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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

Arquitectura vertical que se hunde con la crisis

De las muchas cosas que nos ha traído esta crisis hay algunas que me atrevo a decir que tienen su puntito. Su puntito morboso y apocalíptico, y por supuesto nada tan apocalíptico como una ciudad o un edificio abandonado. Películas de zombies o mundos en el que solo unos pocos humanos o un único y solitario héroe sobreviven entre edificios reconquistados por malas hierbas y semillas que crecen indefinidamente hasta reventar muros y cimientos, nos llegan desde las pantallas para crear un ideario en nuestra mente. Una paleta de escenarios que se empiezan a materializar en la vida real merced a un trabajo sencillísimo: el abandono.

¡La del tercero! ¿Me subes ese calcetín que se me cayó?

¡La del tercero! ¿Me subes ese calcetín que se me cayó?

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Y como el abandono provocado por la falta de parné llega a todas partes, empiezan a surgir edificios como este de Johannesburgo que traigo hoy y que si un día fue la construcción residencial más alta del continente africano, en cuyas inmediaciones hubo incluso planes para ubicar una pista de esquí cubierta (¿¿??), hoy se ha convertido en un autentico y literal pozo. Un pozo de historias donde la suciedad y el detritus se acumulan en su gigantesco patio.

Un edificio que otrora fue un lujoso residencial, se transformó merced al paso del tiempo entre premuras económicas, en un lúgubre pozo de apabullante altura donde historias de robos, suicidios y delincuencia adornaron su triste existir. He podido leer que tras un intento de rehabilitación que la falta de dinero también detuvo, el edificio hoy no es ni el ostentoso gigante que fue, ni el angosto pozo de oscuridad que aparece en las fotos, sino un lugar a medio camino entre ambos.

Personalmente no puedo dejar de pensar en una famosa escena cinematográfica, donde el irrepetible Constantino Romero  nos descubrío con su maravillosa entonación cierta paternidad sospechada durante muchos minutos previos. A ver si la ciencia ficción no era tan ficticia y  el futuro nos está llegando sin darnos ni cuenta.

11 comentarios

  1. Dice ser MANUEL

    La ambición de ganar dinero ha sobrepasado a todo el mundo, es hora de invertir con cabeza y pensando lo que se hace http://www.inverealestate.com

    09 noviembre 2013 | 12:15

  2. Dice ser LUISA

    Se caen los grandes edificios, se derrumban las estructuras, es hora de levantarnos y seguir adelante.
    http://www.lafoliemadrid.com

    09 noviembre 2013 | 12:16

  3. Dice ser MANUELA

    Se han producido demasiados excesos, demasiado lujo y demasiada soberbia, demasiada altura, por lo que la caída es más grande.

    09 noviembre 2013 | 12:19

  4. Cuando la arquitectura es «tomada» por el marketing, pasa lo que pasa. La Ciudad de las Luces, en paris, el Quartier de la Dèfense, y otras joyas de «divinos», como los Nouvel, Calatrava (Telaclava), Bofills y demás cerebros.
    Si lo desean vean este blog: http://arquiterapiaa.blogspot.com.es/2013/06/dame-el-gusto.html
    Donde se habla de las arquitecturas temáticas y de a dónde nos llevan.

    09 noviembre 2013 | 12:35

  5. Dice ser Malvado Señor X

    Joder, anda que no estaría bien una partida de airsoft ahi….

    09 noviembre 2013 | 13:08

  6. Dice ser Damastes

    Ubi sunt?

    09 noviembre 2013 | 14:02

  7. Dice ser Fran

    En todos los países donde los negros han expulsado a los blancos, toda la riqueza ha desparecido y han colapsado igual que el edificio de la fotografía. No culpes a la economía global; la raza negra siempre irá asociada al parasitismo, pues es incapaz de crear riqueza. En cambio, la raza asiática prospera en las mismas condiciones de crisis global, porque vive con unos valores muy diferentes.

    09 noviembre 2013 | 18:28

  8. Dice ser Lola

    Buenas tardes,
    Ése no es Constantino Romero, es un doblaje sudamericano.
    https://www.youtube.com/watch?v=3277YoeIS8A Otro ejemplo megaedificios abandonados.

    09 noviembre 2013 | 18:29

  9. Dice ser perro

    Hablas del gran Constantino Romero y pones un video de sudacas???

    VERGUENZA DEBERIA DARTE

    09 noviembre 2013 | 19:40

  10. Dice ser Pimpollo

    Anda, no bastaba con guerras entre ingenieros y arquitectos en los comentarios del blog, que ahora también tenemos racistas suprematistas. Esto se pone interesante, voy a por las palomitas…

    09 noviembre 2013 | 20:39

  11. Identificamos darwinismo, la idea por la cual la evolución de las especies se produce por selección natural de los individuos y se perpetúa con la herencia, más con las sociedades anglosajonas. Y hay una cierta parte de razón, ya que es en estas sociedades en las que se pone más énfasis en la responsabilidad individual y se distingue menos entre los que pueden o no salir adelante con sus propios recursos.

    Las sociedades más socialdemócratas, o las que aspiran a serlo como la nuestra, se vanaglorian de que el Estado protector les salvaguarda de la ley del más fuerte que suele identificarse como el libre mercado puro y duro. A mayor regulación, mayor protección, sería la consigna.

    La realidad es, sin embargo, un poco más poliédrica cuando uno se topa con la realidad del mundo del trabajo. A pocos de los que han trabajado en mercados foráneos del mundo desarrollado se les escapa la dureza del mundo del trabajo en España. Y no me refiero sólo a los aspectos más obvios como precariedad contractual, bajos salarios, jornadas interminables, horarios infames de jornada partida o la escasez de trabajo de calidad. Me refiero a las relaciones humanas, las condiciones en que se desarrolla el trabajo del día a día donde se ponen de manifiesto las diferencias sociales y de estatus.

    Estoy hablando de las oficinas en las que los empleados senior bajan a comerse el menú del día con sus ticket restaurant mientras que los becarios y los junior, que suelen ser la mayoría, se quedan en la oficina comiendo de tupper. Estoy pensando en aquellas que no dejan asistir a las reuniones importantes al trabajador en prácticas que se ha estado comiendo el marrón durante semanas y ha hecho todo el trabajo de carpintería. A esas incontables empresas en que becarios que trabajan por la voluntad, a los que se les obliga a vestir de traje y corbata aunque apenas les paguen, se hacinan en cubículos y sacan adelante múltiples tareas mientras que los jefes se refugian en sus peceras donde disponen de ordenadores más rápidos y mejores, sillas con respaldos más altos y mesas más grandes. Estoy recordando esas corporaciones en las que los empleados de menos rango se quedan dos horas diarias trabajando gratis sin tener la certeza de que su contrato será renovado. De esos entrañables lugares en los que a las tres de la tarde se escucha el ruido ensordecedor de las bolsas de papel reciclado de Calvin Klein, Purificación García y Tommy Hilfiger, lugares por donde sus jefes, algunos de los cuáles todavía dicen estar a la izquierda del Partido Comunista, se han dejado caer a la hora de la siesta.

    En España, el estatuto de los trabajadores, las negociaciones colectivas y la protección social son la prueba más palpable de que el papel lo aguanta todo. El mejor modo de proteger al trabajador no es la ley si esta es papel mojado, sino otro sitio a donde escapar, otro trabajo a donde largarse.

    Contra lo que suele decirse, en España se respeta, se adora el trabajo (o quizás sea mejor decir el puesto de trabajo). Los españoles mostramos una actitud timorata, cobarde en el puesto de trabajo, ante la dificultad de ganarlo y el miedo de perderlo. Una mirada, un comentario de un superior jerárquico para el mundo de muchos. Hay muchas más palabras en castellano que en inglés para designar al chupatintas, al pelota, al lameculos, al que se agarra al sueldo y al puesto como una lapa.

    Recuerdo que, con 20 años, una de las cosas que más me impresionaba de los libros de Bukowski era la cantidad de trabajos que su alter ego biográfico Chinaski encontraba y perdía, sobre todo en su libro Factotum. Trabajos industriales que entonces, antes de que la globalización de la economía lo explicara todo, nos parecían de poca calidad y que hoy serían un sueño para muchos por la seguridad y confort mental que ofrecían (sus novelas están ambientadas en los años 50 y 60).

    Quién pudiera, como Chinaski, trabajar en una fábrica de pepinillos pasando una entrevista de trabajo en la que contesta a su futuro patrón que su interés se debe a que el sitio en cuestión «le recuerda a su abuela» o mirando pasar botellas en una cadena de producción y rechazando las defectuosas con la cabeza en otra parte. Con lo difícil que ya era encontrar un trabajo, cualquier trabajo, en España a mediados de los 80, ¿como era posible que a ese borracho, desarrapado y salido de Chinaski le volvieran a contratar una y otra vez? Tengo la seguridad de que en España no se hubiera comido un colín.

    Sin idealizaciones absurdas porque también hay quien lo pasa mal, pero en el país de los workaholics la relación de mucha gente con el trabajo es bastante más tranquila y desapasionada que la de los españoles. Y eso es porque incluso en los tiempos, como estos últimos años, en que no abunda, tampoco falta. Hay un significativo número de americanos que trabajan a ráfagas, cuando les hace falta. Algunos de ellos tienen dos o tres trabajos al año que van dejando y tomando, como algunas relaciones de pareja. Es el caso de estudiantes que quieren contribuir a pagar sus estudios o a financiarse algún proyecto. También el de hombres y mujeres que no necesitan trabajar para vivir porque trabajan sus cónyuges o disponen de rentas, que buscan algo que hacer que les distraiga o algún trabajo voluntario. No tienen que aguantar tanta marea ni comerse tantos marrones. No se sulfuran, ni piensan que les vaya la vida en ello, ni que vaya a pasar el último tren en sus vidas.

    Convendría repensar qué se entiende por sociedades darwinistas.

    César García Escritor y profesor universitario
    22/10/2013 huffingtonpost.es

    09 noviembre 2013 | 21:48

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