Doce años, una vida de perro

Un puente de mayo hace doce años acudimos a una protectora en busca de un nuevo miembro de nuestra familia. Una familia escueta, dos adultos que no llegaban a los treinta años y dos gatos adolescentes, que había perdido a uno de sus miembros dos semanas antes.

No pretendía sustituir a Mina con una nueva adopción, pero sí lograr que no doliera entrar en casa sin que un alboroto de rabo y lengua acudiera a saludar, sí que quería recuperar la rutina de paseos, de alimentación y cuidados que echaba de menos.

Recorrimos los cheniles de ANAA acompañados por Laura. «A tí te doy el perro que quieras» recuerdo que me dijo. Yo ya tenía este blog, aunque no alojado aún en 20minutos. Tenía también un boletín que enviaba semanalmente a todos mis contactos aún a riesgo de que me aborrecieran, ya había hecho algunos rescates y había sido canguro.

Acompañados de Laura recorrimos los cheniles. Mi única petición fue que fuera compatible con gatos, que tuviera buen carácter y, a ser posible, el pelo corto.

Aún recuerdo el primer perro que me enamoró. Un braco chocolate con los ojos dorados y lleno de energía. Tiraba de la correa como un caballo de tiro, pero no me preocupó. Ya le enseñaría yo. El problema es que hicimos allí mismo la prueba con gatos y era incompatible.

También valoramos la adopción de una cruce de galgo de color gris, de unos dos o tres años y con los dientes dañados por haber sobrevivido a la parvo de cachorra. ¿O era al moquillo? Me falla la memoria.

De ambos tuve noticias a posteriori. A la galguita la vi compitiendo en el concurso de perros sin raza del siguiente año, acompañando una familia con niños. Y la dueña del braco me escribió tras oírme hablar de él en mi blog contándome que estaba feliz con él.

Ojalá supiera que ha sido de ellos.

Troya fue la perra que se vino a casa con nosotros, asustada al principio de casi todo: las escaleras, los hombres de mediana edad, el palo de la escoba… En la protectora la habían llamado Raspa, así de flaca la encontraron.

Era una perra de unos cinco o seis años me dijeron, cruce de caza de 25 kilos. Tenía perdigones en el cuerpo y leishmania. No eran tan fácil que saliera en adopción pese a ser buena como el pan. Y ella me ganó cuando entré en su chenil y se tumbó sobre mí, con su cabeza en mi regazo, quedándose dormida casi al instante.

Era una atleta. Corría como el viento, saltaba como jamás he visto saltar a un perro.

Han pasado doce años de aquel puente de mayo, han pasado dos hijos, enfermedades en la familia, varios cambios de trabajo y uno de casa.

Y a Troya le han crecido las canas y le han mermado las fuerzas.

Ahora miro las fotos de la Troya de hace doce años y me cuesta reconocer a la perra joven, mis días están llenos de la anciana a la que este puente de mayo haré cumplir diecisiete años.

No entiendo a los que, tras amar y perder un perro, no desean tener más. Se sufre sí, el peaje es obligado y me llegará pronto tener que pagarlo, pero yo me niego a perderme la maravilla de su devoción y de verles envejecer felices, así tenga que llorar cien veces y guardar su recuerdo sangrando siempre un poco en mi corazón.

10 comentarios

  1. ¿Qué se puede decir? ¡Amén a todo! Son demasiado necesarios para nosotros; somos demasiado necesarios para ellos… y la frase que encabeza tu blog mezclada con la devoción de todos ellos hace que sea impensable no volver a compartir nuestras vidas, una y otra vez.

    02 mayo 2016 | 10:03

  2. Dice ser Santiago Azañón

    Que razón tienes Melisa, yo tampoco pude hacerlo aunque debo de reconocer que me lo plantee porque se pasa tan mal cuando cada uno de esos bichos te dejan … Pero no aguanté ni un día, fui directo a la perrera, que es otro mal trago, y me traje a Luz, mestiza de pastor catalán y que ya lleva 9 años conmigo. Se que tendré que volver a pasar por el mal trago, pero por lo menos has hecho feliz a un animal que lo merecía. Todos lo merecen excepto algunos humanos que mejor no hubieran nacido.

    02 mayo 2016 | 10:06

  3. Dice ser Sergio

    Buenas,

    En primer lugar decirte que me ha conmovido tu articulo, hace menos de un año tuve que sacrificar a mi perro de 16 años y todavía duele, no he podido evitar las lágrimas mientras leía tu artículo.

    Como tu, busqué llenar el vacío y ahora tengo un par de ellos, un pequeño (6 kilos) que no es consciente de su tamaño y una señorita de tamaño medio (13 o 14 kilos) ,que, como tu dices, tira como un caballo y aquí viene la pregunta, ¿que recomiendas (collar/técnica lo que sea) para educar en el paseo? , Ella es buena, pero en cuanto ve un pájaro, perro o cualquier cosa que se ha volado con el aire pega el tirón (con una referencia o link a algún articulo que me recomiendes mas que agradecido)

    Muchas gracias por adelantado

    02 mayo 2016 | 11:22

  4. Dice ser tato

    Jo der me hiciste llorar.kiero tanto a mi perro

    02 mayo 2016 | 11:48

  5. Dice ser MANDARINE DUCK

    Me encantó la historia de Troya. Hasta lloré sin conocerla. Es una pena que haya mucha gente comprando perros y razas a precios altísimos por presumir o estar de moda antes que adoptar a ellos que esperan impacientes en un chenil que alguien los adoptara. Me saco el sombrero ante los dueños de Troya y ante todos aquellos que eligen adoptar antes que comprar. Yo tengo dos adoptados. El amor que te dan y el agradecimiento es incomparable. Saludos

    02 mayo 2016 | 12:40

  6. Dice ser gloria

    historias como esta me hacen pensar que todavia queda gente con alma, ojala Troya dure muchos años y la podais disfrutar, como seguro ella os disfgruta a vosotros.

    02 mayo 2016 | 13:50

  7. Dice ser Maralvarez

    Yo tampoco podría ya vivir una vida feliz sin perro. Por ley de vida, ellas se tendrán que ir primero y me partirán el corazón, pero tengo claro que en cuanto falten adoptaré a otros que me ayuden a soportar su ausencia y paliar mi dolor. Por supuesto, su recuerdo permanecerá por siempre mientras viva.

    02 mayo 2016 | 15:19

  8. Dice ser Mario

    Pobreta. Me recuerda a mi perrita, que a la pobre ya empieza a costarle caminar y levantarse cuando se tumba.

    02 mayo 2016 | 16:29

  9. Dice ser MrBurns

    “Algunas veces he meditado sobre el porqué de la vida tan corta de los perros, y he llegado a la conclusión de que la causa final no es otra que la compasión por la raza humana; pues si sufrimos tanto por la pérdida de un perro al que hemos tratado durante diez o doce años, ¿qué sería de nosotros si vivieran el doble de tiempo?”

    Sir Walter Scott

    02 mayo 2016 | 16:55

  10. Dice ser Rodrigo

    Que razon tienes!!!! Me ha encantado tu comentario ,me siento super identificado en el. Mi familia acogimos un yorkshire, ahora tiene 6 años y la verdad que lo que nos a dado desde el primer dia que llego no se podria pagar cn dinero, y por supuesto no habria cantidad suficiente que me haria desacerme de mi mejor amigo, la gente que nunca a tenido un perro no lo entienden la conexion que se llega a tener con tu mascota , ya que dejas de ver a un simple perro y le ves como a otro de tu misma familia pero con su forma de perro, ojala todo el mundo podria llegar a disfrutar de un amigo peludo, un saludoo

    02 mayo 2016 | 17:10

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