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El obsceno espectáculo de matar

 Por Violeta Assiego (@vissibles)

(Gtres)

(Gtres)

Con los ojos vendados te empujan al vacío desde lo alto de un edificio. Cuando estás en el suelo una turba gente, incluidas mujeres y niños, te apedrea hasta que mueres. Tanta crueldad y saña se deben a tu presunta orientación sexual. Dicen que eres gay. Y puede que lo fueras pero también puede que no. Puede que solamente estuvieras en el bando equivocado o simplemente no tuvieras bando. Tan posible es que fueras gay como que no lo fueras. Ahora solo eres un cadáver cuya sádica ejecución tiene mucho valor mediático. Sus imágenes han recorrido medio mundo. Son virales y forman parte de un mensaje que quiere provocarnos las mismas dosis de odio que de terror.

Sería un grave error -a partir de estos hechos que se vienen repitiendo- creer que ser homosexual en Siria tiene bando. Para nada, ser gay allí es estar atrapado entre dos fuegos. Pero no son los únicos que se encuentran en esa situación, cualquiera puede ser víctima de persecución, tortura y ejecución. En este país devastado por el horror de una guerra sin fin, atacar a los homosexuales es de lo más normal y atacar al contrario acusándolo de homosexual, también. Se puede llegar a ganar mucho dinero y poder hostigando, chantajeando, torturando y asesinando, también a los homosexuales. Son presas fáciles, tanto para las fuerzas leales a Al Asad como para los rebeldes de la oposición.

– ‘Dúchate y recita el Corán que vamos a matarte y vas a estar con Dios en unos minutos.

Estaba en casa de un amigo junto con siete personas más cuando irrumpieron en el piso. Nos golpearon y nos obligaron a confesar nuestra homosexualidad. Uno de ellos se apiadó de nosotros y  a cambio de quitarnos todas nuestras pertenencias (la ropa, las tarjetas, el coche…), nos perdonó la vida. Nos dieron 10 minutos para salir de allí y escapar lejos.

Hombre sirio de 24 años capturado por los rebeldes.

Desde hace cuatro años la gente huye de Siria porque hay un conflicto. Con seguridad entre los casi cuatro millones de refugiados sirios habrá miles de homosexuales que, aun en el exilio, siguen ocultando su orientación sexual.

El Líbano, Jordania, Turquía e Iraq son los principales países receptores de las personas que se refugian de una guerra que nadie ha logrado parar y que ha hecho del mundo un lugar más inseguro. Las legislaciones de estos países, precisamente, ni reconocen ni protegen los derechos de las personas homosexuales. El pasado mes de agosto en el Líbano fueron detenidas 27 personas en un baño turco por atentar contra las buenas costumbres, fueron interrogados y en esta ocasión no fueron sometidos al test anal que permite la ley aunque sea rechazado por la Asociación Médica Libanesa por violar el derecho a la intimidad. En Jordania -a diferencia del Líbano-  la homosexualidad no es ilegal ni tampoco legal, y es uno de los destinos a los que no se aconseja viajar si te vas a mostrar abiertamente homosexual; se considerará algo obsceno e inmoral. En Turquía la homosexualidad es legal pero el presidente Erdogán la considera contraria al islam y mientras otros miembros de su gobierno la ven como una enfermedad que se debe tratar no se termina de juzgar a las familias que asesinan a los miembros que les deshonran por ser LGBT. Y por último, en Iraq la situación es prácticamente igual que en Siria, la espiral de la violencia y del ojo por ojo es brutal. Hace pocos días se emuló con un prisionero del ISIS la ejecución que todos vimos que esta organización terrorista infringe a los homosexuales, y lo lanzó al vacío desde lo más alto de un edificio.

Los derechos humanos no tienen bandos. Sin embargo, es difícil no dejarse llevar por la bajeza más visceral cuando nos enseñan -a modo de superproducción de Hollywood  y casi en 3D- el ensañamiento y crueldad de la que se puede ser capaz contra los más vulnerables de una determinada sociedad: las mujeres, los niños, los homosexuales, los cristianos, los coptos, etc.

El gran reto es no dejarse cegar y perder el centro que nos ancla a una visión de derechos. En los ocho meses de califato el Estado Islámico (ISIS), éste ha ejecutado a 2.000 personas y en cuatro años de guerra en Siria han muerto unas 220.000 personas. Las ejecuciones de hombres presuntamente homosexuales es ante todo un mensaje propagandístico que por una lado quiere asociar homosexualidad al mundo occidental y por otro, que sintamos odio y miedo a partes iguales, es parte del negocio, de la victoria.

Desde un enfoque de derechos la respuesta no es odio sino proteger a la población civil y pedirle al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que remita la situación de Siria al Tribunal Penal Internacional, para que TODAS las partes rindan finalmente cuentas. Esto es lo que piden las principales organizaciones de derechos humanos, y este sí que es mi bando.