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El fascinante y maravilloso mundo del táper

adriana

Esquivar las grasas trans que cocinan las empresas, pasa necesariamente por rescatar los tápers del fondo del armario y jugar a encontrar su tapa.

A vueltas con la tartera -las mías siempre de cristal-, una se siente al salir de casa como si se marchara a trabajar a una excavación, en la que sólo falta una ruidosa cantimplora de aluminio de boca ancha. Y aunque la catástrofe se masca cada vez que abres la fiambrera, con los ingredientes magreándose por las vueltas que da la vida y el bolso, si se hace con cariño el cuerpo lo agradece a menos que, el no ser excesivamente sacrificada -como es mi caso-, te conduzca a meter entre esas cuatro paredes un “sota, caballo y rey”.

Veréis, mi vida trascurre de la siguiente manera de lunes a viernes. Un coche me recoge a media mañana para llevarme a los estudios de Fuencarral, en Madrid. Una vez allí, para ahorrar sustos, paso lo primero por maquillaje y peluquería donde me encuentro a numerosas caras amigas y conocidas y, antes de la reunión de escaleta y la lectura de guion, Uri y yo compartimos mesa y migas en el comedor de Telecinco. Y aunque allí se toman la molestia y el cariño de cocinarme aparte para evitar el gluten y la contaminación cruzada, al igual que otros rostros intolerantes de Cámbiame, como la comida de casa…ninguna.

Además, en la vida en general, me da la impresión de estar pidiendo favores cuando solicito platos especiales y me cuesta tener fe ciega en que todo está elaborado según lo establecido; aunque supongo que esto nos pasa a todos los que tenemos problemas con algún alimento y nos ponemos malitos si hay un error.

Así pues, ahora me hallo haciendo malabares para encajar menús individuales en tarteras colectivas con las que podría alimentar a todo el equipo de Hazte un selfi y hasta sobraría. ¡Compartir es vivir!

Y a las puertas de una nueva, sana y práctica era, en lo que a mi comida se refiere, me enfrento a la encrucijada de elegir el momento de elaboración en el que vestirme el delantal, porque hay platos que mejoran de un día para otro, y otros que todo lo contrario; y como todavía no me considero una purista de la tartera, esta es una misión que manejo y que no controlaré hasta que no haya pasado en varias ocasiones por la naturalísima técnica de aprendizaje de ensayo y error.

Con una buena planificación, no hay legumbre, pasta o ensalada multicolor que se les resista. Los caldos me dan más miedo, por si falla la tecnología hermética y empiezo a dejar un reguero de gotas tras de mí.

El mayor inconveniente que veo a los tápers es que, si se te olvida lavarlos nada más llegar a casa, no hay lejía, decapante o aguarrás que quite los restos de las paredes. Ya puedes hervirlos como si fueran un biberón, que no queda otra que celebrar su funeral.

Pero la salud importa y una buena alimentación es necesaria para rendir al máximo. Al final va a ser verdad eso de que la fiambrera es cool, cada vez somos más los fieles.

¡Ya os iré contando cuáles son las recetas más ricas y fáciles que encierro debajo de esa tapa!

¿Vosotros también sois de la legión del tupper?

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Avec tout mon amour,

AA

* Foto: GTRES

Mi guía gastronómica (secreta) de Madrid

Restaurante italiano 'Flavia'

Restaurante italiano Flavia

Con tanto trasiego de calorías, este post tenía que llegar antes o después. Para toda esa legión de amigos que, como yo, saben que ya por mucho que pongan de su parte la operación bikini es un tren que se ha largado a la velocidad de una fiera de la ingeniería, aquí van estos deliciosos sitios en los que gozar y dejarse de frugalismos estivales. Por cierto, en todos ellos los celíacos podemos comer sin problemas.

ITALIANOS:

FLAVIA

Posiblemente estén aquí las pizzas más logradas para celíacos de Madrid. Su dueño, Hugo, dispone de dos hornos en las entrañas de la cocina para que no exista contaminación cruzada. El local es una monada, aunque la música sea un desastre con nombre de regaetton y le reste el encanto italiano que muchos buscamos cuando cruzamos la puerta del establecimiento. Buenísima la ensalada de búfala y tomate y la pasta en todas sus presentaciones. Viva Italia y los italianos.

DA NICOLA GRAN VÍA (Plaza Mostenses, 11)

Es un restaurante italiano sin pretensiones en el que un celíaco lo va a gozar (tiene acuerdo con FACE). Son muy ricos los gnocchi rellenos de queso y la pasta de setas y trufa. Ideal para ir con amigos y comer por un precio asequible.

La presentadora en Da Nicola

DON GIOVANNI (Paseo de la Reina Cristina, 23)

No son muy simpáticos en el trato, pero reconozco que lo que encierra este restaurante es gloria bendita. No hay pizzas para celíacos, pero sí pasta.

COMIDA TRADICIONAL:

EL PARAGUAS (Jorge Juan, 16)

En pleno corazón del barrio Salamanca, se encuentra uno de mis restaurantes favoritos. Cuando voy no soy capaz de resistirme a sus deliciosas zamburiñas gratinadas, el arroz negro con berberechos y su postre casero de La Reina de Saba o las natillas con merengue tostado. La atención es maravillosa. Tiene terraza.

El Paraguas

TEN CON TEN (Calle de Ayala, 6)

De los mismos dueños que el anterior, Sandro y Marta, permite comer de manera distendida y disfrutar de la música y de sus amabilísimo personal. La terraza, recién estrenada y llena de nebulizadores, ha quedado preciosa y da gusto pasar un rato poniéndote las botas en una de sus mesas. Buenísima la ensalada de calabacín con queso de cabra, el solomillo de vaca con yema y trufa negra, el bacalao negro asado con manzana y las bolas de yuca con queso (aptas para celíacos) que si pides te traen para picar (mi perdición).

Adriana y Nacho Montes en Ten con Ten

JAPONESES:

MIYAMA (Paseo de la Castellana, 45)

Hiroshi te recibe con una gran sonrisa nipona cuando pisas el suelo de este restaurante (“Montaña bonita”) que enamora. Un japonés de los de verdad, de decoración minimalista y flanqueado por una barra de sushi en el que hay muchos comensales con la mirada rasgada hablando en un idioma lejano y dejándose conquistar por sabores que les son muy familiares seduce casi al instante. La carta es deliciosa y tienen salsa de soja sin gluten y mochis de fresa que los celíacos también podemos comer.

Restaurante japonés Miyama

YAKITORO by CHICOTE (Calle Reina, 41)

Inspirado en la tradicional taberna japonesa de yakitori, Chicote ha interpretado, con un toque español, este tipo de cocina. Pese a que le voy a dar un tirón de orejas porque en la carta de verano hay muy poquitas opciones para los celíacos, es importante incluirlo en la lista por haberme hecho feliz durante el invierno a base de brochetas, peces mantequilla y algodones dulces y picantes. ¡Que vuelva ya mi puré de patata, Alberto!

Adriana Abenia en el restaurante Yakitoro de Chicote

MEXICANOS:

PUNTO MX (General Pardiñas, 40)

La mejor comida mexicana de Madrid se halla en este lugar. Imperdible. El precio del cubierto es algo caro, pero la comida merece la pena.

MACROBIÓTICOS:

CRUCINA (Divino Pastor, 30)

En este local ecogourmet, vegano y sin fogones (cocinan por debajo de los 40 grados) no utilizan ni lácteos, ni huevos ni gluten. Se trata de comida muy sana con la que saciarte inspirada en platos como la lasaña o la moussaka y en la que es de obligado cumplimiento terminar con un postre dulce de chocolate, un placer sin culpa lleno de nutrientes y vitaminas con el que alucinaréis.

Crucina

MODERNOS:

EL INVERNADERO (Paseo de Los Rosales, 48, en Collado Mediano)

Aquí celebramos mi cumpleaños hace unos días. Los vegetales son el pilar de la cocina que presenta Rodrigo de la Calle. Os dejo la carta que prepararon para esta ocasión (¡27 platos para mí solita!) y así veis lo original y divertida que resulta su oferta gastronómica, que se sirve en un coqueto y romántico invernadero con sólo 4 mesas.

Adriana en El Invernadero El Invernadero

DSTAgE

El restaurante de Diego Guerrero es un lujo para los sentidos y para disfrutar sin prisas. Alta cocina sin corsés y muy cosmopolita que rompe con todo lo que estamos acostumbrados. No hay carta, sino 2 menús degustación con los que acabaréis desabrochándoos el botón del pantalón. Súper recomendable.

Adriana con el cocinero de Dstage

El Club Allard (calle de Ferraz, 2), Rubaiyat (calle de Juan Ramón Jiménez, 2) o Filandon (carretera de El Pardo a Fuencarral, km. 1,9), también son restaurantes que no os podéis perder.

¡Qué aproveche, camaradas!

 

Avec tout mon amour,

AA