Por Enrique Anarte (@enriqueanarte)
Bruselas, como sinécdoque del proyecto comunitario europeo, es a menudo un cóctel de contradicciones. Un vistazo a las diferentes informaciones que nos llegan sobre aquello que se gesta en las entrañas de la Unión Europea pone de manifiesto la confluencia de tantos y tan diversos intereses, expectativas y realidades y la dificultad de dejar a todas las partes con buen sabor de boca: en un mismo día, las instituciones europeas pueden ser el villano más ruin, el diplomático más hábil pero menos idealista o el abogado de las libertades y dignidades más comprometido.
Pese al abismo abierto entre Bruselas y gran parte de la ciudadanía europea, que todavía no ha interiorizado la dimensión comunitaria de la política y elude participar de ella (por ejemplo, en las elecciones europeas), la influencia de la UE en la política nacional está creciendo, sobre todo a raíz de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2009. A trompicones y a diferentes velocidades en diferentes ámbitos, pero sin visos de revertirse esta tendencia, por mucho que los rebrotes euroescépticos y eurófobos pareciesen indicar lo contrario.
La defensa y protección de los derechos humanos de las personas LGTBI (lesbianas, gais, transexuales e intersexuales) no es una excepción. Nuestro país, a pesar del conservadurismo al que se aferran ciertos sectores sociales y políticos, es (o al menos lo fue) un referente europeo en cuanto a la defensa de la diversidad sexual y de género. Nuestro desarrollo legislativo se ha adelantado al compromiso de Bruselas con los derechos LGTBI, lo cual podría explicar que hayan pasado desapercibidos algunos de los múltiples instrumentos proactivos desarrollados para actuar dentro y fuera de las fronteras de la Unión.
Quizás uno de los focos menos conocidos de este activismo institucional sea el Intergrupo del Parlamento Europeo sobre Derechos LGTBI. Los intergrupos son estructuras de organización informales que reúnen a eurodiputados de diferentes grupos políticos, quienes los utilizan como foros de debate o instrumentos de concienciación de la opinión pública. No se trata de órganos oficiales ni representan la opinión de la Eurocámara sobre las cuestiones que se abordan, pero permiten un enriquecedor intercambio de opiniones entre representantes de diferentes sensibilidades políticas.
En la actualidad, según su propia página web, el Intergrupo sobre Derechos LGTBI está compuesto por 152 eurodiputados, estando representados casi todos los grupos políticos y 23 de los 28 Estados. Es por tanto el más grande de los 28 intergrupos que alberga Parlamento Europeo, dedicados a cuestiones tan diversas como los derechos de los niños, las zonas rurales, el deporte o el Sáhara Occidental. 16 de los miembros de este Intergrupo son españoles: Marina Albiol (IU), Beatriz Becerra (UPyD), Izaskun Bilbao (PNV), Rosa Estaràs (PP), Santiago Fisas (PP), Iratxe García (PSOE), Eider Gardiazábal (PSOE), Esteban González Pons (PP), Sergio Gutiérrez (PSOE), Josu Juaristi (EH Bildu), Javier López (PSC), Gabriel Mato (PP), Lola Sánchez (Podemos), Jordi Sebastià (Compromís), Josep-Maria Terricabras (ERC) y Ernest Urtasun (ICV). Presiden el Intergrupo la veterana activista ecologista, feminista y LGTBIQ+ Ulrike Lunacek, del Partido Verde Austríaco, y Daniele Viotti (Partido Democrático italiano), quien también tiene a sus espaldas una reconocida trayectoria activista en su país.
Son muchos los aspectos en los que un foro como este, pese a las limitaciones que presenta, puede servir para tender puentes entre grupos políticos con ideologías tan visibles. No hay que olvidar que el compromiso de defensa y promoción de los derechos humanos de la UE comprende la prohibición de cualquier tipo de discriminación por razón de orientación sexual o identidad de género. De esta manera, las instituciones bruselenses se han ido dotando progresivamente de instrumentos para combatirla. Cierto es que el odio, la discriminación y la violencia todavía perviven en muchos Estados miembro, pero esto ha allanado el camino en la batalla abierta por la igualdad. Cabe destacar, por ejemplo, la relevancia de la incorporación de estas cuestiones en la política exterior de la Unión.
El Intergrupo ha establecido tres grandes áreas para su acción: el control del trabajo de la UE (especialmente de la Comisión, de manera que se cumpla con la obligación de abarcar los derechos LGTBI), el monitoreo de los derechos humanos del colectivo (en países miembros, candidatos, vecinos…) y el establecimiento de vínculos con la sociedad civil. No olvidemos que, desde hace algunos años, la acción interior y exterior comunitaria debe implicarse forzosamente en esta dimensión de la desigualdad. Que los representantes de la ciudadanía europea en Bruselas puedan seguir de cerca el cumplimiento de esta tarea contribuye a crear una suerte de legitimidad democrática que muchos echan a veces en falta en estos despachos.
Como es lógico, el papel del Intergrupo sobre Derechos LGTBI no es ni será tan relevante como el de las instituciones que deciden el devenir del proyecto europeo. Resulta esperanzador, no obstante, que un foro de esta naturaleza se haya articulado en torno al compromiso con los derechos humanos de las personas LGTBI, al margen de ideologías y partidos políticos. Otra cosa es, claro está, que ese compromiso se haya trasladado o vaya a trasladarse al plano nacional y a la acción local de esos partidos. Aquí, por experiencia, sabemos que es en casa donde muchos sacan lo peor de sí mismos.
Puedes seguir la actividad del Intergrupo sobre Derechos LGTBI del Parlamento Europeo en su página web o sus cuentas en Facebook y Twitter.
¿Obligaciones, no? ¿Solo defensa y derechos?
Y las parafernalias que montan y las exigencias infundadas por un grupo.
Todo el mundo tiene derechos, pero cada uno tiene que estar en el lugar que le corresponde
18 enero 2016 | 12:18