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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

¿Quien ganó más dinero durante el boom inmobiliario?

-Que les….(1)….., que han ganado mucho antes.

Ésto, mis sufridos lectores, lo oímos todos los días los que hemos vivido -y aspiramos a seguir haciéndolo- de profesiones relacionadas con la construcción. No voy a desmontar este mito tan difundido y que tanto nos gusta a todos utilizar en según que conversaciones, pero al menos, para que alguien no os calle en alguna tertulia de bar os ofrezco aquí algunas reflexiones sobre quien ha ganado más pasta con la burbuja y quien, a pesar de lo que se pueda considerar, no ha ganado tanto como se piensa:

A espuertas, oiga, estos de las obras se lo llevan a espuertas

-Trabajadores no titulados: Indudablemente los sueldos en construcción subieron durante la burbuja, en algunos oficios muy por encima de lo que ganaba un titulado medio o superior con responsabilidades en la obra, pero lo mejor de todo no era eso, sino la continuidad que los trabajadores han tenido en un sector que se ha caracterizado siempre por la temporalidad y la precariedad. Lamentablemente no se ha sabido aprovechar la bonanza para generar un modelo de trabajo más estable ¿como hacerlo si el sector en sí mismo no lo es? En definitiva han ganado más y han tenido mayor continuidad en su trabajo. No han trabajado más horas y si lo han hecho las han cobrado.

-Trabajadores titulados asalariados: Arquitectos y aparejadores a sueldo en empresas. Efectivamente los sueldos subieron, pero estaban bastante acotados. El problema de este segmento de trabajadores no es el sueldo, que os aseguro que se ganaban sudando tinta aún en el caso del más caro de todos ellos, el problema real fueron las jornadas interminables de 10-12 horas mínimo todos los días y muchos fines de semana, con el añadido de que la responsabilidad se ha personalizado en ellos a nivel interno en las empresas y se hace difícil dormir, mantener una relación o incluso sacar tiempo para rozar a la pareja en tiempo, forma y manera satisfactoria. Moraleja: Se ha ganado más dinero bruto aunque ganando menos por m2 o unidad de vivienda . Se han trabajado muchas más horas de lo que dice ningún convenio y en virtud de ellos han salido más trabajos adelante. Este segmento no cobra las horas extraordinarias jamás. Más responsabilidad adquirida a un precio unitario menor.

-Profesionales liberales titulados por cuenta propia: Casi siempre los arquitectos y aparejadores que han firmado la dirección de obra. Es un caso curioso este. Es verdad que han ganado dinero en virtud de que el trabajo creció tanto que aún a costa de trabajar muchísimas horas, noches y fines de semana se han sacado todas las obras de este país adelante, -no es moco de pavo-  sin embargo el precio de su trabajo bajó sensiblemente, como consecuencia sobre todo de la anulación de las tarifas de honorarios y la mayor competencia del sector, hasta llegar a unos precios verdaderamente ridículos. En cambio la responsabilidad de éstos ha subido durante los últimos años de manera exponencial en virtud de las nuevas normativas y la mayor tendencia a denunciar de los propietarios a veces por cosas ridículas. (2)

-Las constructoras: No han ganado un porcentaje mayor, puesto que el precio de construcción -no de venta- no ha subido proporcionalmente al precio de venta. Sí es cierto que ha habido mucho, muchísimo trabajo y por ello, las grandes empresas, y las pequeñas han ganado más por el hecho de trabajar más, lo cual me parece totalmente lícito por otra parte.

-Las promotoras: Han ganado exponencialmente mucho más que en una época normal. Sobre todo aquellos que han podido comprar suelo a precios anteriores a la burbuja y han vendido en plena efervescencia. Ganar mucho más por hacer lo mismo. Me lo pido para la próxima.

-Los propietarios del suelo: Han pasado en la mayoría de las ocasiones de tener un erial a poseer el codiciado objeto de deseo sobre el que edificar la ambición de unos, el hogar de otros y el medio de trabajo de muchos. Una verdadera plusvalía de la nada al infinito. El becerro de oro. Sí hubiese plagas bíblicas de oferta ya les habría caído una docena. Han ganado lo que jamás pensaron sin hacer más que vender algo que no usaban.

-Los ayuntamientos: Mis queridos amigos, así por encima el ayuntamiento se lleva un 4-5% en tasas y licencias sobre el precio estimado de ejecución. En fin, según los lugares por una chocita de 80 m2 se ha podido llevar perfectamente alrededor de unos 6000 euretes tirando por lo bajo. Además hay que contar con que en los convenios el 10% del suelo con aprovechamiento lucrativo es para los consistorios. Ahí lo llevas regidor, que hay que pagar el museo del macramé y la estatua al contribuyente desconocido. Han ganado mucho más de lo que pensaron por cumplir con su obligación de gestionar licencias. Eso sí los ayuntamientos somos todos. El último que apague la luz.

-Los notarios y registradores: Han trabajado mucho más y han ganado mucho más pues ellos SÍ QUE TIENEN TARIFAS DE HONORARIOS y según dicen nuestro próceres para ellos no cuenta la ley de competitividad. Y está bien que así sea pues son de los individuos más competentes de nuestra sociedad. Con un numero reducidísimo han conseguido poner a uno de los suyos en la silla de la Moncloa. Algo tendrán.

-Paco, pon otra caña hombre, que ya está el arquitectaleches llorando

No me quejo en absoluto, en realidad no conozco a ninguno de los anteriores que lo haga excepto a los ayuntamientos que hablan de «burbuja» cuando acuñaron la palabra «boom» y a algunos otros que por lo general no pertenecen al sector. En este sector, hoy por hoy, nadie tiene tiempo de quejarse. Bastante ocupados están en «reinventarse». ¿No os he hablado del verbo reinventarse, aún? Uy, de eso tenemos que hablar, pero por hoy vamos a dejarlo, no me calentéis, no me calentéis….

 

Notas del Arquitectador:

(1)Aquí viene algo sobre hacerte pertenecer a una ciudad bíblica famosa junto con Gomorra por sus pecados contra la carne que fue asolada por la furia divina en día malo del creador.

(2)Vengo de un juicio de un tipo que pretendía que le cambiaran una bañera que tenía una arañazo, dos años después de su entrega, en cuyo momento por cierto, el arañazo no estaba. Esperpento convertido en rutina a juzgar por lo que he visto en la sala de vistas.

Valga la rebuznancia.

O la repugnancia.

En el juzgado, lo he visto en el juzgado.

 

3 comentarios

  1. Dice ser Poteles

    Te han faltado dos personajes en este cuento: El Estado y el lobo del cuento, en este caso cancerbero y no lobo, “amigo de concejal urbanismo-concejal de urbanismo-amigo de concejal directivo de caja”, este último quizás el que mayor plusvalía ha sacado a su «trabajo», y el que más momio nos ha dejado, de momento 40.000 millones de euros y creciendo (morosidad actual de créditos inmobiliarios 40%)

    El Estado, ha sacado una buena tajada de la burbuja inmobiliaria, con una sobreimposición de gravámenes inmobiliarios de las diferentes administraciones (con lo que se ha criticado al diezmo…que bien nos vendría ahora), y una fiscalidad muy bien pensada para sacarle provecho a la burbuja inmobiliaria.
    Lo del cancerbero es ya de cine: ring, ring, ring,………. Manolo vamos a recalificar aquel erial del que te hable, ….si ese es…., que acabo de comprarlo baratico baratico, ya luego voy a ver Paco a su oficina en la caja para que me vaya preparando el crédito,……………. la garantía?, coño con el propio terreno ya recalificado,……no sé si para viviendas o para un aeropuerto……no sé, bueno un día de estos quedamos en la Almeja Feliz y cerramos detalles…….

    27 junio 2013 | 15:09

  2. Dice ser QUIJOTE-BARRANTES

    AMEN, AMEN y AMEN
    Me has plasmado el pensamiento tal cual. Si Señor.
    Los ignorantes del sector, que no opinen, que sería como mear contra el viento …

    28 junio 2013 | 07:57

  3. A finales del siglo XIX, y a principios del XX, disfrutar del ocio y no trabajar se convirtió en un símbolo de estatus social, en una forma de ostentación de las clases privilegiadas, de los más poderosos. Los únicos que rompían ese precepto eran los nuevos ricos, los que amasaban una fortuna desde la nada con su ingenio y su rapacidad. Pero a un nuevo rico le seguía generalmente una generación ociosa, ese era el símbolo de haber subido en la escala social.

    En el siglo XXI los ricos, muy ricos, presumen de lo contrario, de trabajar mucho, de estar dedicados en exclusiva al trabajo, a los negocios. Para ellos existe un adjetivo que los define y con el que se definen: workaholics, una patología que describió en el año 1968 el psiquiatra y teólogo norteamericano Waynae Oates, y que era comparable a una adicción a cualquier tipo de droga.

    Cuando se acuñó el término, los enfermos de esta patología eran con frecuencia trabajadores de bajo rendimiento, que por falta de precisión o formación, o por exceso de horas de trabajo resultaban ineficaces en sus empleos. A los ricos de hoy en día, como los que se reunieron en el foro de Davos hace unos días, les gusta definirse como workaholics porqué es una forma de demostrar que su riqueza se debe únicamente a su esfuerzo, en contraste con una población de parados cada vez más numerosa. Esa perversa asociación que relaciona directamente trabajo, éxito y riqueza es la forma de sustentar la desigualdad social con una base de perversa moralidad, en un intento de dotar al capitalismo moderno de un andamiaje ético. Los ricos complementan ese rearme moral con una calculada actividad filantrópica: fundaciones, donaciones a ONGs, proyectos de cooperación, que por un lado calma su mala conciencia y que por el otro limpia su imagen delante de la sociedad produciéndoles retornos en forma de disminución de impuestos.

    Los ricos del siglo XXI tienen una mala disposición a cumplir con su fiscalidad, la flanquean con todas sus fuerzas y con la ayuda de unas leyes laxas que les incitan a hacerlo. A pesar de eso les gusta hacer donaciones, porqué ello contribuye a su bienestar espiritual, vean si no a Amancio Ortega con su donativo de 20 millones a Caritas, un porcentaje ridículo de sus beneficios anuales. Un rico puede legitimar su riqueza con una buena contribución a una causa noble, por ejemplo levantar un hospital o una escuela, de la cual quedará constancia en una placa de latón o un busto del filántropo en el acceso principal. La aristocracia pecuniaria del siglo XXI quiere que se consolide la idea que cuando alguien tiene dificultades económicas, o sufre pobreza, es por su falta de iniciativa, su poco espíritu, su nula voluntad de trabajar. Los trabajadores en el mundo occidental hemos pasado de tener que trabajar jornadas de 14 horas a vivir de las migajas de los subsidios. La sociedad de clases parece haber dado un giro de 180º, pero sólo lo parece.

    En el mundo hay legiones de esclavos, trabajadores sin protección alguna, sin derechos, que trabajan jornadas inacabables en condiciones extremas y que contribuyen con su esfuerzo y su sacrificio, y con las plusvalías que generan su trabajo y su miseria, a acrecentar la riqueza de los más poderosos. Los empresarios, ricos y emprendedores, están realizando un último asalto al poder, amparados por su buena imagen pública, por su aparente capacidad de generar riqueza y todo ello en un contexto político de desprestigio de la instituciones y de corrupción de la clase política. Los poderosos siempre nos han impuesto su ley, pero ahora puede que la ejerzan con nuestro aplauso, con el beneplácito de una sociedad empobrecida que busca salidas desesperadamente.

    Jaume Grau
    28/01/2013

    28 junio 2013 | 09:36

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