Por Mané Fernández, coportavoz de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) y experto en Políticas Trans.
Hace ya 31 años que un joven de 22, con muchas ilusiones, salía de Chile, su tierra natal, para vivir su realidad desde la libertad y el respeto, libertad y respeto que en su país le eran negados.
Ese joven dejó atrás muchas cosas: su familia, sus amigos, su seguridad, un modo de vivir cómodo pero no libre para cumplir su sueño.
La salida de su país estuvo marcada por muchas esperanzas. La visión desde la ventana del avión de la majestuosa cordillera de los Andes le hacía pensar que saltaba un muro, dejando atrás un baúl lleno de piedras que le hacían muy difícil el caminar; las lágrimas que salían de sus ojos tenían dos razones, una, la tristeza de lo que quedaba atrás, y la segunda, la alegría de lo nuevo por encontrar.
Al llegar al destino y después de la emociones de la aventura del viaje, ese joven se dio cuenta de que su baúl se convertía en una mochila. Grande, pero mochila, y todavía portadora de algunas de esas piedras. Las cosas no iban a ser fáciles, ni se las iban a hacer fáciles. Pero no se podía mirar atrás, aunque las fuerzas muchas veces fueran pocas.
Si en su tierra natal el miedo fue su compañero de viaje, aquí, en su nuevo país, la soledad se hizo su mejor amiga y, a veces, su mejor amante. Aprendió que los espacios de seguridad de su niñez ya no existían, no estaba el brazo protector de sus padres, ni la palmada en la espalda de sus amigos de la infancia y la adolescencia. La búsqueda de estos elementos en su nueva vida no fue fácil, las ilusiones que traía le hicieron pensar que podría vivir manifestando abiertamente su identidad real, pero pronto recibió un bofetón de realidad que le dijo no. Las ilusiones son eso y nada más.
El tiempo, la madurez y el apoyo incondicional de mucha gente (aunque el mejor respaldo que pudo tener fue el de él mismo; su fuerza, sus ganas de ser quien era y de vivir su realidad en libertad) hicieron que decidiera algo fundamental, tomar plena conciencia de que si no era él quien luchara por su propia realidad y su propia vida, nadie le iba a regalar nada. De esa manera, se involucró de lleno en esto que llamamos activismo trans, y lo convirtió en una experiencia vital que le permitió, por un lado, encontrar a iguales, y por otro, por fin poder gritar al mundo “no estoy solo, somos una marea”.
En ese momento empezó a comprender que las cosas en la vida merecían la pena, al final tendría que dar gracias por ser quien era, y por su lucha. Ahora, visto el pasado desde la perspectiva de un adulto, ese joven que un día 17 de mayo de 1986 (precisamente un 17M) salió de Chile para entrar un día 18 de mayo de 1986 en España, y ya hoy viviendo como el hombre que es, el que siempre sintió ser, da las gracias a su realidad porque es consciente de que ha tenido la suerte que muchas otras personas no van a poder tener nunca en su vida. Gracias a su realidad y sus vivencias ha podido crecer como ser humano, y ha podido pasar por esta vida no como uno más, sino como una persona única en su diversidad, sus miedos y sus logros.
Esta historia puede ser la de cualquier persona LGTB pero lo cierto es que es mi historia. Historia que en algunos momentos me hizo sufrir y, es más, renegar de quien realmente era. Lo fácil hubiera sido seguir en mi armario de cristal, en mi espacio de comodidad y seguridad, pero la pregunta siempre rondaba mi cabeza: ¿Qué gano con eso? La respuesta siempre se imponía: al contrario, pierdo, solo perdemos. Nos perdemos entre lo que el resto opina sobre cómo tenemos que ser, y la verdad es que no podemos perder la esencia de nuestra diferencia, esa diferencia es la que nos hace grandes como personas, y tenemos que disfrutarla desde la libertad y la alegría.
Por todo lo que he contado y para que no existan más jóvenes ni adultos, que tengan que dejar atrás espacios propios, pensando que poner tierra de por medio nos va a hacer más libres, o nos permitirá vivir nuestra manera de amar o nuestra identidad desde la libertad que el resto de seres humanos tienen, se hace necesario trabajar codo a codo para que los derechos del colectivo LGTBI sean reales al fin.
El día 4 de mayo se registró en el Congreso de los Diputados una proposición de Ley que desgrana los mecanismos para hacer efectiva la igualdad real y trabajar contra cualquiera de los innumerables tipos de LGTBIfobia existentes. Son muchas las personas y organizaciones que han acompañado a FELGTB en este trabajo y camino hasta llegar a ese reciente 4 de mayo, pero también somos conscientes de que también son muchas las que nos quieren poner piedras en ese camino.
Ahora, el Congreso debe realizar su trabajo, con todos los grupos parlamentarios remando en una misma dirección, desde la calma, el diálogo y el rigor. Espero y deseo, que el borrador presentado por el movimiento LGTB sea mejorado, pulido y perfeccionado para que se convierta en la Ley que la Igualdad social necesita. La Ley que nos haga avanzar para que en el día de mañana, nadie más tenga que recordar su pasado con el dolor del exilio o el tiempo perdido.