¿Día Internacional de la Familia?

Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

III Encuentros de Familias Homoparentales (2011)/ Foto: FELGTB

En 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama el 15 de mayo como Día Internacional de las Familia en un intento de promover la concienciación y un mejor conocimiento de los procesos sociales, económicos y demográficos que afectan a esta estructura clave de la sociedad internacional.

Este año, en 2017, la conmemoración se centra en:

resaltar el papel que juegan las familias, en las políticas orientadas a las familias, en el fomento de la educación y el bienestar de sus miembros, en particular, la educación infantil y la formación continua para niños y jóvenes.

La celebración también tiene por objetivo, según revela Naciones Unidas,

fomentar el debate acerca de la importancia de «los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible y la adopción de estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible».

Es paradójico que desde la organización de mayor prestigio internacional se sostenga este discurso, por lo demás loable, cuando solamente son 36 los países en los que es posible la unión de personas del mismo sexo, ya sea a través del matrimonio o mediante uniones civiles. Y si ya es muy reducido el número de países que permiten que dos personas del mismo sexo puedan tener una vida en común (el 18,5% de los estados de la ONU), este porcentaje se reduce aún más si se contempla la adopción, bajando hasta el 14% de los 192 de los países pertenecientes a Naciones Unidas.

Son una multitud las personas LGTB a lo largo y ancho del planeta que este año no podrán secundar este llamamiento internacional ya que en sus países no se les permite no ya formar una familia. En muchas ocasiones son perseguidos, denostados, encarcelados o asesinados por el simple hecho de amar y de ser diferentes.

Se puede adoptar una actitud complaciente desde la azotea privilegiada de un país europeo como España donde, desde hace 12 años, el matrimonio igualitario es una realidad y sí es posible formar unidades familiares. Y con ello se caería en la más insolidaria de las acciones de vida. Bastaría con solo cruzar una de nuestras fronteras para encontrar a lesbianas, gais, bisexuales o transexuales en las cárceles o, sin salir de Europa, comprobar que hay campos de concentración para hombres gais y bisexuales en un lugar llamado Chechenia.

También se podría pensar que, en este nuestro país democrático, está todo conseguido y que las personas LGTBI gozan de las mismas oportunidades que el resto de la población,  que ellos y sus familias viven una normalización idílica. Hace sólo 2 semanas se registró en el Congreso de los Diputados una Ley de Igualdad LGTB, una norma que protegerá a estas personas y a su entorno familiar, una ley de rabiosa necesidad por que día a día venimos comprobando que los derechos legales no se han traducido aún en derechos reales. Las leyes se promueven porque hay que proteger derechos, ésta lo hará con la comunidad LGTBI y lo hará especialmente con sus familias.

Y es en nuestra realidad más próxima donde es más necesaria la conmemoración de días internacionales como el que hoy nos ocupa, porque podemos reivindicar en nombre de quienes no pueden hacerlo en otros países y porque para ser futuro es necesario no olvidar el pasado de donde venimos. Un pasado en el que a las personas LGTB se les intentó burlar lo mas preciado, la dignidad, arrebatándoles algo consustancial a su esencia humana: lo familiar.

Los gais, las lesbianas, los transexuales no es que no pudieran ser maridos, mujeres, madres o padres, es que no eran buenos hijos por poner en situación de peligro social a sus progenitores; no eran buenas hermanas y hermanos, tíos, sobrinas… Se nos ha estado arrebatando la posibilidad de ser queridos y considerados por nuestro entorno más cercano como un elemento más de la estructura familiar, silenciándonos, ocultándonos, negándonos la capacidad de dar y recibir amor.

La bestia homófoba (LGTBIfóbica) no cesa de rugir porque lesbianas, gais, bisexuales y transexuales le hemos arrebatado algo que creía de su única y  exclusiva propiedad: la familia. Los sectores más reaccionarios de este país intentan atacar a nuestros maridos y a nuestras mujeres, a nuestras hijas y a nuestros hijos sacando lenguas de odio y fuego que, bajo falsas premisas de moralidad o teorías pseudicientíficas, ponen en dura nuestro papel en la parentalidad.

Sin embargo, tanto la cotidianeidad como las investigaciones científicas han puesto de manifiesto algo que nosotros ya sabíamos (porque emanaba desde lo mas profundo de nuestra conciencia y desde lo más cercano de nuestros corazones): todas las familias son iguales, no importa quienes las integren sino los lazos que se tejan entre sus miembros.

Por ello es necesario salir a las calles y visibilizar nuestra normalidad, gritar la felicidad que nos hace posible ser y mantener en alto la advertencia de que queremos los mismos derechos que el resto de la  población en todas las acciones que rodean nuestra cotidianeidad.

Señoras y señores de la caverna, somos madres, padres, maridos, mujeres, hermanos, tías, sobrinos, abuelas… y lo somos con la certeza moral absoluta de ser tan dignos y válidos como lo son ustedes; bueno, igual no, desde nuestro ámbito no intentamos invalidad su realidad por que creemos firmemente el valor integrador de la diversidad.

Por todo ello, las familias homoparentales (personas LGTBI con hijas e hijos) saludamos y celebramos este Día Internacional y lo hacemos de la mano de las familias nucleares, las monoparentales, las adoptivas o acogedoras, las multiétnicas, las numerosas, las reconstituidas, las de progenitores separados…

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