Por Alex Dorado (@DoradoAlex)
Tras un atentado terrorista siempre circula el que Eduardo Salles ha llamado “Mapamundi Trágico”, que hace una irónica medición del luto occidental por los atentados en virtud del lugar donde éstos ocurren.
Cuando se mata en un país de primera, en París, Bruselas o Nueva York, el atentado cubre las portadas de nuestros periódicos durante días. Las televisiones desplazan sus equipos al lugar de los hechos y apagan nuestra sed informativa con programas especiales y conexiones en directo. Nuestros políticos hacen épicas declaraciones sobre nuestras libertades, porque “nos atacan a todos y a nuestra forma de vida”. Artistas gráficos crean diseños que compartimos en redes sociales, ponemos el filtro con los colores de la bandera del país en nuestra foto de perfil de Facebook y nos enzarzamos en intensas discusiones virtuales sobre lo acontecido.
Cuando el atentado se perpetra en un país de segunda, aparece en la sección de internacional del telediario de las tres y las televisiones llaman a un turista ocasional que esté de paso para que nos cuente cómo se ha vivido la tragedia de primera mano. Nuestros políticos envían un mensaje de solidaridad tras el Consejo de Ministros. Compartimos la noticia con un emoticono triste en as redes sociales: 🙁
Cuando el atentado es cometido por Boko Haram en Chad, ¿dónde está Chad?
Todo esto tiene que ver, por supuesto, con la empatía, con la capacidad de ponerse en la piel del otro. Lamentablemente, es más fácil ponerse en el lugar de un francés acribillado a balazos en un café parisino que en el de una madre chadiana quemada viva en una aldea del Sahel. Sin empatía, no hay solidaridad, por eso es tan importante cultivarla.
El pasado fin de semana, tras el atentado homófobo de Orlando y sus reacciones posteriores, hemos podido poner a prueba una vez más la validez del Mapamundi Trágico de Salles.
Sorprendentemente, y a pesar de haber ocurrido en EE.UU, el ataque homófobo ha pasado ya a un segundo plano y no ocupa las portadas de los periódicos. Nuestros líderes han hecho breves declaraciones centradas muchas veces en los peligros del yihadismo y muy pocas en los de la LGTBfobia. No he visto demasiada repercusión en la redes sociales y muy pocas fotos de perfil con la bandera multicolor.
¿Qué ha pasado para que la mayor matanza en EE.UU desde el 11-S haya pasado sin pena ni gloria?, ¿qué ha podido producir ese quiebro en la empatía para que el país de Obama sea tratado como un país de segunda? El ataque ha ocurrido en EE.UU, sin embargo, parece que los maricones somos moldavos.
Siendo sincero y sin querer siquiera entrar a debatir sobre la forma en la que muchos medios están cubriendo el ataque, centrándose en quién era el verdugo –musulmán-, en vez de en quiénes eran las víctimas -lesbianas, transexuales, gays o mariliendres, tengo que decir que no he sentido la ola solidaria que esperaba. Lo expreso con amargura: creo que no se ha empatizado lo suficiente con nosotros.
El ataque ha sido contra la comunidad LGTBI, por ser quienes somos, y no he percibido ese espíritu de “nos atacan a todos y a nuestra forma de vida” por parte del resto de la sociedad. No estoy sintiendo ese abrazo, esa sensación de abrigo.
Está muy bien que alcemos la bandera tricolor cuando se asesina a sangre fría a alguien con quien compartimos gran parte de nuestra cultura, nuestros valores y nuestra ciudadanía. Pero esta vez parece que se ha olvidado que nosotros os servimos el café, somos la profesora de vuestros hijos, el cabrón de vuestro jefe, tu compañera de clase, el actor de vuestra serie favorita y aquel que se cruza contigo todos los días en el metro.
También es verdad que exhibiendo una bandera francesa lo máximo que se podría pensar de alguien es que es francés, pero haciéndolo con una bandera arcoíris podrían confundirle a uno con un maricón o con una lesbiana. Y la empatía tiene un límite.
Puede que me equivoque y que esto sólo evidencie hartazgo: ha habido muchos atentados y nos hemos envuelto ya en demasiadas banderas. O puede que nos muestre el trabajo que queda por hacer para lograr nuestra aceptación plena y en igualdad de condiciones, para la creación de ese vínculo empático y fuerte que haga que un golpe contra nosotros, gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, sea sentido como propio por el resto de personas con las que convivimos, por el resto de la sociedad.
De cualquier manera, y mientras tanto, trăiască imperiul gay!