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La tiranía de los uniformes de niña en los colegios

 

Este lunes me disponía a entrar en una cafetería cercana a mi casa, cuando un ejército de niñas me sobrepasó, ataviadas todas ellas con una falda de cuadros por encima de las rodillas, calcetines altos -algunos tan desgastados que habían acabado por acomodarse en el tobillo­- y pelo despeinado por culpa del viento.

Incluso bajo el confort de mi plumífero y una bufanda de lana que tapaba mi boca, sentí el frío de cuando ves a gente por la calle vestida como no corresponde para la época. Detrás de ellas, algún niño uniformado con pantalón, y uno muy rubio golpeando despreocupadamente un balón de fútbol dentro de una malla.

Con el café ya calentando mis labios, pensé en que ninguna de esas niñas podría haber ido por la calle golpeando esa pelota, imposible. Habría resultado indecente.

¿Cuál es la excusa de los colegios para que las niñas acudan vestidas como personajes “manga”, en pleno siglo XXI? ¿Por qué se les asigna ese vestuario que les impide correr y golpear un balón como sus colegas de clase?

Me irrita que las niñas continúen soportando ese estereotipo en la vestimenta que les obliga a sentarse de manera fina y delicada, en lugar de jugar, que es lo que corresponde a esas edades, en vez de estar pendientes de no enseñar las bragas a diestro y siniestro.

Y conste que puedo llegar a entender que un colegio decida poner uniforme a sus alumnos, si es por evitar las distinciones entre ellos, absurdas distracciones y que las madres o padres se rompan la cabeza a la hora de elegir el vestuario de sus hijos de cara al día siguiente.

Sin embargo, la falda escolar es una prenda de discriminación sexista cuando en los centros que exigen uniforme no ofrecen a las alumnas la opción de llevar pantalón. Los colegios no hacen otra cosa que colocar en desigualdad de condiciones a las niñas con respecto a los niños.

Además, con tanto depravado adulto -algunos por culpa de incomprensibles prohibiciones-, como madre me resultaría aberrante que, a la hora de tener que seleccionar un colegio, tuviera que descartarlo porque a mi hija se le obligara a vestir de esa manera tan ridícula y que se asemeja más a un disfraz de “guerra”, al más puro estilo Britney Spears en Baby one more time, que a una vestimenta apropiada para aprender cómodamente en un pupitre.

Por eso, ahora que los autobuses con mensajes deleznables están en boca de todos, por favor, solventemos también algunos temas que no hacen otra cosa que devolvernos, una y otra vez, a las injusticias del pasado y que, desgraciadamente, continúan en el presente.

No resulta extraño que con estas bases algunas empresas exijan a las mujeres llevar tacones o usar maquillaje para desarrollar su trabajo de oficina.

¡Qué pena!

Avec tout mon amour,

AA