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El fin de décadas de esclavitud: adiós al 90-60-90

Kim Kardashian En Los ángeles hace diez días (GTRES)

Kim Kardashian en Los Ángeles hace diez días (GTRES)

Vogue ama las curvas y los anuncios publicitarios se empeñan en resaltar la importancia de que exista la diversidad en cuanto a mujeres se refiere.

Un reclamo que, pese a lo impostado -es evidente que no se pretende cambiar el mundo o las proporciones de las mujeres, sino vender un determinado producto conectando con todas nosotras y haciendo uso del neuromarketing- no deja por ello de ser positivo. El cerebro y las compras. Resaltar lo que nos hace diferentes, querernos, mimarnos, romper las reglas de la moda, de la vida o cambiar la percepción de cómo vemos las cosas son mensajes que apelan a nuestras emociones y que consiguen su cometido, que empaticemos con la marca que hay detrás, aunque a ratos me dé la sensación de que sea una zancadilla a la inteligencia femenina por lo fingido que resulta.

Y lo cierto es que, a fuerza de pedirlo todo el mundo, están consiguiendo que nos lo creamos, lo cual es positivo ya que nos encontramos ante cánones de belleza menos inalcanzables y un modo de ver la vida más respetuoso con nosotras mismas.

No hay que olvidar que celebrities como Kim Kardashian son las verdaderas culpables del cambio. Aunque el pandero desproporcionado de Kim -que crece en cada aparición como el kéfir- a muchos nos parezca un espanto y a ella también, en vista a las últimas declaraciones en las que deseaba volver a la retaguardia que lucía hace años y que ahora trata de disimular trasladando toda la atención a sus enormes pechos que muestra al mundo como único y meritorio “talento”, famosas como ella –Rihanna, Beyoncé o Shakirahan conseguido que los culos voluminosos ya no sean el blanco de críticas despiadadas y pasen no sólo a ser volúmenes a los que honrar y respetar, sino carnes a las que rendir pleitesía.

Y, en ese sentido, he de destacar la plasticidad de mi cerebro, ya que entre todos han conseguido que las míticas proporciones del 90-60-90 ya no me resulten sugerentes, ni siquiera a mí que las veneraba como si de Anna Wintour me tratara, por haber vivido de la moda en el extranjero hasta que decidí ponerme a estudiar la carrera y dejarme de viajes, de escuchar ridículas prioridades y a gente opinando demasiado.

Ahora me niego a servir ya de percha a nadie, ni la nueva Barbie quiere ser perfecta. El año pasado pesaba 54 kilos y hoy peso en ayunas 62 y, qué queréis que os diga, estoy más guapa que nunca.

Culpa de la genética, la verdad es que lo andrógino de mi antiguo cuerpo ya no me gusta; y me encantaba. Maldita sea, ahora me busco en youtube y sólo veo nariz y boca. Y era real, tan real como cualquier mujer porque, aunque no lo creáis, no sólo las gordas (antónimo de delgadas) ostentan ese título que discrimina positivamente a la grasa y que me resulta tan estúpido. Las delgadas no son holografías, creedme, existen.

Pero no puedo evitar sentirme súper contenta con esos centímetros que ahora hacen que mi pecho sea más generoso y me plantee incluso aumentarlo, mis caderas más cómodas cuando duermo de lado y mi culo pellizcable y menos masculino.

Así que, pese a la horrenda estética artificial que exhiben algunas de las que menciono, no puedo hacer otra cosa que darles las gracias por conseguir cambiar los cánones de belleza. A ellas y a la publicidad.

Adiós, esclavo 90-60-90, me da que no te vamos a echar de menos.

¡Disfrutemos todas de una vida más sana!

Avec tout mon amour,

AA

Especial culos

En vista de los últimos acontecimientos que han marcado mi vida, creo que va siendo hora de ir con temas que de verdad importan: las imágenes de glúteos para cascar nueces que se asoman a las revistas.

 Hay un mes del año en el que un gran culo protagoniza la portada de varias de ellas. Se trata del ‘Especial culos’. Es un acontecimiento anual, como Eurovisión o el discurso del rey en Navidad. Dos gajos, maravillosamente torneados, parecen moverse y formar una boca chica, más propia de un ventrílocuo, que nos llama a silbidos para impresionar. Me desborda que esos mofletes jueguen al despiste en cada kiosco.

El "Especial culos" existe desde mi más tierna infancia.

El ‘Especial culos’ existe desde mi más tierna infancia.

Podría ser políticamente correcta; pero qué mierda de portada es esa en la que un maldito pandero aprovecha la coyuntura para burlarse de todas nosotras y recordarnos las magdalenas, las bolas de yuca con queso, las palomitas con mantequilla y los deliciosos brownies gluten free que han inundado de felicidad nuestro cuerpo.

Si esperáis que me haga prescriptora de buena voluntad en este blog, al menos hoy, de cómo conseguir un ‘derièrre’ de infarto, vais apañadas… sobre todo porque este verano voy mal, muy mal.

Y no por solidaridad.

Y por si no fuera suficiente desgracia la mía, la ciudad comienza a llenarse de minúsculos shorts -que prohibiría por pura envidia- y que se pasean por ahí como si esto fuera Sodoma y Gomorra. Ni un helado es capaz de endulzar la amarga visión.

¡Con lo que una ha sido! Poco menos que un “trasero de libro”, como proclamaba este verano la revista Cuore. Matrícula de honor en el 2015. ¡Y sin beca! Sólo con sudor, candados en la nevera y una buena luz de tarde… porque a la playa no hay que ir JAMÁS cuando el sol está en lo más alto, ya que los paparazzis pueden hacerte un roto más grande que Hacienda. Este año, señores de la revista Cuore, deberíamos firmar una amnistía y la retirada de cargos atribuibles a la buena vida.

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Y es que culos los hay de todo tipo: ochenteros (largos y estirados), de manzana (con un corazón- si se les mira por detrás- entre las piernas… e increíblemente fotogénicos), ergonómicos (se desparraman y adaptan a cualquier silla, como un cojín), flacos (poco turgentes y escurridizos), terrenales (simulan las grandes dunas del Sáhara), de pera (de coordenadas incomprendidas), alistados en las fuerzas armadas (duros, blindados y poco hospitalarios), redonditos (con buenas dosis de donaire), fruto de una sesión de bricolaje (a lo Kim Kardashian: de silicona, con proyección para sacarte un ojo y altamente inflamables) y mediáticos (feos, pero adorados).

Como veis, hay posaderas para todos los gustos y de todos los tamaños. Os propongo un juego: adivinad a qué tipo pertenecían las mías (porque no pienso desvelar a cuál pertenecen ahora).

Y mientras reto con la mirada a ése que me silba, pienso: qué lástima que los culos no sean intercambiables.

AARG!

especial

Avec tout mon amour,

AA