo hacerlo es una pregunta compleja que daría para otro artículo. Lo que está claro es que el de la relación salarial es un espacio decisivo para discutir la estructura esencial de la sociedad».

    por JOSÉ L. CARRETERO MIRAMAR.
    Profesor de Derecho del Trabajo e integrante del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA)
    06/06/13

    07 enero 2014 | 20:01

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