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Desnuda en terreno lunar para la revista FHM

fhm1Os escribo desde un precioso rincón de Mallorca y es por este motivo que todavía no tengo un ejemplar de la revista FHM, que este verano farda de rubia en su portada. Y es que comprenderéis que con una abuela viva (y maravillosa) que tampoco se prodiga en elogios, porque la tengo mal acostumbrada, una tiene que echarse no flores, sino un centro de ellas encima.

Lo sé, soy una abusona, es la tercera vez que me asomo a la portada de esta revista masculina y espero poder celebrar un reportaje anual coincidiendo siempre con estas fechas (para hacer doblete en julio y agosto), como si de la Obregón se tratara.

Sabía que este año me había agasajado con demasiados placeres culinarios y, horas antes de que me despojaran de mi ropa y la puesta de sol me descubriera las lustrosas pieles, decidí saltarme las normas básicas de no colorear la piel para no teñir los virginales estilismos y me lo unté todo encima para parecer una mulata de Barbados, rollo Rihanna.

Las fotos las hicimos en unas salinas toledanas, blancas como yo y que, por el aire que hacía, cambiaron de ubicación y ya no son manchegas. Con el sol se ven preciosas y blancas, pero el día no acompañó y una se sentía en terreno lunar, desnuda y oxigenada por lo que debía de ser un tornado.

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Mi querido Juanjo Molina, fotógrafo de infinita paciencia, sostenía la cámara para que no volara de sus manos y yo probé, no en pocas ocasiones, las mieles de mi pelo que se pegaba al gloss de mis labios con la fuerza de un velcro.

El fabuloso equipo se afanó tanto en evitar que pasara frío frotando una bata blanca contra mi cuerpo, que mi falso moreno fue progresivamente desapareciendo y mi piel, delatada desde el principio, nunca estuvo tan exfoliada. La misma bata -que ya no era blanca, sino marrón- me acompañó luego hasta un bar de carretera donde unos camioneros me observaban como si una chalada me tratara, ya que era imposible dejar de tiritar y ni siquiera el café hirviendo que me sirvieron hizo que desapareciera el morado de mis morros.

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Aún con todo, no recuerdo una sesión de fotos más rápida y divertida, pese a lo accidentada que resultó la puesta en escena. Me fascina el resultado y hará mucho más llevadero el drama de verme por las mañanas con la cara lavada (y el cuerpo también, porque a limpia no me gana nadie). Maravilloso todo.

Ni idea de cómo han eliminado la piel de gallina de mi cuerpo, esa es la magia del retoque fotográfico del que algunas de quejan (a veces con razón, cuando es excesivo).

Así que, inaugurada ya la temporada de bikinis, tengo que deciros que mi deber es huir de un par de coches de paparazzis que me persiguen por la isla para hacerme un roto y tirar por la borda tan magníficas fotos. Por respeto a la revista y su reputación, trataré de darles esquinazo, si no fuera capaz de evitar la hecatombe, trataré de enmendarlo en sucesivos robados acudiendo antes al gimnasio. Porque los fotógrafos de calle son muy puristas y no retocan, para desdicha del «muñeco» al que persiguen. Pero, de momento, permitidme que me despida de todos vosotros mientras lleno de grasa el teclado, saco de mi boca los huesos de unas deliciosas olivas y rompo patatas fritas en mi boca.

¡Felicísima semana para todos vosotros!

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Avec tout mon amour,
AA

Especial culos

En vista de los últimos acontecimientos que han marcado mi vida, creo que va siendo hora de ir con temas que de verdad importan: las imágenes de glúteos para cascar nueces que se asoman a las revistas.

 Hay un mes del año en el que un gran culo protagoniza la portada de varias de ellas. Se trata del ‘Especial culos’. Es un acontecimiento anual, como Eurovisión o el discurso del rey en Navidad. Dos gajos, maravillosamente torneados, parecen moverse y formar una boca chica, más propia de un ventrílocuo, que nos llama a silbidos para impresionar. Me desborda que esos mofletes jueguen al despiste en cada kiosco.

El "Especial culos" existe desde mi más tierna infancia.

El ‘Especial culos’ existe desde mi más tierna infancia.

Podría ser políticamente correcta; pero qué mierda de portada es esa en la que un maldito pandero aprovecha la coyuntura para burlarse de todas nosotras y recordarnos las magdalenas, las bolas de yuca con queso, las palomitas con mantequilla y los deliciosos brownies gluten free que han inundado de felicidad nuestro cuerpo.

Si esperáis que me haga prescriptora de buena voluntad en este blog, al menos hoy, de cómo conseguir un ‘derièrre’ de infarto, vais apañadas… sobre todo porque este verano voy mal, muy mal.

Y no por solidaridad.

Y por si no fuera suficiente desgracia la mía, la ciudad comienza a llenarse de minúsculos shorts -que prohibiría por pura envidia- y que se pasean por ahí como si esto fuera Sodoma y Gomorra. Ni un helado es capaz de endulzar la amarga visión.

¡Con lo que una ha sido! Poco menos que un “trasero de libro”, como proclamaba este verano la revista Cuore. Matrícula de honor en el 2015. ¡Y sin beca! Sólo con sudor, candados en la nevera y una buena luz de tarde… porque a la playa no hay que ir JAMÁS cuando el sol está en lo más alto, ya que los paparazzis pueden hacerte un roto más grande que Hacienda. Este año, señores de la revista Cuore, deberíamos firmar una amnistía y la retirada de cargos atribuibles a la buena vida.

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Y es que culos los hay de todo tipo: ochenteros (largos y estirados), de manzana (con un corazón- si se les mira por detrás- entre las piernas… e increíblemente fotogénicos), ergonómicos (se desparraman y adaptan a cualquier silla, como un cojín), flacos (poco turgentes y escurridizos), terrenales (simulan las grandes dunas del Sáhara), de pera (de coordenadas incomprendidas), alistados en las fuerzas armadas (duros, blindados y poco hospitalarios), redonditos (con buenas dosis de donaire), fruto de una sesión de bricolaje (a lo Kim Kardashian: de silicona, con proyección para sacarte un ojo y altamente inflamables) y mediáticos (feos, pero adorados).

Como veis, hay posaderas para todos los gustos y de todos los tamaños. Os propongo un juego: adivinad a qué tipo pertenecían las mías (porque no pienso desvelar a cuál pertenecen ahora).

Y mientras reto con la mirada a ése que me silba, pienso: qué lástima que los culos no sean intercambiables.

AARG!

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Avec tout mon amour,

AA