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«Barei, por favor, say NO a la cresta»

adrianaeruo

Este sábado fijamos el campamento base en el salón de mi casa, con comida basura repartida por todas las mesas y mi loro Rocco haciéndole los coros a los 42 países participantes.

Tenemos previsto hacernos una cresta, en honor al videoclip del famoso Say Yay de Barei, porque de música no tenemos ni idea- y os lo dice una que pensaba que la OTI eran los ascensores- pero entregados somos un rato.

No pude resistirme anteayer a ver en el ordenador, a todo volumen, la filtración de la primera semifinal del Festival de Eurovisión y me quedé estupefacta al ver a España, por varias razones.

Permitidme jugar a ser juez en esta ocasión, con mazo incluido.

Siento ternura por esta muchacha de estética grafitera, envuelta en paillettes y que mueve los pies dentro de unas zapatillas de cuña, al más puro estilo Bershka, con un 3 impreso sobre su vestido bronce… puesto en el que, en todo caso, quedaríamos si contásemos en sentido inverso, teniendo en cuenta la reciente etapa negra que hemos vivido en el certamen y las dudas hacia una letra que este año es en inglés.

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Y no es que la canción no me guste, que tampoco es que estimule en exceso mi lóbulo temporal, donde guardo los éxitos de discoteca de mi vida, sino porque en Estocolmo, al margen de intereses diplomáticos y ‘coleguismo’ entre países vecinos, otros candidatos desean la victoria más que nosotros y se lo curran más, la verdad sea dicha.

El momento colosal de su caída al suelo, un híbrido entre esguince de modelo de pasarela y un penalti claro, me tiene acojonada. Y no es para menos. Mención aparte merece la coreografía de las chicas que la acompañan, que con su baile traducen simultáneamente la canción al lenguaje de los sordos. Desde aquí, por cierto, mi más sincera felicitación a los que se les ocurrió el año pasado interpretar la música del concurso con movimientos corporales. Este año contarán también con la inestimable ayuda española.

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Las luces también son un problema de cara al peinado. A contraluz su silueta hace pensar en el skyline de las cabezas de los 80, con un punk “frito total”: a tope de cardado, bien fumigada con laca y volumen en sus múltiples encarnaciones.

Criatura, no me la disfracen, ella podría resultar maravillosa, pero esta realidad así no se sostiene. No pueden vender frescura y naturalidad en polvos. Me da la impresión de que quieren hacernos creer que ha cincelado su carrera en el metro (donde, por cierto, he escuchado a artistas anónimos que frenan las prisas) y sus pasos de baile en un túnel, de esos en los que sólo te metes para hacer el mal, algo en lo que estoy desentrenada. Mierda.

Debo de tener un corazón de vinilo, porque echo de menos esos artistas de canciones que pasan a la posteridad en color sepia, con canciones que no son clones de muchas otras. No obstante, sería una alegría saber que estamos en el ansiado TOP 10. Por eso, desde aquí, te deseo muchísima suerte, Barei. Sea como sea, tiene que ser una experiencia brutal y estamos deseando ver esos pasos tan tuyos.

A la espera de que llegue la gran fecha y colme mi hogar de comida cerda, queda inaugurado el tablón en blanco de mis comentarios, para que digáis y hagáis lo que os venga en gana.

Al más osado… Twelve points!

Avec tout mon amour,

AA

  • Fotos de Barei: GTRES.

Pánico en ‘Pasapalabra’

adriana1

No creo que haya un programa, a día de hoy, en el que me sienta más a gusto. Y, sin embargo, fue PÁNICO lo que sentí la primera vez que me invitaron a ocupar una silla en el plató de Pasapalabra, con mi nombre -por si no quedaba ya lo suficientemente claro quién iba a meter la pata en bucle- imantado en el pecho. En la primera prueba, Letra a letra, estaba tan nerviosa que cuando Christian Gálvez me preguntó, con cuatro letras: “palabra malsonante que se come en México”, aquí una que es prosa pura y venía de la palabra “coto”, debutó con un “coño”.

Desde luego, que aquello se come en ese país y en todos.

A partir de ahí, cualquier cosa que dijera ya no podía ser utilizada en mi contra, así que me relajé tanto que pasé a convertirme en una incondicional del programa, gozándolo como la que más y hasta el punto de aparecer casi en nómina.

Con todos ellos he vivido momentos muy especiales. He dado el bote, he despedido el año y mi soltería, disfrazada de Catwoman horas antes de dar el “sí, quiero”; también he encarnado a Eduardo Manostijeras, llena de cicatrices, e incluso he entrado en un 600 a plató, con Fernando Romay al volante (y su cuerpo plegado), enfundada en unas mallas blancas y una peluca azul.

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Sin duda, lo más fuerte fue aparecer en las páginas del periódico británico Daily Mail por haber sido la primera concursante en hacer trampas en la historia del programa español Pasapalabra. Lo que no entiendo es cómo no se le había ocurrido antes a nadie hacer uso del Shazam en la pista musical (risas). ¡Ay! ¡Si Christian no me hubiera cazado con el móvil entre los muslos, esos puntos habrían sido para nuestro equipo naranja! Porque esa es otra, yo siempre pertenezco al equipo más dulce, a la izquierda de Chris, el que rompe el hielo cada tarde a las 20:00 horas, en Telecinco.

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Aún no concibo cómo a su presentador, a mi amigo Chris, no se le traba la lengua y se le hace un nudo marinero, de lo rápido que habla. Me fascina. Me contó que se cronometraba en sus comienzos para adquirir rapidez. Ahora es capaz de atravesar la jodida barrera del sonido.

Hace una semana volví para enfrentarme a mi prueba más dura, la de defenderme desde mi silla naranja a cada uno de los juegos de Pasapalabra sin perder la voz, recuperada tan sólo 72 horas antes de grabar.

De esta manera, un coche me recogió en casa y me llevó a los estudios Picasso, en Villaviciosa, donde también se hace La Voz, ironías de la vida. En esta ocasión, iba a compartir sudores con unos compañeros de excepción: Carlos Latre, genio y amigo, Víctor Palmero (súper mega ultra descubrimiento) y una melodiosa Diana Navarro. Sergio me acompañaba porque sabía que volvía a sentir el miedo del primer día y temía hablar con voz metálica, como si hubiera inhalado helio, o ronca y rasgada a lo Bonnie Tyler, aunque sin afinar.

La gente en Pasapalabra es todo bondad, lo juro. Desde dirección, pasando por producción, realización, maquillaje y peluquería, sus maravillosas azafatas, un majadero y extraordinario rubio que escribe sobre Leonardo Da Vinci, su adorada regidora, sonido… Con todas las que les he liado -la mansedumbre no es lo mío- y aun así creo que me quieren. Qué cosas.

Estoy deseando que se emita para que veáis lo bien que estuve (por supuesto de sonido, no de respuestas). Como templada con un diapasón.

Larga vida a Pasapalabra y a todos los que lo hacen posible.