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Cómo formular deseos y que se cumplan

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Cualquier excusa es buena para pedir un deseo y hace tiempo que perdí la cuenta de todo lo que he anhelado. Deseos al por mayor. Algunos con el corazón y otros tantos con la razón, pero formulados con los ojos cerrados y la mente crédula.

He crecido ansiando besos, aprobados, viajes, encuentros o una melodiosa voz. Me he ilusionado con la posibilidad de estirar la edad de mis abuelas, conseguir un determinado trabajo o que las cosas siguieran como hasta entonces.

Los deseos de mi vida se esconden en una dulce tarta con velas, un palito marrón con el corazón blanco en el interior de una bolsa de pipas, en los testículos congestionados de San Cucufato, en la luna llena, una estrella fugaz, un diente de león que se escapa volando de los labios, en un reloj que señala las 11:11 horas, en la corteza de un árbol, un buzón al que lanzas una carta con el sobre en blanco, en un amuleto, un papel doblado bajo de la almohada, el misterioso color del manto de la Virgen del Pilar o frente al mar.

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La Noche de San Juan no iba a ser menos y adapté la celebración pagana a un tercer piso, el mío, con una pequeña hoguera que no era otra cosa que una preciosa vela de cristal. Así rendí anoche culto al sol, sin grandes fuegos para evitar ser sorprendida en pijama por los gritos de un bombero atrapado dentro del brazo articulado de una grúa madrileña.

Hay que desear con fuerza para que se cumpla de verdad. Esa frase la escuchaba con atención, en zapatillas y con los rizos puestos, siendo muy pequeña y no tanto. Incluso si pedía algo que no se resolvía, mi madre me decía que no pasaba nada porque aprendería de todo ello. Ningún mar en calma hizo experto a un marinero.

Nueve veces salté el fuego de mi vela, calentando un solo pensamiento que no puedo desvelar.

Los deseos son sueños que no sabes a dónde van a parar, que se despiden como una petición y regresan para sorprenderte. Hay lugares mágicos en los que deambulan infinidad de ellos: en el kilómetro cero de la Plaza Roja de Moscú, en el fondo de la Fontana di Trevi, en mitad del puente de los deseos de Jaffa (Israel), en los muros de la Casa de la Julieta de William Shakespeare en Verona, en la estatua de Everard en Bruselas, en el eco del Templo de Izumo en Japón, El Muro de las Lamentaciones en Jerusalén, el Puente de los Suspiros en Italia …

Y en mi casa, ayer, pasada la medianoche.

Si se cumple, prometo contarlo. Gracias por leerme y nunca dejéis de suspirar por algo.

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Avec tout mon amour,

AA