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Lesbiana, madre pero no esposa

Por Nayra Marrero Jaén

Desde hace seis meses Maribel es madre en el papel, un papel que no habría hecho falta en una situación idílica donde ella y su pareja hubieran seguido siendo felices criando juntas el hijo que nació para agrandar la familia.

Maribel habría seguido llevando al niño al colegio, acompañándolo a los cumples de sus amigos, alternando con otras madres que sí estuvieron embarazadas una vez, viendo pasar los cursos y los años junto a su novia.

Pero el idilio se rompió sin matrimonio ni coadopción, sin papeles que certificaran lo que estaba claro para su hijo y para todo el pueblo, y en las riñas de pareja mucha veces el odio es ciego al dolor que se infringe.

Maribel se quedó sin hijo en casa pero no sin fuerza, y luchó, sin descanso aunque muy cansada, por seguir viendo crecer a quien era su familia, por contar y por constar. Primero consiguió un régimen de visitas como allegada, tras un informe psicológico que desprendía que el único que no entendía nada era el niño: ¿por qué no lo dejaban estar con su madre? Fue un suplicio conseguir que se cumpliera, una ruina en detectives que descubrieran dónde se lo había llevado la familia de su ex, y un montón incontable de llantinas.

Hace seis meses volvieron las lágrimas al otro lado del teléfono cuando Maribel me llamó para decirme que ya había sentencia del Supremo, que su hijo era su hijo también en el papel, que la Justicia tras más de siete años de pelea, había visto lo que sólo hacía falta abrir los ojos para ver: Maribel era madre, la otra madre del chaval.

Ella es un nombre, una historia, pero hay muchas otras: algunas sin esperanza y otras armadas de razón para pelear por sus derechos y los de sus hijos e hijas. Una contienda que las sitúa solas ante un tribunal, mientras el resto celebramos la “igualdad legal”, una panacea hermosa por fuera, un tanto hueca por dentro y que, si miramos bien, tiene hasta en la carcasa agujeros desgarradores como la lucha de Maribel.

La desigualdad es fácil de explicar:

–  Si una mujer va a inscribir al hijo que ha parido acompañada de un hombre, el registro de la madre y del padre es automático, sin papeles de unión civil, prueba de paternidad ni certificado de idoneidad.

–  Si una mujer va a inscribir al hijo que ha parido acompañada de una mujer, es necesario que certifique su matrimonio, que presente papeles de la clínica de inseminación para que no haya dudas de que fue con un donante anónimo el que puso la semillita y la comparecencia en el registro previa al nacimiento en la que afirmaron que las dos querían inscribir al bebé en el libro de familia común.

Un mundo de diferencias que desmigaja la ensoñación de la igualdad. Un abismo que, si hace 20 años parecía insuperable, hoy supone un espacio a recorrer cuando haya voluntad política para ello. Un camino que incorporará a las otras madres de hecho a la senda del derecho, o al menos dejará de escupirlas fuera. Para ello ha emprendido una campaña de recogida de firmas exigiendo al Ministerio de Justicia que ponga fin a esta discriminación.

La pelea de Maribel no ha terminado porque el Supremo aceptó un recurso contra la sentencia que hace que la tinta del papel que la reconoce como madre siga húmedo, siga sin fijarse. Su lucha es costosa y es cara, y por eso junto a algunos colectivos anda recogiendo fondos que la ayuden a llegar a la meta, y nos ayuden al resto a celebrar con gusto la igualdad.

Maribel Blanco, en el centro de la pancarta

Maribel Blanco, en el centro de la pancarta