Por Nayra Marrero (@Nayramar)
Después de que la FELGTB lanzara su maravillosa campaña #ConLaVozBienAlta, con su cámara oculta y el buen rollo que desprende la gente, he leído varios comentarios que dicen defender el derecho del supuesto dueño del hostal a ser homófobo. Por supuesto no lo llaman así, pero dicen que uno en su establecimiento, en su empresa, puede hacer lo que considere.
He leído argumentos como que si tú quieres que tu restaurante esté dedicado a familias, puedes evitar que entren en el mismo parejas de gais a darse el lote (debe ser que no quieren comer más que de la boca del otro), que esas familias tienen derecho a no querer ver eso y el dueño del local a evitarlo. Para eso es el dueño.
Lo cierto es que algunas personas se creen con derecho a proteger a sus hijos e hijas de ver a personas LGTB y quizá lo estén, pero para ello deberán extirpar a su prole de una sociedad diversa porque lo que no tienen es el derecho a exigir que la sociedad se amolde a sus miedos y prejuicios. No, por muy padre de familia tradicional que seas, por muy dueño que seas de un establecimiento, no se puede prohibir la entrada a una pareja del mismo sexo, porque eso es discriminación y está penada por ley. Si quieres que tu establecimiento sea familiar, puedes imponer que las personas no se den besos, no se tomen de la mano, no den muestras de cariño: pero sin distinción por orientación sexual.
Algunos locales lo llaman “normas de decoro”. Hay lugares donde se impone el decoro, sin que quede claro qué significa y cómo se determina. La cosa está en que, como les pasó a unas amigas, una señora puede acercarte a ti y decirte que te separes un poco de tu pareja porque en ese espacio se respeta el decoro. Y la censora, trabajadora del establecimiento, está en su derecho a imponer el decoro, pero nuevamente sin distinción por orientación sexual.
Así que mis amigas, que no estaban ni más ni menos abrazadas que otras parejas del lugar, vieron cómo con ellas se hacía una diferenciación que, esta sí, es ilegal. Y les pudo la rabia de saberse discriminadas, de formar parte de ese 38% de personas LGTB que en el último año pasaron por una situación así en España.
Porque lo que hacían ellas no estaba bien o mal per se, pero sí estaba peor visto. Porque el decoro, como tantas otras cosas en la vida, no es algo tangible, objetivo, sino que la vara de medir está en el observador. Y es contra esas líneas rojas, contra esa sutil homofobia, contra la que también trabaja la campaña #ConLaVozBienAlta.
Si nos sentimos orgullosos de quienes ayudaron a la pareja de chicos, si aplaudimos su actuación, nos los ponemos como ejemplo y querremos ser mejores. Como sociedad, damos un pasito más hacia la igualdad.
El video está muy bien, pero también se ve a gente tolerante porque lo han hecho cerca del barrio de Chueca. Hubiera sido mas interesante hacerlo en un pueblo mas cerrado, haber como hubieran reaccionado.
10 octubre 2015 | 10:54