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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

Cuando construir en un minuto cuesta años de trabajo

Cada año cuando uno era chaval, volvían durante unas semanas y de forma cíclica los juegos tradicionales. La lima, la peonza, las chapas (coincidían con la vuelta ciclista a España), las canicas y todo el elenco de diversiones clásicas, de la misma manera que hoy en los telediarios cada equis meses vuelve la noticia de que un edificio es construido en menos plazo de tiempo del que se tarda en poner un cocido o unas lentejas. Las imágenes y la sucesión de vídeos en la red proliferan por doquier y hacen las delicias de los que las ven y cuando menos sorprenden a los que vivimos de este deporte no olímpico (aún) de la construcción.

En todo caso los noticieros, que nunca hablan de lo que supone en tiempo real de trabajo conseguir esto, consiguen su minuto de final del telediario y dejan en el espectador la sensación de que esos chinos (siempre es china o al menos en Oriente) son unos tipos verdaderamente eficaces y nosotros, pobres íberos, no generamos más que retrasos en nuestras obras.

 

Lo cierto es que para poder realizar una construcción como la del vídeo que os traigo hoy, en el que unos impecables operarios con los cascos impolutos, los zapatos a estrenar y las taladradores brillantes montan la estructura y fachada de un edificio en 90 horas, es decir cuatro días completos de trabajo, se hace necesario que un equipo de personas planifiquen, diseñen y coordinen de manera previa con tal grado de precisión y de acierto que no creo que hayan participado menos de dos técnicos por cada operario directo implicado en esos cuatro días de trabajo.

Y no lo digo porque no me parezca un trabajo ímprobo y un resultado espectacular, sino porque ya es hora de que los telediarios hablen de la realidad de las cosas y no se queden en la anécdota y el colorín. Para poder llegar a trabajar cada hora de ese proceso de 90 horas de construcción han sido necesarios seguramente un numero de horas de trabajo de estudio y planificación que se hacen impensables por desgracia en nuestra forma de trabajar actual en España.

Ojalá con ayuda de los nuevos sistemas y de las tecnologías actuales, estemos en la antesala de que las obras se empiecen a construir de verdad en los estudios. Esperemos que los promotores se den cuenta de que ese es el camino.
Nota del arquitectador: Un antiguo jefe, especialista en construcciones en gran altura, me contaba que una de las planificaciones más minuciosas que se hicieron en la construcción de Torre Picasso en Madrid fue la de las piezas que una grúa podía subir en cada izado en función de los pesos y volúmenes para minimizar el numero de subidas de la misma y aprovechar así los minutos. La verdad es que me parece apasionante.

2 comentarios

  1. Dice ser sinvivirenmi

    lo venden en IKEA

    05 diciembre 2013 | 14:46

  2. «Atravesamos, desde hace mucho tiempo, momentos cruciales en nuestro devenir histórico. Nuestro planeta pasa por dificultades de alcance. No todo el mundo valora de igual modo los síntomas detectados. Mientras algunos diagnostican catástrofes graves, otros se mantienen en una especie de incredulidad semejante al escepticismo. Incluso los hay que opinan, desde la mayor de las ignorancias voluntarias, por aquello de la calificación que otorgan, con desprecio, de todos aquellos que advierten de las penalidades potenciales. Estos últimos suelen ser los que tienen pocas razones para valorar ajustadamente lo que poseen o disfrutan, por haber tenido que aportar pocos méritos para alcanzar el status logrado o heredado.

    Lo cierto y verdad es que, desde el mundo de la Ciencia, se viene concediendo importancia a detalles reveladores de graves dolencias que afectan a nuestro planeta. Han sido las únicas voces capaces de levantarse contra la amplia y desconsiderada agresión intelectual, además de la física, que los gigantes energéticos practican, al unísono con las grandes petroleras y en una alianza sólidamente acordada, que están en campaña permanente, ocultando datos, hechos y circunstancias y violentando la verdad de lo que acontece, intentando mantener sus intereses aún a costa de los colectivos y generales de las personas que habitan este planeta llamado Tierra.

    El mundo de los beneficios ha logrado concitar en derredor suyo a mucha gente que, en espera o bajo promesas, de compartir algo de lo obtenido o por obtener, es capaz de aportar cuanto tienen a mano, para hacer posible su rentabilidad personal. No escapa de esta trama el colectivo de los profesionales de la información y comunicación que tienen entre sus filas a algunos miembros que actúan de voceros de intereses bastardos. Todo el mundo conoce los manejos en el Reino Unido de un siniestro personaje llamado Murdoch, por cierto, “patrón”, también, del anterior presidente del Gobierno del PP, José María Aznar. En los Estados Unidos, se acusa a su imperio de apoyar mediática e incondicionalmente a las grandes petroleras. Le acusan de que en torno al 80% de la información que se da e USA sobre el calentamiento global en los periódicos de Murdoch, induce a error.

    Se acaba de formular una llamada advirtiendo del hecho de que el “amigo” de Aznar, ha decidido entrar a saco en una posición que minimice las referencias a las dificultades de nuestro planeta y al cambio climático en marcha o en ciernes, o irremediablemente logrado. La pretensión, no es otra, que disuadir al magnate de la comunicación interesada, ya que lo único decente es decir y dar a conocer la verdad. Todo el mundo puede adherirse apoyando la iniciativa. Tiene por objeto sumar las voces para efectuar un llamamiento a Murdoch y que acepte lo que se valora científicamente y los pronósticos que plantea y que esas verdades sean las que vean la luz en los medios de comunicación, para que no se violente la información que las personas reciben. En torno a 2000 científicos están en ello.

    No se pueden obviar las necesarias actuaciones gubernamentales que permitan dar un giro en el maltrato al planeta que constituye nuestro hábitat. Hoy hay signos evidentes de cambios en la dirección perniciosa: sequías persistentes, tormentas descomunales, amenaza de un nivel del mar que puede engullir parte de las osadas construcciones consentidas o no, en las riberas marítimas, incluso obra pública, clara disminución del espesor del hielo en el Ártico o desaparición de glaciares o de islas habitadas y un largo etcétera.

    Confiar en que la Tierra es un sistema autosuficiente, entre otras cosas atribuyendo carta de naturaleza a lo que presumiblemente ha debido ocurrir con anterioridad, desde el origen de nuestro planeta, es una licencia injustificada. Argumentar que la evidencia es que ha debido superar las adversidades, dado que aquí estamos, es, cuando menos, ignorar una parte fundamental de los hechos, cual es la aportación del hombre como especie, al deterioro infringido. No hay elementos suficientes para determinar, inequívocamente, cual es el punto de no retorno. Solamente, sensatamente, podemos plantearnos que, por si acaso estamos a tiempo, debemos activarnos en la dirección de evitar mayores contribuciones al quebranto del delicado sistema ambiental, que se fue configurando para albergarnos generosamente desde hace unos 4.500 millones de años. Negar el cambio climático es amparar, con excusas, a los que tienen intereses en juego, por encima de lo que aportan a la Humanidad y, por descontado, no contabilizados en los imputs-outputs del negocio propio. Que haya mercenarios capaces de apoyar, desde la Ciencia o desde los escritos o desde cualquier foro y nos infecten y arrastren a otros a que lo hagan, no debe afectarnos, con el convencimiento de que su falta a la verdad no encontrará descanso de conciencia.

    Lo único cierto es que, de nuestra inhibición, solamente derivan las opciones de mayores perjuicios. Sabemos lo que lo que hacemos mal y sabemos igualmente que lo que hacemos mal es a costa de un precio que pagan los demás. Así se puede competir porque el precio es más barato. Pero alguien tiene que pagar la diferencia. Así venimos haciéndolo desde que nos reconocemos. ¿Y si empezáramos a preocuparnos por ello? Si colectivamente lo logramos, y desenmascaramos a los que actúan a la contra, porque quieren seguir aprovechándose de los demás, podremos limpiar la conciencia de las múltiples tachas pasadas, que las tenemos. Unidos podemos. Vivimos un presente que da paso a un futuro y no somos propietarios, sino solo usuarios. Si dejamos que los espabilados referidos actúen a sus anchas, la Tierra como fiambre, está servida. Tú verás».

    por Alberto Requena
    nuevatribuna.es
    04 Octubre 2013

    06 diciembre 2013 | 02:40

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