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Allí estaba yo

Por Sara Levesque

 

Olvidé cómo sonreír hasta que me miró, enseñándome que los labios también pueden estirarse hacia arriba y atrás. Algunas veces nos rozábamos las manos casi sin tocarnos, como si se susurrasen secretos. Como si su piel quisiera fundirse con la mía, pero solo a pellizcos. O viceversa. Y algunas veces se levantaba brisa, acercándome el afrutado olor a romero de su pelo, encantando con su exquisito veneno a todo mi ser.

Con mi compañera de vida quise empezar de cero y no salió bien. Con mi musa me hubiese gustado empezar de verdad, hacer las cosas con buen pie. O mejor, con otros pies. No fuera que, por usar los de siempre, me llevasen al mismo camino en que una vez me perdí.

A veces la observaba, preguntándome qué clase de encantamiento poseía. Y por qué me embrujaba tanto. Y yo me sentía dichosa al descubrir que, en realidad, me daba igual si lo averiguaba o no.

Me agradaba pensar que algún día nuestra complicidad secreta se desvelaría y podríamos llegar a casa, echar un polvo salvaje para saciar nuestro instinto animal y, después, hacer el amor para acariciarnos el corazón con nuestro dedo corazón…

Porque ella y yo hablábamos desde el mismo sitio: desde nuestros corazones. Lástima que su conversación fuera contradictoria. Mi corazón permanece en el pecho. Cuando late, es todo bondad. El tuyo tenía forma de dedo. Cuando lo alzaba, era pura realidad.

Y entre toda esta bruma ahí estaba yo siempre, en el metro, como casi cada día. En uno de mis vistazos inconscientes conseguí distinguirla entre el gentío. Quise llamar su atención, pero mi voz se tropezaba con la muchedumbre sin alcanzarla. Entonces, metí la mano en el bolsillo y saqué mi arma para apuntarla: un lápiz. Un raquítico trozo de carboncillo rojo y beige. Un pobre diablo de grafito con la punta agónica.

Estaba casi consumido, como mis días buscándola. Le susurré con él a mi libreta, emborronada hasta el último recuadro. Repleta de sueños garabateados.

Lucía su abrigo verde y mi corazón realizó un salto mortal al recordar. Parecía despreocupada, a pesar de la multitud enfermiza del vagón. Del hombro le colgaba una mochila roja con forma de búho, de esas que estaban de moda. Y llevaba la boina color camel que le regalé. Igual que la que yo uso a veces, solo que la mía era granate. Estaba tan preciosa… Sí, fue muy mortal.

La vi, me fijé bien en ella, y comencé a escribirla de mentira. Porque, en realidad, no era ella, solo una que se le parecía. Una que intentaba imitarla y casi lo consigue. Una broma de muy mal gusto.

Allí estaba yo, viéndola en la vida pasar. Viendo qué guapa estaba, maldita sea. Viendo qué lejos andaba, maldita sea. Viendo cuánto hablaba, maldita sea. Viendo qué tajante era, maldita sea. Viendo qué bien olía, maldita sea. Viendo cómo la extrañaba, maldita sea. Viendo qué bien sonreía, maldita sea. Viendo qué gran artista era, maldita sea. Viendo que tenía novia, maldita sea. Viendo cómo la quería, maldita sea(s). Y entre tanto vistazo falso descubrí que observarla en el tiempo era como ver la fotografía más hermosa del mundo, aunque estuviera vacía de su esencia.

© Sara Levesque

 

 

Reloj de arena

Por Sara Levesque

 

A través del cristal empañado por mi vaho, en el retiro de la noche, podía observar la luna, ese gran globo de porcelana al que cada velada le confesaba mis secretos. No necesitaba de un diario de papel, como la gente corriente. Yo no soy así, no soporto seguir el guion. Por eso me desahogaba con la luna. Ella era la única que quería escucharlos. La única que podía sostenerlos.
Aquella pelota de luz iluminaba el dormitorio, eliminando la profunda oscuridad y haciendo entrar en calor mi ánimo. Una esfera albina con sus virtudes y defectos. Con su verdad y su reverso. Un astro de perla en aquel pedacito de firmamento que era, para mí, mi cielo privado. Es donde sigo guardando con cariño su encanto. Aunque yo me sienta más sola que su cara oculta.

Qué horrible eso de que te duela alguien a quien quieres porque ese alguien nos ha dejado de querer, ¿verdad? O prefiere querer a otra que es más alegre, está más cerca o más viva. Otra que no sufre sus días dando un paso atrás. Otra que no huye hacia adelante.
El rechazo de alguien a quien amas es un tipo de muerte en la que no llegas a morir del todo. Solo agonizas entre estertores hasta que el de la guadaña se apiada de ti.
Y cuando mi musa duele, en cierto modo es bonito. Está bien. Durante mucho tiempo, en un reloj de arena que contabilizaba desiertos a los que dar la vuelta, taché con tinta invisible en un calendario que no acababa nunca los días que faltaban para su regreso sin saber si ese día había nacido. Si existía. Como si estuviese tan solo a unas semanas. A la vuelta de la esquina. En este caso, la esquina era circular. Se me antojaba un bucle sin fin.

Visité de continuo sus fotografías. Esas en las que salimos juntas. En realidad, solo son dos. El motivo era porque experimentaba confort al comprender que, en algún momento, le apetecía sentirme cerca. A mí, ese momento me dura todavía. Así deduzco que mereció la pena el dolor que dejó.
Y a lo mejor se acaba de poner a llover para que tengamos frío y la excusa perfecta para abrazarnos. Eso no tiene sentido… Porque cuando aquí llueve, yo miro al oeste desde mi ventana, preguntándome por qué no nos mojamos juntas. Miro al oeste porque ahí es donde ha elegido vivir. Al oeste de Madrid. Al oeste de Portugal. Al oeste del océano. Y mucho más al oeste del mundo.
Me quedaría abrazada a la boca de la primera mujer que me sonriese, con tal de volver a sentir algo del calor que se llevó. A veces olvido lo imposible que fue.

Muchas veces pensé en hacer las cosas mal, para variar. En dejar de ser políticamente correcta y matar a la niña buena. Permitir que mi lado salvaje la estrangule y poder sacar las garras. En no negarme más placeres para que los demás se sientan bien, aunque eso suponga que yo me quede hecha una mierda. En ser feliz por una vez en mi atormentada vida, por si acaso me muero mañana o dentro de un par de horas. Solo por eso.
A pesar de todas las dudas, miedos, inseguridades y lo que coño vaya a pasar, me cansé de guardar silencio o esperar a que ella diera un paso. Comprobar cómo su relación avanzaba mientras yo permanecía en la retaguardia viéndola marchar.
¿Por qué me encerré en mi habitación ante el ordenador para escribirla, intentando engañarme diciéndome que estaría pensando en mí cuando al despedirse no me veía al mirarme? Podría compartir una copa con ella, un cigarro olvidado de la época en que las dos fumábamos o, simplemente, charlar a través de las pupilas. No. Muchas miradas secretas y mucha tontería, pero no sonó redoble de las trompetas anunciando mi valentía…

 

Se vende diversidad

 

Hoy recomendamos Se vende diversidad. Orgullo, promoción y negocio en el World Pride, un ensayo de Ignacio Elpidio.

 

En 2017 tuvo lugar en Madrid el WorldPride, un Orgullo LGTBI más masivo, visible e institucional de lo habitual. La diversidad, cada vez más de moda, se utilizó para vender y para convencer. La competencia por obtener más inversiones, turistas y posicionamiento ha hecho que eventos LGTBI como este —desde Orgullos LGTBI multitudinarios hasta campañas promocionales más modestas— ganen más protagonismo como atractivos.
Sin embargo, esta visibilidad turística de la diversidad sexual y de género no está libre de críticas: diferentes movimientos sociales y análisis académicos han destacado las implicaciones de ciertos posicionamientos y formas de marketing. La variedad de cuerpos e intereses representados; los vínculos entre poderes empresariales, política y activismo LGTBI reformista; la gentrificación de los barrios turísticos, o el papel de los patrocinios son solo algunos de los temas centrales de estudio y crítica.
A través de una investigación etnográfica, este libro analiza la celebración de un evento de gran magnitud para estudiar cómo se interrelacionan la promoción turística pública de una gran ciudad, el activismo LGTBI reformista y las imágenes y discursos de la diversidad sexual y de género.

Se vende diversidad. Orgullo, promoción y negocio en el World Pride, de Ignacio Elpidio . está publicado por Egales.

Primer encuentro de Literatura Queer

E. L. Queer. Primer Encuentro de Literatura Queer acoge un programa transversal que aborda cuestiones que atraviesan y sacuden los transfeminismos y las vidas queer, invitando a compartir un espacio y tiempo donde leernos, pensarnos y debatir en común.

Agenda! ELQueer jueves 13, viernes 14 y sábado 15 de abril, 2023

Las jornadas se articulan desde diferentes lugares como la narrativa, la investigación o el pensamiento crítico como coyuntura para que las palabras trasciendan los libros hasta llegar a los cuerpos alrededor de una comunidad de lectoras, activistas, escritoras y personas LGTBIAQ+ que, cada vez más, existen en las bibliografías y, sobre todo, resisten en las luchas.

Este encuentro se celebra en colaboración con Mary Read, librería y espacio cultural de pensamiento crítico especializada en feminismos y comunidades LGTBIAQ+.

En este enlace puedes consultar el programa completo y reservar entradas

Carla Berrocal, cartel del E. L. Queer. Primer encuentro de Literatura Queer, 2023

Crítica de la razón puta

Redacción 1 de cada 10

 

La Oveja Roja publica Crítica de la razón puta. Cartografías del estigma de la prostitución, de Paula Sánchez Perera.

¿Se puede plantear un debate real sobre la prostitución? Este ensayo lo intentará desde un enfoque materialista e interseccional y en defensa de una agenda proderechos.

¿Qué es la prostitución? No resulta en absoluto fácil dar un respuesta válida para cualquier tiempo histórico o contexto cultural. ¿Dónde comienza y dónde termina eso a lo que llamamos «prostitución»? Muchas son las prácticas que incorporan de una forma u otra intercambios económico-sexuales y no a todas se reserva el mismo calificativo. Sin embargo, un elemento aparecerá siempre asociado a la prostitución, distinguiéndola del resto de instituciones patriarcales: el estigma. Un estigma que forma parte de la construcción del género femenino, articula su modelo desviado y establece el castigo por trasgredir sus normas. El insulto «puta» va mucho más allá del sexo y contiene un aviso aleccionador hacia quien pretende apropiarse de libertades masculinas y desafiar «la subjetividad sexualizada» del patriarcado. Ese estigma supone además la clave de bóveda de la retórica que justifica gran parte de la violencia sexual. Por ello, disputar la caracterización de la prostitución que ofrece su estigma constituye una de las batallas centrales y pendientes de los feminismos.

Este libro desarrolla una agenda alternativa y proderechos para el debate de la prostitución utilizando el estigma como hilo conductor desde un enfoque materialista e interseccional. En lugar de juicios esencialistas o deterministas, la obra invita a desplazar el foco del debate para centrarlo en las vulneraciones de derechos humanos que producen situaciones normativas como la española, frecuente en tantos otros contextos europeos y latinoamericanos. Y apuesta, sobre todo, por combatir la invisibilización de las trabajadoras del sexo y lo que ellas definen como sus realidades, por incorporar su voz y poner en el centro sus saberes y sus reclamaciones.

«¿Dónde comienza y dónde termina eso a lo que llamamos «prostitución»?
La antropóloga Paola Tabet se hizo la misma pregunta. En su estudio sobre el intercambio económico-sexual en sociedades occidentales del pasado y no occidentales del presente encontró que la respuesta a la pregunta sobre qué diferencia a la prostitución del resto no era nada sencilla. En varios países, como en Madagascar, la prostitución no se distingue del matrimonio por la remuneración, ya que se le paga también a la mujer casada, por lo que el elemento distintivo estriba en la ocasionalidad con la que se producen los servicios sexuales. En la Inglaterra medieval tampoco les diferenciaba el intercambio económico y tanto en Haití como en Nigeria se estigmatiza, de hecho, la ausencia de compensación. Ni la cantidad y diversidad de varones ni la remuneración son criterios suficientes para definirla.»

Paula Sánchez Perera (Lanzarote, 1988): Profesora de filosofía especializada en comercio sexual y activista feminista. Sus líneas de investigación parten de un bagaje académico nutrido por estudios de filosofía, teoría crítica de la cultura y formalizados mediante un doctorado en Humanidades. En 2014 comenzó a investigar el estigma de la prostitución compaginando el análisis filosófico- argumentativo con un dilatado trabajo de campo, desde el voluntariado de intervención social, en zonas de prostitución callejera de Madrid. Ese trabajo se complementó con una serie de entrevistas semiestructuradas en profundidad a trabajadoras sexuales activistas de diferentes sectores de la industria, recorriendo para ello España y Buenos Aires; esta última durante una estancia de investigación. Crítica de la razón puta procede de su tesis doctoral y constituye su primer libro en solitario. Ha expuesto sus tesis tanto en múltiples ponencias en congresos, seminarios y encuentros, como en artículos para medios generalistas y académicos; también varios máster y cursos le han invitado a compartir sus posiciones. Recientemente ha prologado el volumen sobre el modelo neozelandés de la prostitución Trabajo sexual con derechos: una alternativa de despenalización, de Lynzi Armstrong y Gillian Abel (Virus, 2022).

Puedes encontrar más información sobre este libro en la web de La Oveja Roja.

Literatura lésbica con Gloria Fortún y Elena Flores

Por Tamara Gámez Ramos, de @AltramuzEditorial

 

«Puede que ni siquiera sea digna de que Cat entre en mi casa. Pero una palabra suya bastará para sanarme». Así finalizaba el primer libro “lésbico” que me leí. Curiosamente, el único final literal que recuerdo de todos los libros que he podido leer antes y después de este. Puede ser que el mantra eclesiástico me hiciera mella (que seguro), pero también lo hizo aquel libro en el que por primera vez me zambullía en un relato superior a tres párrafos, con la clandestinidad de una portada y un título que anunciaban un texto que pudiera ir de cualquier cosa, pero que iba de mí: una pringada enamorada de su amiga hetero (¡Aleluya!).

Por aquel entonces en muchas casas existía la colección de libros del periódico El Mundo. Una mezcla curiosa entre clásicos y contemporáneos, ya que era una selección de las mejores novelas del siglo XX, con un formato tal que así: mitad de la portada de una paleta que definía perfectamente la época y otros menesteres (imagina los colores menos llamativos del universo), y una imagen jeroglífica con la misión de describir las palabras del título.

No sé cuánto tiempo llevaría la compilación en mi casa antes de que yo la descubriera, ya que su función era meramente la de decoración de unos estantes lacados en tono marrón oscuro (con los que iban fantásticos los tonos de los libros, por cierto). Por ese entonces yo empezaba a devorar todo lo lectoramente comestible a mi paso, así fue cómo les encontré otra utilidad y me topé accidentalmente con mi primera historia lésbica. Aún no había salido del armario, pero tenía claro el llamado, y Beatriz y los cuerpos celestes me vino a confirmar algo que no necesitaba confirmación.

El tiempo no ha pasado desapercibido ni por mí ni por el manuscrito. Casi 20 años después, soy más Cat que Beatriz (a Dios gracias-que ya que nos ponemos echamos el rezo entero-) y la autora se ha convertido en la evidencia perfecta del debate «¿se puede separar a la obra de la artista?»

Pero hay algo que sigue perenne en el tiempo: mi definición de este libro lésbico entrecomillado. Y es que he aquí un kit de la cuestión con muchos interrogantes: ¿Qué es la literatura lésbica? ¿Puede una persona no lesbiana escribir literatura lésbica? ¿La literatura lésbica es, por definición, feminista? Y, para rizar el rizo: ¿Por qué es necesaria esta “etiqueta”?

Como una extraña humana de hoy en día a la que no le gusta ni concibe opinar de todo, me fui a la fuente para contestar todas esas y más cuestiones. Y no había duda de que un buen lugar de emanación literaria y lésbica eran las obras de Elena Flores y Gloria Fortún.

Gloria Fortún es escritora, poeta, traductora y activista feminista. Creadora de la comunidad y taller literario Las Peligrosas, donde comparte toda su pasión por la escritura con otras mujeres. Autora del poemario Todas mis palabras son azores salvajes (Dos Bigotes, 2021). La escritura de Gloria es un impacto directo en todo lo que palpita en el cuerpo, porque «amor a medias, nunca» pero literatura a medias tampoco. Trascendidos los géneros literarios y las normas, bucea en la libertad total con las letras que ordena para nuestro placer y su antojo en Roja Catedral, su primera novela o «poema largo con partes narrativas y partes en verso». Ha participado en compilaciones como Barbarismos queer y otras esdrújulas (Bellaterra, 2017), y es traductora de obras feministas imprescindibles como Cómo acabar con la escritura de las mujeres de Joanna Russ (Dos Bigotes, 2018) o «Amigas». Relatos de amor entre mujeres, del siglo XVIII al XX (Dos Bigotes, 2020), en la que selecciona y traduce los textos junto con Eva Gallud.

Elena Flores es filóloga, poeta y activista LGBT. Autora de Redes (La Calle, 2018), Tránsito (Flores Raras, 2019) y Cábala: Amor (La Calle, 2016), uno de los pocos poemarios que, inyectados en valentía y verso libre, ponen en diálogo la religión y el homoerotismo. Su participación en Locas y Perversas (Egales, 2020) la confirman como una de las voces jóvenes más estimulantes de la narrativa lésbica en Castellano. Aunando sus dos pasiones confesables, Elena es parte de la creación y organización de la II Feria del libro LGBT de Málaga (como integrante de Andalucía Diversidad), a partir de la que surge esta entrevista en la que ambas autoras participan.

Ambas habéis formado parte de una mesa redonda titulada Literatura y activismo: una mirada lesbofeminista del arte de crear. ¿Qué es para vosotras el lesbofeminismo?

EF: Para mí lesbofeminismo es la lucha necesaria que ejercemos las mujeres lesbianas dentro del feminismo que a todas nos acoge. Creo, asimismo, que el lesbofeminismo es parte del inicio de todo, ya que la necesidad de liberarse del yugo masculino era imprescindible para aquellas que, por cuestiones de orientación sexual, no querían tener que mantener relaciones con hombres en ningún caso.

GF: El lesbofeminismo es un movimiento activista y cultural y un modo de vida mediante el cual las mujeres centran sus energías, su deseo y su atención en otras mujeres, sin compararse ni medirse con los hombres.

¿Por qué es importante incluir una mirada lesbofeminista en la comprensión y creación artística?

EF: Creo que nos merecemos que haya contenido cultural que nos represente porque el arte es la forma de expresión más libre, donde nadie te juzga y todas las personas del mundo tienen su propio espacio. ¿Por qué nosotras no íbamos a tenerlo? Y, sobre todo, ¿por qué no íbamos a utilizarlo para reivindicar? Al fin y al cabo, el hecho de que el feminismo lesbiano se transforme en arte solo es un proceso natural para luchar contra la doble invisibilidad que sufrimos las mujeres sáficas.

GF: Porque el canon supuestamente universal del arte y la literatura no es sino un registro de opciones que hicieron quienes tuvieron el privilegio de elegir, que fueron los hombres blancos y heterosexuales. Por tanto, a las mujeres lesbianas nos han robado nuestra historia, nuestro arte, nuestra literatura. Esa mirada es un intento por recuperar los silencios del canon.

¿Cuál es la representación de las mujeres lesbianas que se ha venido realizando en la literatura?

EF: La literatura lésbica es, quizás, una de las más abundantes. Si es cierto que las primeras representaciones de mujeres lesbianas en los libros fueron escritas por hombres. Yo siempre digo que hay que evidenciar cómo en La Celestina ya hay una escena lésbica que se incluye con una normalidad anodina para la época, de ahí en adelante, solo hace falta indagar, porque hay toda una serie de personajes que nos dejan claro que la homosexualidad femenina es más común de lo que nos habían hecho creer.

GF: En la literatura siempre ha habido representación lesbiana, aunque a veces no se ha leído como tal. Leemos bajo determinados parámetros, como el heterosexual. Junto con Eva Gallud, traduje un libro titulado “Amigas” en el que rescatamos relatos animando a leerlos, por primera vez, desde parámetros lésbicos. Es una experiencia extraordinaria.
¿Hay algún cambio respecto a lo anterior en la actualidad?

EF: Por supuesto, ahora no hay que ir mirando con lupa las interpretaciones posibles. Las estanterías de las librerías acogen la literatura lésbica con cierta normalidad. Es verdad que no deja de ocurrir que es más fácil encontrar literatura gay que literatura lésbica, pero ambos ya hemos superado el que se escondan nuestros libros en el fondo del depósito de las bibliotecas y librerías dentro de la sección prohibida.

GF: Afortunadamente, hay muchas más escritoras lesbianas visibles y más personajes de mujeres abiertamente lesbianas.

¿Cuál crees que es la visibilidad de las mujeres escritoras en la actualidad? ¿y de las escritoras lesbianas?

E.F: Aunque sé que la cosa ha mejorado enormemente, sigo pensando que nos queda mucho por conseguir. Quiero creer que esta evolución hacia la visibilidad plena seguirá el camino que está teniendo y que, cada vez más, el arte feminista y el arte lésbico irán más allá de nuestros propios circuitos.

GF: Todavía tenemos mucho camino que recorrer porque sigue vigente ese canon «universal» del que te hablaba antes. Para ser realmente visibles necesitamos desmantelar ese canon y crear otro diferente cuyas pautas no hayan sido marcadas por los mismos de siempre.

¿Cuáles han sido tus referentes lésbicos en tu proceso creativo?

EF: Sé que es muy típico, pero para la poesía, Safo de Lesbos y Gloria Fuertes. Aun así, siempre reconozco que para mí ha sido muy importante el círculo de autoras con las que me he ido relacionando a lo largo de estos años. Son compañeras y amigas, las leo y me emocionan y, en cierta manera, configuro muchas de mis ideas en base a las suyas. Por eso siempre que me preguntan me gusta hablar de Prado G. Velázquez, Mila Martínez, Martha Lovera o Eva Baltasar, que están publicando en estos momentos, pero ya pueden ser consideradas grandes escritoras lesbianas que cumplen el papel de referentes en nuestros días.

GF: Te digo unas cuantas escritoras, aunque hay tantas… Gloria Fuertes, Elena Fortún, Jeanette Winterson, Audre Lorde, Adrienne Rich, Esther Tusquets…

¿Cómo influye tu identidad en tu proceso creativo?

EF: Mi identidad en el proceso creativo lo es todo. La poesía es la escritura del yo, por lo tanto, todo lo que viva, sienta y padezca va a estar reflejado en los versos. Más aún si estoy hablando de amor o activismo, que es lo que más trato en mis libros. Muestro siempre lo que soy, porque no puedo mostrarme de otra manera y el proceso creativo se hace de acuerdo con mi identidad como persona LGBT.

GF: La falta de referentes, pues nos los han usurpado, hace tortuosos el camino creativo de las mujeres, aún más si somos lesbianas. Pero qué delicia al mismo tiempo resulta tener todavía todo por contar.

¿En qué momento comenzaste a ser activista lesbofeminista dentro del mundo de la cultura?

EF: Desde el primer momento. Cuando saqué mi primer libro sobre homoerotismo y Biblia fue toda una declaración de intenciones, ya que no había otra opción que ser activista. Para mí es algo esencial, ya que escribo sobre mis preocupaciones y mis sentimientos, de modo que, aunque son subjetivos, creo que representan bastante bien la agenda que se está llevando a cabo desde los diferentes movimientos sociales en los que actúo, no solo como escritora, sino como activista a pie de calle.

GF: Desde que me comprometí con mi escritura y me presenté siempre ante la página en blanco para poner en el mundo lo que solo yo puedo poner.

¿Por qué comenzó este activismo?

EF: Para mí fue un proceso natural. Siempre he tenido un espíritu muy crítico con lo que me rodeaba y nunca he sabido callarme. Me gusta la idea de poder cambiar el mundo granito a granito, y el activismo es la forma en la que las personas que no tenemos poder podemos generar los cambios que esperamos. Por eso empezó y por eso aún sigo hoy aquí. Me gusta la idea de que la Cultura puede cambiar el mundo.

GF: Porque una vez encuentras a las tuyas, y te unes, e imaginas en comunidad nuevas formas de vivir, ya no hay vuelta atrás. 

El armario de Schrödinger y otros epítomes

Pablo Morterero (@pabloMorterero)

 

A la hora de la resaca de la intensa agenda reivindicativa y festiva de lo que llamamos Orgullo LGTBI+ es bueno hacer resumen de algunas de las certezas en materia de corporalidad, identidad, orientación e intensidad del deseo.

Ordenando que es gerundio:

Con tantas siglas y tantas definiciones va siendo hora de intentar una taxonomía en nuestro campo. Aquí va una.

Todo se inicia con el nacimiento de un bebé, ¿no?. Por eso hay que empezar hablando de corporalidad. Si sus rasgos sexuales corresponde a lo que esperamos de un niño o una niña diremos que es un bebé endosex. Si, en cambio, sus rasgos sexuales no se corresponden a lo que esperamos de un niño o una niña, diremos que es un bebé intersex. Y por aclarar, hay bebés que identificamos como endosex pero durante su crecimiento (pubertad, adolescencia, adultez) descubrimos que ¡oh! han sido siempre personas intersex.

Después de nacer, con casi toda probabilidad crecemos (si somos afortunados ciudadanos de un país avanzado con un sistema público de salud; si naces en EEUU o en un país de África, tus posibilidades se reducen notablemente). Y durante el crecimiento, sabremos si nuestros progenitores, personal sanitario y el Registro Civil, acertaron o no en cuanto a nuestro género. Si acertaron, diremos que somos cisexuales, si se equivocaron, diremos que somos transexuales, o mejor, trans. Y tal vez seamos hombres o mujeres trans, o directamente personas no binarias.

Y más tarde, nos daremos cuenta si sentimos o no atracción erótica o sexual. Si tenemos atracción erótica y sexual hacia personas (las filias y parafilias la dejamos para otro momento), podemos sentirla hacia persona de distinto género (lo que se dice hetero), hacia personas de nuestro mismo género (lo que se dice homosexual, gai o lesbiana) o hacia los dos géneros y aquí entramos en una procelosa senda muy disputada: para unxs eres bisexual si solo siente atracción erótica y sexual hacia hombres y mujeres, y pansexual si sientes atracción erótica y sexual hacia cualquier ser humano (mayor de 16, eso sí) independiente de su corporalidad, identidad u orientación; para otras personas, bisexual lo engloba todo. Como en el buffet libre, tú eliges. Y si no pierdes el tiempo en eternos debates nominales, mejor. Y si los evitas por redes sociales, de matrícula de honor.

Pero si no sientes atracción erótica y sexual hacia ninguna persona, entonces serías asexual, donde, como en todo, también hay grados.

Así que el orden cronológico (que evita tentaciones supremacistas) es: corporalidad, identidad, orientación e intensidad.

El armario de Schrödinger:

Es muy conocida la paradoja del gato de Schrödinger metido en una caja, que la serie The Big Bang Theory se encargó en popularizar hace unos pocos años: hasta abrirla nunca sabremos si está vivo o muerto, y por lo tanto mientras esté cerrada, el gato estará vivo y muerto a la vez. Poco se ha hablado de la misma paradoja pero con personas y su corporalidad, su identidad, su orientación y la intensidad de su deseo.

Toda persona está en principio metida en el armario de Schrödinger. Solemos hipotetizar sobre su corporalidad, su identidad, su orientación o la intensidad de su deseo a partir de elementos externos. Y en muchos casos es un craso error.

A estas alturas, sabemos que nos equivocamos pensando que una persona es hetero porque su relación de pareja sea génerodiscordante (es decir, que uno de los miembros aparente ser un hombre y el otro aparente ser una mujer), porque hemos visto que muchos gais y muchas lesbianas constituían y constituyen relaciones génerodiscordante para no mostrar su verdadera orientación sexual.

De igual manera, nos equivoríamos si pensamos que una persona es homosexual o bisexual (o pansexual) si ha constituído una relación géneroconcordante. Cada uno crea una relación libremente, y por razones que no siempre se basan en la atracción erótica y sexual.

Que tu amigo (o amiga, o amigue) del alma, siempre se haya enamorado y/o enrollado con hombres, y treinta años después se enamora y/o enrolla con una mujer, ni significa que te haga engañado ni significa que haya cambiado. La orientación, como la identidad y el Guadiana, puede mostrarse o no a lo largo de los años. Esa personas (amigo, amiga o amigue) es la misma de siempre, solo una pequeña parte de su enorme personalidad habrá emergido. Alégrate por el, ella o elle.

Que una persona cuya expresión de género es claramente femenina en nuestra cultura (falda por ejemplo) pero que tiene algunos rasgos masculinos, no significa que sea una mujer trans o una persona no binaria. De hecho, existen rasgos de intersexualidad que hacen que los rasgos sexuales secundarios no correspondan ni a la corporalidad ni a la identidad, tal y como la entendemos en occidente, sin afectar con ello a su identidad, que puede ser perfectamente cisexual (es decir, que siente la identidad con la que fue identificada al nacer).

En cambio, si consideramos cisexual a un anciano casado con una mujer, con hijos y nietos, tal vez nos equivoquemos. Porque muchas de las mujeres trans de hace setenta u ochenta años, no llegaron nunca a salir del armario transexual, y han vivido de forma impostada su identidad hasta llegar a la ancianidad.

¡Que quilombo! ¿no?

La cosa va de esto: cualquier persona es endosex e intersex, cis o trans, hetero, homosexual o bisexual (o pansexual), hasta que no verbalice lo que es. Y aún así, es posible que años después se manifieste de forma distinta.

Así que, cari, no seas prejuicioso/a/e, y no vayas repartiendo carnets.

La paradoja del matrimonio homosexual.

Falso. En España no se regularizó el matrimonio homosexual en 2005. Porque desde que existe la institución del matrimonio (al menos allá por los romanos) siempre ha habido matrimonios compuestos por dos personas homosexuales. De hecho, que un gai y una lesbiana se casaran entre sí era (junto meterte a cura -o a monja-, hacerte marinero o dedicarte a vestir vírgenes) una de las opciones menos dramáticas que tenían las personas homosexuales.

De igual manera, un matrimonio de dos personas que se auto-indentifiquen como hombres cisexuales, o mujeres cisexuales, no necesariamente significa que sean homosexuales o bisexuales (o pansexuales). Pueden ser heterosexuales que se han casado porque les ha salido del alma.

Por eso el empeño del activismo de denominarlo “matrimonio igualitario” no es un capricho, sino la necesidad de dejar claro que se trata de dos personas que registralmente aparecen como hombres (o mujeres), y nada más (ni nada menos).

Yo prefiero eso de matrimonio géneroconcordante y génerodiscordante, pero no es cuestión de marear aún más al personal.

La e para visibilizar, la e para invisibilizar.

Vale, hemos tenido la pandemia de la COVID, y ahora la del mono, y parece que también la de la “e”. Pero pongamos un poco en orden la cuestión.

La “e” la empezaron a utilizar las personas que se autopercibían como de género no binario, para diferenciarse de las personas binarias que se consideraban hombres (la “o”) y las personas binarias que se consideraban mujeres (la “a”).

Fue su forma de mostrar al mundo que, a pesar de nuestros prejuicios, existían.

Sé que suena muy moderno, pero si para simplificar el lenguaje, y ahorrarnos aquello de “niños y niñas”, “casados y casadas”, “mecánicos y mecánicas” utilizamos la “e”, no solo les estamos expropiando a las personas no binarias de su patrimonio moral sino además las estaremos invisibilizando de nuevo.

Tú moderna, moderno o moderne. Pero no sin ir robando identidades por ahí.

Conclusio (sin tilde en la ó, que no es catalán sino latín)

Como el ADN, nuestra sexualidad, esa enorme combinación de factores de la corporalidad, la identidad, la orientación y la intensidad del deseo, es única y maravillosa. Y como todo lo nuestro, somos los/las/les úniques/únicas/únicos para definirla, mostrarla u ocultarla.

Acostumbradas/os/es a ser definides/as/os, hemos interiorizado que las personas que no somos personas endosex cisexual heterosexuales también nos asiste el derecho a definir, categorizar e imponer nuestras categorías urbe et orbis. Pero no. Ni les asiste el derecho a ellxs a hacerlo, ni nos asiste el derecho a nosotrxs.

 

Adiós a Juan Andrés Teno, uno de los principales activistas de familias LGTB

 

Compartimos aquí el Adiós a Juan Andrés Teno publicado por Oveja Rosa, que puedes visitar en este enlace. 

Por Marta Marquez

 

Hoy es uno de esos días en los que alguien no quiere escribir un artículo, una noticia. Hoy me siento desolada por la pérdida de una maravillosa persona, de un gran activista, de un maestro, de un gran amigo.

No soy capaz de expresar con palabras cómo mi corazón ayer se rompió al recibir la triste noticia de la partida para siempre de Juan Andrés Teno, ni cómo el ser humano cree tener tiempo siempre. Cada día, como me dijo una amiga desde Brasil anoche, ponemos la alarma para levantarnos al día siguiente porque el ser humano es positivo y cree que siempre habrá un mañana. Pero no lo hay siempre. Es una sutil ilusión que nos hace mantenernos en pie para no derrumbarnos ante la vida y su fugacidad.

Conocí a Juan Andrés hace muchos años ya y, desde el principio, conectamos de alguna manera. Él, un gay con mucho carácter y yo, una lesbiana con mucho que aprender. Confió en mí, me apoyó en los mejores y en los peores momentos, me demostró lealtad (qué bien más preciado), me ayudó siempre en todo momento y contra toda adversidad y aprendí tanto a su lado que no hay palabras para asumir esta pérdida ni para agradecerle cada momento, cada risa, cada llanto o cada rabia a su lado.

Juan Andrés era una persona directa y cabezota. O lo amabas o lo odiabas, sin términos medios. Su carácter decidido y su lucha incansable por los derechos de las familias homoparentales le han convertido en un referente y, también, en alguien que no ha dudado en enfrentarse a quien hiciera falta con tal de expresar aquello que pensaba. Nosotros estuvimos en desacuerdo muchas veces, muchas. Sin embargo, nunca jamás se enfrentó a mí, nunca discutimos, nunca jamás. Porque entre nosotros había algo especial, una conexión, un respeto, una amistad que traspasaba distancias y diferencias. Gracias por tanto.

Coordinador de familias de la FELGTB, mi querido vicepresidente en Galehi, ponente maravilloso en centros educativos, jornadas, empresas y en todo lugar donde se le llamase. Siempre acudía en apoyo y defensa de nuestras familias. Malagueño orgulloso, padre enamorado de su precioso hijo, Tristán, y marido de su increíble marido, Tomás. ¡Qué familia tan bella!

 

Adiós a Juan Andrés Teno

Por Julián Guerra

 

Era muy jartible. Sé que empezar un obituario así es políticamente incorrecto, pero qué jartible era. Y nadie más políticamente incorrecto que él. Pero tenía motivos para serlo, políticamente incorrecto y jartible. Porque estaba harto de palabrería que no se traducía en mejoras reales y sabía que la no complacencia a las clases dirigentes es lo que verdaderamente les pone las pilas, que destapar las vergüenzas de un sistema que invisibiliza a las minorías es la mejor manera de que, si no despiertan los que mandan, al menos despierten los que demandan. Y así era su activismo: fuerte, enérgico, constante y jartible.

Tanta dureza ocultaba una ternura inmensa. Los que lo conocíamos bien lo veíamos derretirse de amor por su niño, Tristán, y soñar con darle un hermano. Adoraba y admiraba a su hijo, y su lucha no tenía más sentido que construir un mundo nuevo y bueno para él. De paso, nos aprovecharíamos las demás familias homoparentales de su brío y su infatigable trabajo por las familias: dando charlas, escribiendo artículos, creando materiales… Estaba obsesionado por hacer feliz a su hijo. Por eso quienes se quedaban con su imagen combatiente y feroz se perdían su faceta dulce, amorosa y divertidísima.

Se nos ha ido Juan Andrés Teno, la voz más grave y potente del activismo de familias LGTBI. Hace unos días me mandó un audio, que ahora escucho estremecido, en que me decía, con la voz débil de los últimos días, que seguiría luchando por la misma causa mientras tuviera fuerzas. Y ahora reflexiono sobre sus palabras y me doy cuenta de que sí que seguirá luchando, porque la fuerza nos la supo transmitir a los que le rodeábamos y que lucharemos en su nombre para que las familias LGTBI tengamos nuestro sitio, para que se nos vea en los libros de texto, para que se nos considere en los planes educativos y formularios, para que tengamos presencia en libros y películas, para que los niños, niñas y niñes (como siempre decía para cabrear a este filólogo recalcitrante que soy) que están y los que vendrán vivan en un mundo mejor. Y para que la voz de Tristán, el preadolescente que ya no verá crecer, sea escuchada. Porque su empecinamiento en los últimos tiempos era ese: que nos dejásemos de acaparar los discursos los adultos hablando de los menores y les dejáramos opinar directamente a ellos, que son los protagonistas de todo.

Querido Juan Andrés: Mi familia tiene ahora un nudo que se convertirá en un hueco. No hay consuelo para tanto dolor. Tu familia es mi familia. Tristán es como un hermano para Martín, nuestro hijo. Y a Tomás lo vamos a cuidar y querer todo lo que podamos. Ten por seguro que te recordaremos en cada reivindicación, en cada manifestación, que nos vendrá el soniquete de tu voz cuando tengamos que enseñarle los dientes a quienes nos agreden o menosprecian, que tu fuerza queda entre nosotros para que en este mundo que has dejado cada vez se aprecie más el amor. En cualquiera de sus formas. Porque, al fin y al cabo, tu mensaje era potente porque era sencillo: actuemos por amor.

Ese amor inmenso con el que un padre miraba a su hijo.

Hasta siempre, amigo.

 

No han muerto, están llenando [+] los espacios.

Por Daniel Cortez Abreu (@doctokind)

 

Estoy indetectable, pero tengo la carga social por las nubes
Camila Arce (Argentina)

Supongo que el fantasma que recorre el activismo sobre el VIH y el sida es la creencia de que les artistas que hacen de este una pieza central de su obra han muerto o son cosa del pasado. Para el Norte Global, el VIH y el sida se insertan en una narrativa parcialmente ajena, como peligro acechante que ha calado en su propia cronología histórica que, no obstante, se mantiene enterrada hasta que los discursos de ciertos grupos, partidos políticos y organizaciones la “reavivan” alzando el estandarte del peligro social y biopolítico. Más allá de eso, hablar de la cotidianidad de lo que significa vivir con VIH y de sida con frecuencia sigue sin trascender a los medios de comunicación y si algo ha caracterizado a la historia del activismo del sida desde sus inicios ha sido el uso del arte para visibilizar y reivindicar el valor, la lucha y los derechos de las personas que viven con VIH. El artivismo – el arte como forma de activismo– es tan característico de la historia de la epidemia como los avances biomédicos. En ese sentido, tanto la prensa como la televisión fueron canales especialmente reclamados para visibilizar la acción callejera, aún durante el profundo silenciamiento tras el estallido de la epidemia en la década de los ochenta. Hoy en día el silencio que generalmente cubre al virus se mantiene perpetuado gracias a la ausencia crónica de este en las conversaciones y piezas informativas. Y resulta muy irónico cuando tomamos en cuenta que la infección, en muchos territorios con gran acceso a recursos biomédicos avanzados, ha alcanzado el paradigma de la cronicidad. El VIH en España es una infección crónica e intransmisible, siempre y cuando se garantice el acceso y la buena adherencia al tratamiento antirretroviral (TAR). Con la aparición de un tratamiento combinado de distintas moléculas que mostraron gran eficacia farmacológica durante los últimos años del siglo pasado, la situación de las personas con viven con VIH en España ha cambiado de manera radical desde entonces. Si bien la mejora de los tratamientos biomédicos es innegable, el cambio social se da lentamente. Y ya ni que decir de la narrativa imperante sobre el VIH y el sida, que en el Norte Global parece que ha quedado anclada en aquellos años. Incluso con el cambio de paradigma biomédico, que solo ha ocurrido en algunos territorios, les artivistas del VIH y del sida han desaparecido de la mirada pública y escasamente se recurre a elles para rescatarles como archivo histórico –cuando es posible–. Así, frecuente muchos historiadores, escritores, periodistas, guionistas, académicos, divulgadores y, en fin, un montón de personas que siguen asumiendo esa narrativa, son las que frecuentemente pretenden escribir nuestras historias, pero sin nosotres, son quienes esquivan la mirada y evitan compartir los mismos lugares donde nosotres también seguimos existiendo.

No obstante, tenemos la ventaja de contar con Internet como herramienta, en donde las redes sociales nos han permitido observar y acceder al contenido de lo que pasa en y desde distintas coordenadas geográficas en las que por cierto, el vivir con el VIH no es, ni una esencia, ni una experiencia unívoca ligada al deseo y las practicas sexuales, así como tampoco a la imagen hegemónica cisgay masculina y blanca. Allí no existe una narrativa, expresión o discurso lineal, concreto y único. Descubrimos una ventana que nos muestra a les artistas cuya obra tiene al VIH y al sida como temática principal y que siguen con más vida que nunca –con VIHda, como diríamos en ciertos espacios–. Sus producciones artísticas abordan narrativas mucho más amplias, complejas y rescatan la posibilidad de humanidad, con todas las contradicciones y dificultades que genera. Expresan múltiples discursos que se entiende como lo periférico, comparten en común el vivir en territorios del Sur Global o habitar cuerpos invisibilizados, son disidentes de la norma social y aunque están marcades por el estigma social del diagnóstico, también muestran las heridas que dejan otros. Todo lo anterior es lo que hace su producción artística tan valiosa.

No es una casualidad que, justamente hace unos días, el artista Jorge Bordello (@jorgebordello) abordará está cuestión comentando en sus redes sociales que “en nuestra comunidad [de quienes viven con el VIH] hay personas ignoradas de manera sistémica: personas verticales, trans, migrantes, amas de casa y madres, trabajadoras sexuales, indígenas, afrodescendientes, infancias…” y agregaba de manera contundente “cada proyecto que les ignora por no tenerles en acceso inmediato vía correo es un proyecto que ensancha su brecha”. En su discurso Jorge expresa la inquietud y la molestia que genera, tal como me ha ocurrido personalmente desde hace tiempo, la visibilización del artivismo del VIH y del sida, e incluso de los diagnósticos en sí, como algo pasado, de artistas muertos o en penurias y contados por otras voces, como si no existieran. El mismo Bordello expone que incluso la institucionalidad de la gestión cultural genera espacios que parecen estar hegemónicamente controlados por personas que de manera consciente o inconsciente, niegan nuestro agenciamiento y nuestra capacidad para expresar y narrar nuestras historias. Y nada más alejado de la realidad…

Y es que, desde la ilustración digital, por ejemplo, es posible encontrar a artistes como Saúl de León (México) y Lucas Núñez (Chile) quienes expresan su realidad atravesada por los cuidados comunitarios, la temporalidad farmacológica, la racialización y lo no binario, reflejando la multiplicidad de nuestras vidas. Han coincidido en exposiciones junto a Rosana Linari, artista textil argentina, que desde el transfeminismo trastoca el lenguaje visual y lo vuelve bichoso a través de sus acertadas puntadas. Personalmente considero casi imprescindible revisar la obra y atender al discurso de Camila Arce, también artivista argentina, con un largo y nutrido recorrido sobre la vihda de las personas verticales –personas que han nacido con el VIH– cuya reivindicación constante sobre las infancias verticales, la crianza, la hegemonía sexual y el cuestionamiento de la seronorma es profundamente motivador. Incluso cuando nuevas formas del vivir con VIH se nos pretenden imponer, Camila reclama: estoy indetectable, pero tengo la carga social por las nubes en una de sus publicaciones de Instagram. Con esta forma tan contundente, también Juan Coronel, artivista marica expresa: “busco que mi obra se expanda como un virus que viene a destruir estigmas y corromper la moral” en un statement al que se accede a su perfil de Instagram, donde el rojo rutilante, los fármacos y la identidad marica son elementos clave de su producción visual. En Norteamérica es posible encontrar referentes jóvenes como Kia LaBeija, artista y activista vertical del VIH, quien incluso ha sido bailarina principal de la serie POSE de HBO y quien ha participado en una residencia artista en España en el marco de ARCOMadrid 2020.

Algunes han podido aprovechar las convocatorias de la Visual AIDS  (en inglés), que es mucho más que un archivo histórico potentísimo del artivismo del VIH y del sida, tanto en EE.UU como en el resto del mundo. Incluso en Europa pueden encontrarse grupos cuya producción artística contempla una narrativa más transversal y actual, como las del colectivo artístico italiano Conigli Bianchi  que incluye también a performers y cantantes, además de activistas, diseñadores e ilustradores. Volviendo a México, encontramos a la red Mueganxs de la que he hablado en otra ocasión.

Todes les artistas que se han mencionado cuestionan el paradigma de la cronicidad de la infección y van mucho más allá de la crítica al complejo médico industrial. Muestran al bicho, desde múltiples ángulos, reivindican la cura, reclaman la resistencia, los cuidados, la autopreservación, el placer, los cuerpos raros, manchados y marcados, la vida fuera del binarismo, un artivismo diverso y antirracista, que no deje a nadie fuera. Son narrativas alternas que nos dicen que vivir con VIH no es una experiencia ajena, sino inserta dentro de nuestra comunidad, agregada en nodos pero conectada en una amplio tejido social que inunda muchísimos cuerpos. Coincido en que les artivistas del VIH y del sida no han muerto: están llenando los espacios, pero… ¿a dónde, desde dónde y a quiénes ves tú?

Nota. A continuación, dejo una lista de los nombres de los perfiles de Instagram de les artistas y artivistas mencionades –sin orden específico–, para hacer posible el acceso y consulta de su obra:
Camila Arce (@sidiosa)
Jorge Bordello (@jorgebordello)
Rosana Linari (@ro_textil)
Saul de León (@sauldl)
Kia LaBeija (@goodnight_kia)
Mueganxs (@mueganxs)
Lucas Nuñez (@lucasnunezsv)
Juan Coronel (@ju4nc0r0nel)
Conigli Bianchi (@coniglibianchi)

 

‘La Cura’ (2022). Resina, arcilla y esmalte UV, del artista Juan Coronel. Fotografía de Guadalupe Fassi.