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Madrid, llena de mierdas de perro

 

Bienaventurados los que recogen las heces de sus perros, porque a ellos no van dirigidas mis palabras. Y aunque me confieso firme defensora de los derechos de los animales, eso no incluye el amor hacia algunos de sus dueños.

Hasta hace bien poco era la primera en abanderar la entrada a las playas de estos seres vivos juguetones, pero ya no. La última vez que extendí mi toalla en el suelo, una diosa mierda rodó bajo mis pies a la vez que una arcada y una carambola de maldiciones acabaron con mis risas de golpe, únicamente las mías, porque al amigo que me acompañaba le delataban los lagrimones.

Y al igual que numerosas playas, Madrid está llena de flamantes mierdas de todos los colores gracias a guarros y guarras que con aire distraído evitan recoger y precintar las cagarrutas en una bolsita higiénica, sin intención de llevar a cabo el levantamiento de ese cadáver apestoso, lleno de bacterias y quizás portador de enfermedades, que constituye un obstáculo en mitad de muchas direcciones.

En el barrio Salamanca, uno de los más ricos de la ciudad, algunos apestan a perfume mientras sostienen las correas, pero luego abandonan con la mirada gacha y los pies ágiles el lugar donde su perro se ha despachado a gusto, para evitar que nadie les juzgue o les multe a plena luz del día. La educación brilla por su ausencia, incluso en los lugares en los que se jactan de cívicos.

Las calles son un campo de minas difícil de sortear si acostumbras a distraerte mirando escaparates, el cielo azul o caminas muy segura, con la vista al frente.

Como alcaldesa de Madrid, no dudaría en endurecer las sanciones por no recoger los excrementos de las mascotas en la vía pública. Sinceramente, no sé a qué esperáis para endosarme vuestro voto. De poco sirve que el Ayuntamiento de Madrid haya elaborado un plano con las zonas que presentan mayor acumulación de excrementos caninos sin recoger, a día de hoy dan ganas de cagarse en las grises baldosas madrileñas y en sus dueños, a tenor de la total impunidad con la que se topan los que abandonan esas criaturas faltas de ojos y huérfanas de afecto tras abandonar el calor del cuerpo.

Tan desagradable como encontrar tostones en el puré, pisar mierdas no da suerte al que patina con la suela por el asfalto que otros se encargarán de extender como un trazo de acuarela -por solidaridad y mala pata-, hasta convertir aquello en una sombra.

Para los puercos que no mantenéis limpia la ciudad, os deseo que os toque el Gordo de pisarlas a diario.

Los perros son maravillosos, pero gracias a algunos dueños caminar empieza a dar mucho asco, y comer por la calle, un ejercicio de superación para muchos escrupulosos.

Avec tout mon amour,

AA

Kevin Bacon cumpliendo con su deber de amo responsable (GTRES)

Desayuno con bombillas y ranas en el cielo

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La geografía española anuncia, con un escenario pluvial y un encapotadísimo cielo, la proximidad de la Noche de los muertos y eso acojona. Madrid no está preparada para recoger el torrente de agua que lame las calles y las alcantarillas están selladas con tierra, como cuando se nos atasca el lavabo de casa con pelos y probamos a drenar con bebida de cola.

Yo no sé vosotros, pero es subir las persianas por la mañana deseando ser cegada por el nuevo sol, con los ojos achinados de Richard Gere -dos puñaladas en salsa de tomate- y venirme abajo cuando he de desayunar con luz de bombilla.

Y mientras mareo la leche con una cucharilla, me engulle la imagen en la cabeza de hormigas en cordones que hacen rafting por la ciudad y sortean las suelas mojadas, o la de esas plumas de paloma sin el abrigo de un secador. No creáis que me he vuelto loca, pues ya lo estaba, pero en los días grises a veces me da por pensar en cosas que habitualmente me pasan desapercibidas. Y a los que siempre buscan la puntilla de la mercería o de los calamares rebozados, deciros que sí, que hay cosas más importantes, pero hoy mi post no va de eso, así que os mando un beso.

Y, como casi siempre que diluvia, busco ranas en el cielo y pienso en el sorprendente impulso que dan las ancas, para llegar tan arriba. También en el motivo por el cual sólo suben ellas y nadie más, como si estuvieran en posesión de un pase para VIPS que nos ha sido negado al resto de los mortales.

Por cierto, ¿sabíais que en Holanda han creado una cerveza hecha con lluvia, que las gotas de ésta no tienen forma de lágrima o que puede dar urticaria?

Tampoco entiendo por qué en los días de lluvia la gente camina con paraguas por donde no llueve, o las abuelas se apropian de la calle y se dedican a sacar los ojos de los incautos, en posesión de este arma, como si de una banda callejera se tratara.

Estos días los chubascos -mucho menos románticos que el rocío, esa lluvia en embrión que aparece por las mañanas y cala hasta los huesos-, me hacen regresar a esos días que con un par de truenos se iba la luz y la tele y con tropiezos alcanzabas el cajón de las cerillas y las velas para no andar a tientas.

Cuánto ha cambiado todo. Ahora sólo busco Hacerme Selfis bajo la lluvia.

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Avec tout mon amour,

AA