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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

LAS PLAZAS

Cuando uno piensa en salir a la calle, a pasear, a tomar algo con los amigos, a comprar, a que se ventilen nuestros vástagos, necesitamos saber que en esos espacios de nuestros pueblos y ciudades, de nuestras villas y mega-urbes, podremos encontrar lugares donde hacerlo de una manera libre, de un modo natural y de forma que podamos además compartir y socializarnos con el resto de habitantes de nuestro grupo.

La tribu. Al final, siempre la tribu. La tribu, ordena sus cabañas en torno a un espacio que se materializa en torno a las reuniones, los cónclaves y las ceremonias. La plaza del pueblo. 

Procedo de una familia que como casi todas las que emigraron a una ciudad tiene orígenes rurales diversos. Mi padre, nació y vivió hasta casi la treintena en una pedanía de ínfimo tamaño, asentamiento de colonos que trabajaban las tierras de una aristócrata. El lugar, el pueblo, es aún hoy una plaza. Un rectángulo de casas (la muralla) que dejaban en el centro un espacio donde encontrarse (la plaza). En una esquina la iglesia (el salón de reunión), en el centro un muro ciego que hacía las veces de frontón (el polideportivo) y de hito urbano. Cada casa una función. La del molino, la del hornero…(el mercado).


Como este ejemplo, podemos encontrar muchos, y mucho se ha escrito sobre ello.

En nuestras ciudades, las plazas, que en sus orígenes eran lugares de mercadeo, de encuentro, de discusión, hoy han pasado a ser en muchos casos lugares de paso, podiums en los que colocar una estatua, una fuente o un elemento decorativo o conmemorativo, y se pierde poco a poco la configuración de «salón» de esa plaza, haciendole (me parece a mí) perder el carácter de lugar de encuentro de la tribu.

En los nuevos desarrollos, ya ni siquiera se consideran esas plazas. Simplemente no existen. Grandes avenidas, donde los lugares que podrían haber sido elegidos para ello hacen la función de rotondas, de ordenamiento del tráfico y por supuesto de elementos ornamentales, básicamente inútiles, y proporcionalmente grandes, económicamente desmedidos.

Pero en nuestro fuero interno, necesitamos esos lugares. Buscamos pequeños lugares en los que una terraza de un bar nos sirva de plaza. Constituimos corrillos con los amigos. Nos encanta encontrar dos bares juntos en los que poder cambiar de uno a otro según gire el sol. Buscamos las plazas en nuestros recorridos turísticos, nos atraen las escalinatas donde sentarnos y admirarlas a placer.

Desde mi simplista manera de ver las cosas, la tribu, siempre acaba imponiendo su asentamiento de chozas tarde o temprano. Y así debe ser.


Dejo dos ejemplos distintos y dos preguntas que lanzo para la reflexión de cada cual.



Metropol parasol en Sevilla:


Espectacular y maravillosa estructura de madera, que alberga un museo y establecimentos de hosteleria en su zona baja así como una gran terraza en su parte superior.

¿Está en relación el tamaño y alcance de este proyecto con las necesidades cotidianas del lugar y sus habitantes?


Rehabilitación Plaza de Cabestreros en Madrid:


La rehabilitación de la plaza de Cabestreros es una aparentemente sencilla actuación que alberga un parking bajo el recuperado espacio de la plaza y solventa el desnivel entre sus dos laterales opuestos.
La misma pregunta: ¿Está en relación el tamaño y alcance de este proyecto con las necesidades cotidianas del lugar y sus habitantes?




Y de las dos: ¿cual es merecedora de una mención arquitectónica, un premio o simplemente un reconocimiento?



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