‘Mal’, capítulo 15 del folletín animalista de todos los viernes

10501908_817587871640468_3347169592514899998_nAquí está un nuevo capítulo del folletín animalista que estoy publicando en este blog todos los viernes. Un libro por partes con el que quiero aprender y experimentar una nueva forma de escribir.

Quiero hacer una buena novela juvenil, apta para todos los públicos, con el marco de la protección animal para dar a conocer y concienciar sobre esta realidad.

Cualquier sugerencia, duda o puntualización será bienvenida.

CAPÍTULO 15

1558476_719624461436810_5110341496903330301_n Acomodaron a la perra en el maletero, sobre una manta. Martín no sabía si era por el agotamiento, el miedo, el estrés, el dolor o por saberse ya a salvo en manos de dos seres humanos, pero se dejó hacer y permaneció quieta durante todo el proceso, observándoles con ojos tristes y pacientes. Acarició con delicadeza su frente y la parte inferior de su hocico, la perra no tardó en cerrar los ojos abandonándose a la seguridad de esas caricias. El chico procuró no pensar demasiado en los dientes herrumbrosos clavados en la carne y los huesos del animal que ocultaba su chaqueta. No es que tuviera un estómago especialmente sensible, pero le revolvía por dentro pensar en el miedo y el dolor que tenía que haber experimentado esa pobre perra preñada atrapada sin agua ni comida en aquel lodazal del que la habían rescatado.

Al sentarse en el coche y echar a rodar se asomó a esa otra ventanilla al mundo que era su móvil, al que había estado ignorando durante un número de horas inconcebible, sabiendo que iba a encontrarse un buen montón de mensajes. Así fue; había alguno de su madre indagando sobre si iría a comer y mostrando luego los primeros indicios de inquietud, también había varios de Manu diciendo que lo echaba de menos, pero sobre todo tenía el grupo de whatsapp de los colegas de clase retransmitiendo la jornada en la parcela de los padres de Claudia, con fotos e incluso vídeos, e intercalando memes y coñas. En aquel momento todo aquello no le interesaba lo más mínimo y pasó por encima de todas las actualizaciones sin que le calaran. Aún batía en él la rabia.

– Voy a llamar a mi madre para que no se preocupe –

Ella asintió sin apartar la vista de la carretera, dejando muy claro que no tenía porqué dar ese tipo de explicaciones. Apenas Martín había marcado el número, ya tenía a su madre respondiendo al otro lado de la línea.

“Hola mamá, te llamo para que estés tranquila. Estoy bien. Y no me esperes para comer”

“Bueno es saberlo a las cuatro de la tarde” bromeó ella. Martín se alegró de encontrarla de buen humor.

“Hemos salido de la protectora para recoger a una perra abandonada. Nos ha costado un buen rato encontrarla. Había caído en un cepo. Ahora vamos camino del veterinario. Luego ya iré a casa”.

“¿Con quién vas en el coche?”

“Con nuestra vecina, la chica del galgo”, contestó él algo incómodo, sabiendo que ella estaba prestando atención.

“ ¡Ah! ¿Cómo dijiste que se llamaba?”

“Mal”, casi susurró Martín. Era el nombre que utilizaban con ella el resto de trabajadores y voluntarios de la protectora.

“Sí, recordaba que era algo raro. Vale, no te preocupes. Me parece bien, pero no olvides avisar cuando te retrases, que ya sabes que para una madre el mar está lleno de tiburones”.

“¿Mamá, podrás llevarme luego a Toledo?”.

“¿A la historia esa de la parcela? Pues me temo que no. He quedado esta tarde en el centro y me tengo que arreglar e irme en un par de horas. Lo siento”.

Martín maldijo interiormente. Manu se iba a cabrear.

“Estoy deseando tener mi propio coche”.

“Y yo deseando que tengas tu propio sueldo. Adiós, bicho”.

“Adiós”

– Manu se va a cabrear – soltó en voz alta según colgó el teléfono, pensando en cómo decirle que no contara con él ese sábado.

– ¿Quién es Manu? – preguntó ella mostrando el interés justo.

– Una amiga del instituto – contestó Martín. No le salía aún natural aquello de llamarla, “mi novia” o “mi chica”. No podía evitarlo.

– Ya – dijo ella sonriendo al asfalto.

– Tengo a mis amigos pasando el día en una parcela, en uno de esos pueblos que hay en el límite entre Toledo y Madrid y contaban conmigo esta tarde, pero mi madre no puede llevarme y el transporte público hasta allí es un infierno. Bueno, tampoco es el fin del mundo –

– No te preocupes, que yo te llevo al salir de la clínica. Te lo has ganado – Sé que pasar la noche del sábado en casa es un drama a los diecisiete años. Pero no creo que quieras ir así, lleno de barro y pelos, oliendo a perro – añadió echándole un vistazo rápido – Si te parece, dejamos ingresada a nuestra nueva amiga, te acerco un momento a casa, te adecentas, y nos vamos pitando a buscar a tus amigos –

– No es el fin del mundo, no tienes que molestarte – objetó Martín.

Ella movió una mano quitando importancia al hecho de irse a buscar una parcela perdida en un pueblo perdido un sábado por la tarde. Él se miró las suyas, estaban sucias y tenía porquería bajo las uñas. No le dolía el raspón que se había hecho en la palma al bajar por la perra, cerrado con sangre seca, pero tendría que limpiárselo a conciencia en cuanto pudiera.

– ¿Puedo hacerte otra pregunta? –

– Claro. Siempre se pueden hacer preguntas. También pueden no responderse –

– ¿Por qué te llaman Mal? – era algo que había querido saber desde hacía que oyó a la primera persona llamarla así, hacía más de un mes. Como apodo cariñoso le resultaba francamente extraño, y si procedía de un nombre no tenía ni idea de cuál sería.

A ella se le escapó una breve carcajada antes de contestar.

– De Magdalena, como la patrona del pueblo. Que haciendo caso de la Biblia había sido puta, así que tiene su guasa que haya mutado en virgen. Durante muchos años odié mi nombre, me parecía rancio, largo e incómodo de pronunciar. Pero un día, siendo solo un par de años más joven que tú, descubrí el libro de Almudena Grandes Malena es un nombre de tango. ¿Te suena? –

Martín negó con la cabeza

– Normal, es un libro de mujeres más que de hombres. Y se publicó hace más de veinte años, te quedaba bastante para nacer. Pues la protagonista de esa novela, que me gustó mucho, se llamaba Magdalena y la llamaban Malena. Yo no quería el mismo nombre del libro, así que me quedé con Mal. Me rebauticé a mí misma. A mi madre no le hizo ni pizca de gracia. Oye, si quieres te presto el libro. Tiene un montón de sexo, así que tal vez te guste – bromeó – ¿Y tú por qué te llamas Martín? –

– No hay ninguna historia memorable. Mi abuelo se llamaba así. Murió mucho antes de que yo naciera. Mi padre quiso ponerme ese nombre y mi madre estuvo de acuerdo –

– Prefiero Mastín. Y pronto tú también, ya lo verás. Se me da bien poner rebautizar a la gente. Y también a los animales. De hecho nuestra compañera de viaje se va a llamar Manu, tal vez ese pequeño detalle te ayude a congraciarte con tu amiga – añadió riendo de nuevo.

***

Era una clínica veterinaria pequeña, de barrio. El equivalente a la consulta del médico de cabecera en el centro de salud para los perros y gatos del barrio.

Recordó lo que Mal habían estado contando cuando ya entraban en la ciudad: “Mónica me conoce desde que éramos unas niñas, es la única amiga que conservo del colegio. Y ella es la que me metió en el mundo de la protección animal. Desde el primer año de carrera comenzó a acoger gatos Montó una clínica en un local vacío que tenían sus abuelos y colabora con la perrera. Hace buenos precios, no cobra las consultas y tampoco emergencias como ésta en las que la saco de su casa. Cobra apenas más que el material que utiliza. No te creas que todos los veterinarios son como ella”.

Estaba siendo un día de recortar distancias, de descubrir un poco más lo que cada uno llevaba dentro. No sabía si tanta confianza derivaba del rescate conjunto, de ir sentados juntos en el coche acunados por el runrún del motor o si, sencillamente, ya tocaba, pero le agradaba la nueva sensación de cercanía, de amistad incipiente.

Aparcaron justo en la puerta y Mal fue a buscar a la veterinaria mientras él volvía a coger en brazos a la Manu cuadrúpeda. Justo estaba ante la puerta cuando se la sostuvo abierta una mujer que Martín sabía que era de la edad de su vecina, pero igual que Mal parecía tener veinte años justos, la veterinaria aparentaba más de treinta. Era todo ojos y desparpajo, le gustó según la vio sonreírle.

– Veo que estas fuerte. Mejor, eso siempre viene bien. Soy Mónica. Sígueme. Mira, puedes dejarla sobre esa mesa. Eres una buena chica, sí. Muy buena. Tú, coge la cabeza anda y ponte ahí delante. Vamos a ver… Hay que ver cómo ha quedado esta chaqueta. Yo te la doy, pero está para tirar. Acércame eso. Mira esto. Me da que nuestra chica va a tener suerte y va a conservar esa pata. Voy a sedarla para poder quitarle este trasto y arreglarla un poco. Habrá que dejarla aquí ingresada, seguro. Así, eso es, tranquilita. Voy a aprovechar para ver si tienes chip, que me apuesto un meñique a que no. Tú puedes esperar fuera si quieres, Mal y yo nos apañamos –

***

Había ido al baño y se había lavado las manos a conciencia. El raspón escocía más ahora que le había quitado la mierda de encima. Incomprensible. Luego había pasado un buen rato mirando el móvil, revisando redes sociales, jugando con poco interés al Candy Crush y cotilleando las fotos que le habían mandado. Se detuvo en una en la que se veía a Alberto jugando al póker junto a Manu. Cada vez aguantaba menos a ese tío. Revisó todas las imágenes y en ninguna estaba Juan. No le sorprendió, lo de no ser invitado a ningún plan formaba parte del lote estándar del paria de la clase. Tampoco él en su lugar hubiera querido estar junto a los que le traían mártir o los que le ignoraban más o menos cordialmente. Cuando se hartó de esperar se acercó a la puerta tras la que estaban las dos mujeres. Hablaban en voz baja, pero era capaz de distinguir lo que decían. Lo que escuchó le hizo clavarse en el sitio.

– ¿Qué tal el chaval? –

– Muy bien, tiene buena pasta – oyó decir a Mal. Una sonrisa de felicidad que debía hacerle parecer un imbécil brotó antes de que pudiera impedirlo.

– ¿Será de los que duren en la protectora limpiando mierda y luchando por no perder la fe en el género humano o será flor de uno o dos meses? –

– Es imposible saberlo. Tiene diecisiete años, está en una edad en la que te cambian mucho las rutinas y las prioridades, pero apostaría a que sí. Ya te dije que está hecho de buena pasta –

– Y es muy mono –

– Es un crío, con potencial sí, pero un crío por el amor de dios –

– No sé que decirte, a mí me parece que tiene ya un tamaño decente –

– Ojito que te conozco –

Hubo unas risas quedas y la conversación cambió de rumbo. La veterinaria pasó a explicar que esa noche quedaría ingresada, que el martes tendrían los resultados de las analíticas y que el lunes harían una ecografía. Martín se volvió a sentar y sacó el móvil. No quería que le encontraran escuchando tras la puerta. Su vecina no tardó en salir.

– Ya se queda Mónica con nuestra, tú y yo podemos irnos a casa a que te adecentes para que te pueda llevar junto a tu Manu. ¡Eh! ¿Te duele? – añadió ella al verle tocarse la mano arañada.

– No, es poca cosa. Me he lavado las manos y el jabón ha hecho que escueza un poco, pero no tiene importancia. Me he hecho heridas peores jugando al baloncesto o montando en bicicleta –

– Ven anda machote, que estoy de acuerdo en que es poca cosa pero más vale que lo desinfecte y le ponga betadine. No es plan pillar una infección por algo así pudiendo evitarlo –

Tenía unas manos rápidas, eficaces. Apenas se posaban en la suya y ya estaban de nuevo volando. La observó mientras ella estaba concentrada en limpiar, desinfectar y vendar el raspón.

¿Así que estaba hecho de buena pasta? No pudo evitar preguntarse de qué pasta estaba hecha ella, qué tipo de niña decidía adoptar como nombre el mal.

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Tamy es una podenquita que nació en 2009 y busca un hogar. Apenas pesa unos nueve kilos.

Cuando llegó a nosotros estaba muy asustada y tenía pánico al ser humano, pero poco a poco se ha conseguido que mejore bastante gracias a la terapia que ha seguido durante su estancia en Educan (centro de formación y residencia especializada). Ahora se encuentra en una casa de acogida, donde continúa su recuperación. Cada vez nos llegan mejores noticias de ella, de cómo está evolucionando de una forma enorme. Ya pasea con absoluta normalidad por la calle. Le encanta que la cepillen y peinen, comienzan a gustarle las caricias y también empieza a coger comida de la mano. Teniendo en cuenta sus características tan especiales, sólo se dará en adopción a personas profesionales o que tengan experiencia contrastable en casos de este tipo.

Está en Apamag. Todos sus perros se entregan con su cartilla al día, todas sus vacunas, identificados, desparasitados, esterilizados y con contrato de adopción.

Contacto: adopciones@apamag.org 644490072

6 comentarios

  1. Dice ser lola amigo

    cada día me gusta más
    y esa veterinaria ayudando a los animales más desfavorecidos, me ha llegado
    en el mundo real tendría a la mayor parte de sus colegas echando chispas en su contra
    espero que las cosas vayan cambiando a mejor … aunque sea poquito a poco

    01 mayo 2015 | 10:49

  2. Dice ser Carey

    Así me gusta, recomendando literatura española contemporánea. Así, después de leer Mastín puede que a los chicos les apetezca leer a Almudena Grandes. Me encanta, pero se me ha hecho muy corto, ahora a esperar hasta el próximo viernes.

    01 mayo 2015 | 11:15

  3. Dice ser Anna Manzana

    Muy bien la historia, engancha. Es una buena manera de implicar a la gente en el tema del rescate. Seguiré leyendo

    01 mayo 2015 | 13:06

  4. Dice ser El Andoba

    Si toda la cantidad de gente que vive de perros y gatos, asociaciones, mascotas, perreras, onegetas ect ect …
    que solo aqui cuento 150 …
    Se dedicaran a una cosa tan sencilla como es la no proliferacion de mas animales controlando su natalidad
    y todo esta gente y las inversiones, donaciones, subvenciones ect … las dedicaran a paliar las desgracias entre
    sus compatriotas, creo que el pais iria un pelin, solo un pelin mas orientado.

    01 mayo 2015 | 13:17

  5. Dice ser alex

    Para el Andoba. otro listo. asocial y problamente con complejo de superiodidad,lo que hay que ver.

    01 mayo 2015 | 16:25

  6. Dice ser Andres

    Andoba, no metas en el mismo saco a todos, las protectoras defienden lo que proclamas.
    El que te tienes que orientar un poco eres tu.

    Y a ti decirte que se me ha hecho muuuuuuuy corto, eso es bueno no 🙂

    03 mayo 2015 | 23:33

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