Por Lucía Rodríguez Sampayo (@rs_lucia)
Empezamos el año en 1decada10 con una noticia de esas que te rompe por dentro: los que odian agredieron a una mujer por su identidad. Era la tercera noticia de este tipo en dos semanas, y a fecha de hoy ya van siete.
Madrid se despertó triste aquella mañana al constatar que el odio sigue campando a sus anchas. Afortunadamente, Madrid también está lleno de gente que rechaza esa violencia y sale a la calle a decir: Amiga, estamos contigo; pelearemos para que no vuelva a ocurrir. Ninguna agresión sin respuesta, ninguna respuesta que no sea un NO contundente y colectivo.
En El Salvador terminamos 2015 con 48 asesinatos a personas LGBTI, y en solo 15 días de 2016 ya contábamos 5 personas muertas por la violencia que nace del odio. Ya nos cansamos de contar. Son demasiadas personas vapuleadas, insultadas, violentadas; demasiadas vidas robadas.
La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos sigue insistiendo en la necesidad de mejorar la investigación de estos delitos y la atención a las víctimas y a sus familiares; de garantizar de verdad el derecho a la vida y a la justicia de la población LGBTI, especialmente de las mujeres trans; de terminar de una vez con la impunidad, la inseguridad, la ausencia de derechos y de justicia.
Y a pesar de eso, la opinión pública mayoritaria sigue sin decir nada. Quizás leen las noticias y sienten lástima; quizás los periódicos hablan cada día de demasiadas muertes; quizás sea su forma de protegerse. Pero son demasiadas las personas y las instituciones que no hacen nada, que miran a otro lado. Y son muy pocas las que levantan la voz y dicen basta.
El día 15 de enero contábamos 5 asesinadas más, y un par de días después se organizaba un encuentro para debatir si la sociedad salvadoreña está preparada para la diversidad sexual. Fue un encuentro pequeño, entre conocidas, sin repercusión pública. Pero no es eso lo que llamó mi atención. Fue la pregunta: ¿Cómo se prepara una persona, una sociedad para la diversidad sexual? ¿Qué significa estar preparada?
No es la primera vez que escucho la pregunta, ni respuestas que argumentan que somos una sociedad muy conservadora, muy religiosa; que hay que tener paciencia, pues son temas que por el momento no se pueden abordar. Pero mientras esperamos, demasiadas mujeres y hombres tienen que resignarse a vivir con miedo.
Me pregunto si somos realmente conscientes de lo que implica ese “estar preparados”. Si entendemos que “prepararse” es algo así como determinar en qué momento vamos a consentir que quien es diferente tenga derecho a ser. Me pregunto quién nos ha dado el poder de decidir si se respeta o no el derecho de vivir la vida que la otra quiere, la que desea, la que puede tener, la que la hace feliz.
Me pregunto si nos damos cuenta de que “prepararnos” supone no querer reconocer el mismo valor a la identidad propia que a la ajena, mantenernos en el lugar seguro que el sistema ha construido y dejar para quien es diferente poco más que migajas. Supone no tener el valor de reconocer y renunciar al privilegio heterosexual, cisexual y cisgénero.
Si no estamos preparados, ¿dónde quedan los derechos, la dignidad, la vida?
Quisiera hablar de leyes, de políticas, de avances. Y me enorgullece poder hablar de luchas, de compromisos, de valientes. Pero, por el momento, es la lucha de unas pocas contra un gigante que sigue pensando si está preparado o no para respetar la vida que cada persona decide vivir.