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Abandono de animales esta Semana Santa en procesión

España encabeza el ranking de países europeos en abandono de animales, al contrario que Holanda, cuya cifra de animales ha llegado a ser cero.

Semana Santa es una fecha complicada para nuestras mascotas. La tasa de abandono se sitúa en nuestro país en torno a un 40% (de los cuales el 70% son cachorros con pocos días de vida). Va a ser una semana trágica.

Regalamos vidas como si fueran objetos, por el mero capricho de despertar la sonrisa de alguien que no es capaz de hacerse cargo de la indefensa mascota.

Hubo una persona que me contó hace relativamente poco que sus hijos, todavía en edad de columpiarse, le habían suplicado tener un perrito. El padre les dio la oportunidad de demostrar ser responsables y les retó. Les prometió que si eran capaces de hacerse cargo del animal que él decidiera durante 30 días, les llevaría un cachorro. Por la puerta apareció con una caja y al abrirla los niños saludaron a un caracol. Le pusieron nombre y lo metieron en una pecera con comida. Los primeros días le acariciaban, corrían a escoger las hojas de lechuga más grandes de la nevera e incluso le sacaban a pasear por la terraza. Pero después de la primera semana, los niños ya se habían cansado y el padre se hizo cargo de “Roberto” hasta cumplir el mes. No superaron la prueba y, por lo tanto, el cachorro no paso a aumentar la familia. Me pareció una gran idea.


Motivos económicos o de comportamiento del animal -la inmensa mayoría de las veces culpa de la educación que le da el dueño- están detrás de este irresponsable y deleznable acto del abandono. Otras veces es debido a que la adquisición tuvo como objetivo la caza o las competiciones, y en un momento dejaron de “ser útiles”.

Pero qué se puede esperar de un país en el que se permite el tiro al pichón o las corridas de toros, los circos están sin regular y los animales se exhiben en las tiendas como si fueran bragas.

Esta semana mi amiga Corina Randazzo, que se deja la vida en la lucha por los derechos de los animales, me contaba la impotencia que sentía en demasiadas ocasiones a este respecto. Después de todo, los animales siguen sin tener los derechos que merecen. Al margen de lo que dictamine actualmente la ley, las multas no se hacen siempre efectivas -por mucho que se diga lo contrario- y si se llevan a cabo, son cifras ridículas.

Pese a algunos avances en este sentido, no tenía ni idea de lo realmente terrible que resulta todo hasta hablar con ella: “una vez te metes en esto, ya no puedes mirar a otro lado”. Y es que la realidad de algunos de estos indefensos seres golpea con fuerza, si tienes corazón.

Confinados en jaulas, estresados y rodeados de pulgas, garrapatas y enfermedades de otros que han corrido la misma suerte, a la espera de que alguien se enamore de unos ojos tatuados por la tristeza o de recibir el toque de gracia de una jeringuilla que acabe con su sufrimiento dentro de una perrera, en muy pocos días.

Por otro lado, no siempre se sigue el protocolo de llevar el perro al veterinario antes de ir a las perreras, de manera que puede ser que tu perro se pierda y, si no comprueban si lleva microchip, acabe sacrificado en uno de esos lugares a los que se va a morir, si nadie lo impide.

¡Hacen falta más voluntarios, más concienciación social, más personas que adopten en lugar de pagar un perro, casas de acogida, personas dispuestas a apadrinar un animal para que siga disfrutando del derecho a la vida!

Queda mucho por hacer.

Por una tenencia responsable y abandono cero.

Los animales que aparecen acompañando el texto esperan un hogar en la protectora zaragozana Zarpa. Tras este enlace hay más protectoras de toda España.

Avec tout mon amour,

AA

Madrid, llena de mierdas de perro

 

Bienaventurados los que recogen las heces de sus perros, porque a ellos no van dirigidas mis palabras. Y aunque me confieso firme defensora de los derechos de los animales, eso no incluye el amor hacia algunos de sus dueños.

Hasta hace bien poco era la primera en abanderar la entrada a las playas de estos seres vivos juguetones, pero ya no. La última vez que extendí mi toalla en el suelo, una diosa mierda rodó bajo mis pies a la vez que una arcada y una carambola de maldiciones acabaron con mis risas de golpe, únicamente las mías, porque al amigo que me acompañaba le delataban los lagrimones.

Y al igual que numerosas playas, Madrid está llena de flamantes mierdas de todos los colores gracias a guarros y guarras que con aire distraído evitan recoger y precintar las cagarrutas en una bolsita higiénica, sin intención de llevar a cabo el levantamiento de ese cadáver apestoso, lleno de bacterias y quizás portador de enfermedades, que constituye un obstáculo en mitad de muchas direcciones.

En el barrio Salamanca, uno de los más ricos de la ciudad, algunos apestan a perfume mientras sostienen las correas, pero luego abandonan con la mirada gacha y los pies ágiles el lugar donde su perro se ha despachado a gusto, para evitar que nadie les juzgue o les multe a plena luz del día. La educación brilla por su ausencia, incluso en los lugares en los que se jactan de cívicos.

Las calles son un campo de minas difícil de sortear si acostumbras a distraerte mirando escaparates, el cielo azul o caminas muy segura, con la vista al frente.

Como alcaldesa de Madrid, no dudaría en endurecer las sanciones por no recoger los excrementos de las mascotas en la vía pública. Sinceramente, no sé a qué esperáis para endosarme vuestro voto. De poco sirve que el Ayuntamiento de Madrid haya elaborado un plano con las zonas que presentan mayor acumulación de excrementos caninos sin recoger, a día de hoy dan ganas de cagarse en las grises baldosas madrileñas y en sus dueños, a tenor de la total impunidad con la que se topan los que abandonan esas criaturas faltas de ojos y huérfanas de afecto tras abandonar el calor del cuerpo.

Tan desagradable como encontrar tostones en el puré, pisar mierdas no da suerte al que patina con la suela por el asfalto que otros se encargarán de extender como un trazo de acuarela -por solidaridad y mala pata-, hasta convertir aquello en una sombra.

Para los puercos que no mantenéis limpia la ciudad, os deseo que os toque el Gordo de pisarlas a diario.

Los perros son maravillosos, pero gracias a algunos dueños caminar empieza a dar mucho asco, y comer por la calle, un ejercicio de superación para muchos escrupulosos.

Avec tout mon amour,

AA

Kevin Bacon cumpliendo con su deber de amo responsable (GTRES)