Las manos frías

Aquí están por orden todos los capítulos del folletín animalista que estoy publicando en este blog todos los viernes. Un libro por partes con el que quiero aprender y experimentar una nueva forma de escribir.

Quiero hacer una buena novela juvenil, apta para todos los públicos, con el marco de la protección animal para dar a conocer y concienciar sobre esta realidad.

Cualquier sugerencia, duda o puntualización será bienvenida.

 

SÉPTIMA PARTE

Se sentó en el coche intentando asimilar todo lo que había experimentado en los últimos minutos. La chica del galgo les había acompañado al chenil de cuarentena en el que habían dejado al mastín, a la espera de que viniera el veterinario. Estaba allí solo, tumbado sobre un suelo de cemento mal apisonado, impasible ante los olores y ladridos. Como investido con toda la paciencia del mundo.

– Tenéis muchísimos perros – oyó que decía su madre acercándose al lateral vallado junto a la casita de una planta de la que habían salido. Los ladridos arreciaron.
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– Más de los que deberíamos. Las instalaciones no están mal para unos ochenta perros, pero tenemos casi el doble. Al ser una perrera municipal estamos obligados a coger a todos los animales que nos traigan. Y como no queremos sacrificar y tenemos muchos inquilinos que no son adoptables, no hay más remedio que apiñarlos. No están en una situación ideal, pero al menos tienen techo, comida, cuidados veterinarios y toda la atención que podemos darles. En una protectora privada tienes la posibilidad de no coger más animales si no te caben, aunque la mayoría también están por encima de sus posibilidades –

– ¿Y por qué no son adoptables? ¿No tienen buen carácter?- metió baza Martín.

– Pues algunos tienen malas pulgas, otros demasiado miedo, unos pocos están más felices aquí que en una casa, aunque te parezca raro. Pero la mayoría tienen un carácter estupendo. No son adoptables porque son muy grandes, viejos, negros o atigrados, que vete a saber porqué pero parece que gustan menos, o de razas potencialmente peligrosas o sus cruces como el vuestro. O son algún tipo de combinación de lo anterior. Los cachorros y los perros pequeños tienen más posibilidades, también los adultos de razas de moda que nos llegan lo tienen más fácil, incluso teniendo algún problema de salud o de carácter –

Mientras hablaba, había ido acompañándolos a la salida. Se despidió formalmente, dándoles la mano. Tenía un apretón fuerte y los dedos helados.

A Martín le daba la impresión de que había estado siendo educada con ellos, pero cuando hablaba sonaba como si le exasperara tener que repetirles todo aquello que para ella eran obviedades, que prefería que se fueran cuanto antes y la dejaran seguir con sus quehaceres.

Estaba lleno de desazón y de ganas de hacer algo, aunque no sabía el qué. Seguía acordándose del mastín, no había olvidado al podenco que encontró algunos días antes, pero ahora un montón de imágenes, de sensaciones que necesitaba procesar.

Decidió aparcar todo aquello de momento en algún rincón oscuro de su cerebro y se volvió hacia su madre, fue entonces cuando vio en el reloj del salpicadero que ya eran las ocho de la noche.

– ¡Mierda! Mamá, había quedado y llego tarde. ¿Puedes dejarme en la plaza? –

– Claro, ¿pero vas a ir así? ¿No pasas por casa a ducharte y cambiarte? –

– No, no me da tiempo –

– Tú sabrás – dijo su madre encogiéndose de hombros. – Yo no tengo ninguna prisa en que me traigas una novia a casa –

***

No había pretendido que pasara, pero pasó. Habían ido a un parque que había en la trasera del centro de salud. Se tardaba un buen rato en llegar, pero la caminata cargados con las botellas merecía la pena. Allí no había ni un alma un sábado por la noche. De día también era un lugar tranquilo, con sus máquinas para que los abuelos hicieran algo que a Martín le costaba llamar gimnasia, algunos bancos y una zona de hierba casi completamente pelada. Estaba flanqueado por uno de sus extremos por la valla que aislaba la autovía y por otro por varios pisos abandonados a medio construir cuando arreció la crisis. Estaba claro que no iban allí por las vistas o porque fuera un lugar especialmente bonito o bien comunicado. En aquel parque apenas iluminado podían beber tranquilos, hablar, reír y buscar un banco tranquilo lejos de una farola para intimar un poco. A los diecisiete años no se necesita más para celebrar un buen cumpleaños. A Martín le resultaba raro pensar que, solo unos pocos años atrás, muchos de los que estaban allí en ese momento habían celebrado también sus cumpleaños juntos, pero en parques de bolas y hamburgueserías con sus padres a escasos metros. La película había cambiado bastante.

– Ya tengo dieciocho años tío. Mayor de edad. Los diecisiete son un año absurdo. Es como estar en una sala de espera antes del año realmente importante, en el que puedes votar, coger un coche, dejar de ser víctima de un pedófilo o empezar en la universidad. A ver cuándo me dan pasta para sacarme el puto carné de conducir, que me importa mucho más que votar. Y a ver si ahora que soy un hombre consigo pillar ese culo – dijo Andrés mirando a Claudia, que hablaba con Manu y Luis a pocos metros, al tiempo que bebía de nuevo de la botella de cerveza. Se la pasó a Martín.

– Confórmate con pillar algún culo, el que sea –

– Si bueno, eso también es verdad – Andrés soltó la botella vacía y se puso en pie con un garbo excesivo – Voy a mear – anunció para convertirse a continuación en una sombra en la oscuridad.

La mayoría estaban en torno a los vasos y las botellas, un par de bancos más allá. Andrés había terminado de regar el triste césped y se había ido derecho al banco-bar. Martín se quedó allí sentado solo, en el respaldo del banco. Decidió que no había necesidad de moverse, no le apetecía demasiado socializar. Todo lo que había pasado aquella tarde le había dejado en herencia un humor extraño. Recordó al mastín con rabia. Un perro desahuciado por no ser pequeño y mono. De repente le asaltó una idea y sacó el móvil. Efectivamente, la perrera tenía una página de Facebook en la que mostraban algunos de los animales que tenían en adopción y de las actividades que realizaban para recaudar fondos. Le dio al ‘Me gusta’ de la página y se puso a cotillear los perfiles de la gente que interactuaba en las publicaciones. Había muchas fotos de perfil humanos acompañados de perros o gatos e incluso de los animales solos. Recorrió todos los avatares pero no logró distinguirla. Seguía sin tener ni idea de cómo se llamaba, sabiendo el nombre habría sido más fácil. No tenía difícil averiguarlo, bastaba con mirar su buzón.
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– ¿Qué haces aquí tan solo? –

Martín levantó la vista del móvil. Ya sabía que era Manu, pero al salir de aquel pequeño gran mundo retroiluminado que tenía en la mano también vio que Andrés estaba con Claudia y Luis partiéndose de la risa.

– Andrés me ha abandonado por otra – se quejó bromeando a su amiga.

– ¿Te extraña? No eres precisamente la alegría de la huerta esta noche. Y es su cumpleaños, déjale que ejerza de anfitrión –

– Y que tire la caña –

– Claudia no va a picar por mucho que lo intente. Está demasiado buena y tiene demasiado claro que va a estudiar periodismo para intentar convertirse en la nueva Sara Carbonero –

– Ya, todos lo sabemos menos él –

Manu se subió al respaldo, justo a su lado. Juntó las manos y soltó su aliento cálido en la cueva que había formado.

– Tú y tu frío –

– No es mi frío, es el frío. Estamos en febrero y me estoy congelando. Estoy deseando tener unos años más y algo de pasta para poder beber en un lugar con calefacción –

– Cuando seamos mayores y estemos bebiendo martinis agitados o removidos o como demonios los tomase James Bond, seguro que echamos de menos estos ratos con cerveza y cubatas baratos en un parque –

Manu lo miró con los ojos muy abiertos durante unos pocos segundos. – ¡Ni de coña! – explotó entonces entre risas mientras apretaba las manos bajo los brazos.

– Dame – dijo él cogiendo sus manos pequeñas y haciéndolas desaparecer en las suyas. También tenía los dedos helados..

– Como no entres en calor se te va a caer algún dedo –

– No quieras imaginar cómo tengo los pies –

– Es imposible que estén más fríos –

– Es una pena que no puedas comprobarlo y calentármelos tan bien como las manos –

Permanecieron allí unos minutos, mirando al resto peleándose con la Tablet y el altavoz para poner música. Martín terminó la botella de cerveza. No le importaría pillar otra.

– Estoy un poco cansada de todo esto. ¿Te apetece que nos vayamos a algún otro sitio? –

Martín miró sus ojos oscuros. Por un momento le recordaron los ojos de Logan, del mastín, del podenco… decían más de lo que mostraban. Y lo que decían le hacía sentir incómodo.

– Vale, vamos con el resto, anda. Quiero pillar algo de beber –

Al bajar del banco y dirigirse hacia dónde estaban los demás volvió a coger aquellas manos heladas y las metió, envueltas en una de las suyas, en el bolsillo de su cazadora.

***

No había pretendido que pasara, pero pasó. Apenas recordaba algo más de lo que había dicho o hecho aquella noche. Un par de colegas con los que había estado en el equipo de baloncesto le llevaron a casa, eso sí lo recordaba. También que vomitó en el jardincito del portal, que le costó un mundo lograr que la llave girase dentro de la cerradura y que la luz de la habitación de su madre se había encendido brevemente mientras él alcanzaba la cama como podía.

El domingo iba a comprobar si, como ella aseguraba, se le iba a pasar el cabreo.

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Golfo es un pastor alemán de siete años. Lo encontraron hace unos días en el parque porque su dueño, después de unos meses de maltratos, le había abandonado.

Llevamos años conociendole de verle en nuestro barrio y sabemos que es muy bueno con perros y personas, super cariñoso, majo y bien educado.

De momento le tenemos en acogida en nuestra casa para buscarle un hogar donde pueda vivir feliz, porque nosotros no nos podemos quedar con él.

Golfo es un perro perfecto, también para personas mayores al no tirar nada de la correa y al no necesitar hacer mucho ejercicio; pero sí le viene bien pasear porque tiene artosis en las patas posteriores. Lo que sobretodo necesita son mimos y mucho cariño.

Contacto: santoro.viola@gmail.com lorenzoromano1@gmail.com

3 comentarios

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    Sencillamente genial y brillante, te deseo mucha suerte en tu nueva etapa de escritor.

    Clica sobre mi nombre

    06 marzo 2015 | 10:28

  2. Dice ser lola amigo

    decir que me siento identificada por la chica de la protectora es quedarse corta …. has expresado a la perfección lo que sentimos los que gestionamos establecimientos municipales

    eres una gran escritora y mejor persona y no me cansaré de decírtelo

    06 marzo 2015 | 17:18

  3. Dice ser Pilar

    Donde se encuentra Golfo?

    10 marzo 2015 | 21:51

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