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La receta de la mejor tarta de zanahoria del mundo

Permitidme que haga un paréntesis para regalaros la receta con la que acompañar un gran vaso de leche o una taza de café y que no os falte una gran sonrisa de satisfacción al metérosla a la boca.

Además, tenéis la garantía de que resultará muy fácil llevarla a cabo, puesto que la cocina no es uno de mis dones y, sin embargo, con mi tarta de zanahoria casera SIN GLUTEN conquistaría los estómagos más golosos.

 Ingredientes para 4 personas hambrientas:

  • 150 gramos de zanahorias peladas
  • 150 gramos de harina de almendras
  • 150 gramos de azúcar glas
  • 50 gramos de harina de arroz
  • 2 huevos de gallinas felices (los que empiezan por cero)
  • Medio limón
  • Medio sobrecito de levadura de repostería (sin gluten si sois celíacos)
  • Sal marina fina
  • Mantequilla

Tiempo de preparación:

  • 1 hora y cuarto

Precalentamos el horno a 175 grados. Tened cuidado de no quemaros, todavía tengo la piel roja de mi última quemadura (también es verdad que la torpeza es el sello de mis recetas y aun así el resultado es asombroso).

A continuación, mezclamos con energía el azúcar, la harina de almendras, la piel del limón rallada y las zanahorias cortaditas en discos hasta obtener una montaña homogénea. Un robot de cocina, a máxima potencia y durante 1 minuto, nos facilitará el trabajo.

Es el momento de añadir los huevos y marearlos junto a la masa. Con el robot mezclaríamos a potencia media durante 15 segundos.

Ya estamos listos para mezclarlo todo hasta conseguir una masa uniforme.

Untad con mantequilla el molde donde colocaremos la tarta y verted en éste toda la mezcla.

Horneamos durante 1 hora.

Dejamos enfriar la tarta y la decoramos como nos venga en gana. Yo a veces dibujo cosas con requesón o escribo mensajes, pero quizás a vosotros os apetezca algo menos hortera.

¡A saborear la tarta más rica que hayáis probado jamás!

Avec tout mon amour,

AA

Te haces mayor, y lo sabes

Tantos años deseando ser eternamente joven, sin que un fatal desenlace a lo estrella del rock lo propicie y, de repente, nos topamos con inequívocos detalles a nuestro alrededor que confirman que nos hacemos mayores.

Por mucho que insistamos en la idea de que la edad no es algo cronológico, sino más bien una cuestión mental, nos damos cuenta de que ya no somos una perita en dulce cuando no usamos el suelo del metro para sentarnos si los bancos del andén están ocupados, temerosos de recibir unos euros de algún bienaventurado para un café, o ya no cedemos el asiento en el metro, convencidos de nuestros achaques y el deterioro con el que nos apremia la madurez.

Un desgaste que implica que nos crujan las rodillas al agacharnos, pongamos cara a la ciática, nos volvamos inflexibles o triunfe la nostalgia de los 80.

Con los años el pino ya no es una práctica aconsejable y tendemos a evitar grandes pesos por miedo a hacernos daño en la espalda, no llevamos a nadie a ‘corderetas’ que no pase por la puerta pequeña de Imaginarium, perdemos menos paraguas porque tememos calarnos y agarrar un resfriado, y nos duele cerciorarnos de cómo otros más jóvenes caminan más rápido que nosotros cuando pensábamos que lo hacíamos a velocidad de crucero.

Y me podéis explicar en qué momento dejamos de fijarnos en chicos o chicas con carpetas y bicis como único medio de transporte, y sí en hombres y mujeres que peinan canas. Despejadme esa “x”.

Bien, pues a una manzana de llenar los armarios de copas de cristal y convertir un mortero en el mejor aliado de la cocina, cuando los años pasan empezamos a fardar de guisos, en lugar de conquistas, mientras sacamos a relucir demasiadas veces nuestra etapa de gallos y gallinas folladores para que no caiga en el olvido.

Es muy de Cuarto Milenio, pero cada vez es más difícil encontrar limones enmohecidos en la nevera, compramos sólo fruta de temporada y tenemos hasta controlada la fecha de los huevos impidiendo que nazcan dinosaurios de ellos.

Conforme nos hacemos mayores, es una realidad que la tecnología se nos atraviesa, pese a habernos hecho la firme promesa en el pasado de que no nos sucedería lo mismo que a nuestros padres o abuelos, que por mucho que trasteen sólo consiguen entrar en catarsis.

Esa es otra, con el tiempo descubrimos que decir demasiadas palabrotas puede dejar de surtir efecto y que hay que aprender a dosificarlas. A mí esto me está costando.

Sumar meses a la libreta es caer en la cuenta de que es imposible contentar a todo el mundo, constatar que te molestan los niños y los dueños de los perros en la playa y comprobar que las alcachofas no son tan malas como creíste.

Crecer hacia las arrugas supone separar la ropa de color de la blanca y aprender a usar una plancha con agua mineral o destilada, en lugar de joderla con agua de grifo.

No paras de advertir cambios. Da vértigo. Os iré contando.

Avec tout mon amour,

AA

La receta más deseada de la Navidad: el Roscón de Reyes (sin gluten) con lacasitos y nubes

SHUTTERSTOCK

A estas alturas, y pese al empacho de la inmensa mayoría estas Navidades, no creo que haya un hogar español en el que no se desee hincar el diente al delicioso Roscón de Reyes, postre protagonista de estas fechas y principal culpable de que se pospongan nuestras promesas de bajar algún kilillo.

El dulce navideño por excelencia es fácil de encontrar en casi cualquier pastelería, pero los celíacos lo tenemos algo más complicado y si le ponéis ganas conseguiréis uno casero para chuparos los dedos.

Tres serían los modelos estrella de roscón: relleno de crema, nata o seco. El decorado típico consiste en frutas escarchadas y azúcar glass, aunque hay quien apuesta por otras alternativas como rosetones de nata o almendras tostadas.

Sin embargo yo os propongo uno muy original… ¡lleno de dulces gominolas! Y esa es la rica y fácil receta gluten free que voy a dejaros por aquí para que tengáis un dulce despertar el día que toque ponerse a abrir regalos.

Ingredientes:

  • 400 gr de harina sin gluten (una apuesta ganadora es una mezcla, a partes iguales, de trigo sarraceno, garbanzo y arroz)
  • 100 gr de Maizena
  • 60 gr de mantequilla sin lactosa
  • 2 sobres de levadura en polvo sin gluten
  • 150 gr de azúcar glass
  • 3 huevos ecológicos
  • 1 taza de leche de almendras caliente
  • Un chorrito de agua de azahar
  • Ralladura de un limón
  • Una sorpresita que aguante el calor del horno
  • Gominolas, nubes sin gluten y lacasitos para decorar

Elaboración:

  1. Colocamos los 400 gramos de harina en forma de volcán y en el agujero del centro echamos los huevos y la levadura que previamente habremos diluido en la mitad del vasito de leche de almendras. Mezclamos lentamente y con cariño el resto de ingredientes: lo que queda de leche calentita, los 100 gramos de Maizena, la mantequilla, el azúcar glass, el chorrito de agua de azahar y la ralladura del limón, llena de propiedades maravillosas.
  2. Removemos durante al menos 15 minutos hasta que se unan bien todos ingredientes (sin que la masa se pegue a la mano), para así alcanzar la textura deseada.
  3. A continuación, hacemos una pelota con la masa y en el centro un agujero central bastante grande ya que luego se cerrará al doblar su tamaño con la levadura (tampoco os paséis). Es el momento de sacar todo el arte que llevamos dentro y dar forma al roscón, estirando la masa para que tenga la apariencia que todos conocemos; también de colar la sorpresa en su interior, aunque yo siempre meto más de una.
  4. Colocamos el roscón en una bandeja forrada con papel de horno, la cubrimos con film transparente y la dejamos reposar dentro del horno durante 1 hora a 40 grados, hasta que la masa doble su volumen.
  5. Sacamos la masa del horno y lo precalentamos a 220 grados mientras pintamos con el huevo batido el roscón, repartimos lacasitos por la superficie y espolvoreamos azúcar glass antes de volverlo a introducir durante 20 minutos a 220 grados.
  6. Una vez fuera, frío, esparcimos trocitos de nubes rosas sin gluten. Recrearos en ser imaginativos y que resulte muy atractivo.
  7. Servid frío
  8. ¡¡¡A disfrutar!!!

¡DELICIOSO!

EUROPA PRESS

Avec tout mon amour,

AA